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Deseo compartido

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Axel2931

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Capítulo

Mia Cohen es una importante diseñadora de interiores la cual mantiene una relación con Bruno Dallas desde hace 4 años, todo parece ir bien o al menos ella lo cree, hasta que Bruno le confiesa que ha perdido el interés en la relación, que ya no es la misma pasión que al principio, así que le propone algo para salvar su noviazgo. Cohen jamás imaginó que la brillante idea de su novio para avivar el amor sería un intercambio de parejas, donde conocerá a Tara Orr y a Logan Hotman, una pareja muy particular, ya que a diferencia de ellos, a Tara y Logan les gusta divertirse y pasar  el rato entre sexo y alcohol. Todo se complica cuando los sentimientos de Logan empiezan a cambiar, él le enseñara a Mia una forma distinta de ver y vivir la vida, poniendo en duda todo el amor que dice sentir con Bruno.

Capítulo 1 Inicio

¿Como imaginarias que empieza una historia de amor,? esa donde se enamoran a primera vista y luchan por su amor hasta que logran estar juntos, déjame decepcionarte porque esta es todo menos una de esas historias, ya que para Mía Cohen el amor ya había tocado a su puerta, ese clip al ver al hombre de sus sueños ya lo había experimentado hace tres años y fue cuando conoció a Bruno Dallas, su novio actual, el amor de su vida, pero realmente no sabía lo que el destino tenía preparada para ella.

Pero hablemos de Mía, ella era una de las más reconocidas diseñadoras de interiores en la ciudad de Chicago, los más grandes empresarios, y gente adinerada solicitaban sus servicios para que decorara sus casas o edificios, sin contar a las celebridades que la recomendaban. Era una mujer exitosa en todos los sentidos, además de ser hermosa, con una figura que cautivaría a cualquiera.

La vida para ella no había sido así de sencilla, la vida le había puesto varias travas. Con apenas veinte años tuvo que encargarse de la empresa de su padre, él cuál había fallecido por una terrible enfermedad, ahora con veintisiete años podía decir orgullosa que ella sola había llegado a donde estaba. Sin la ayuda de nadie, sólo su perseverancia. Para Mía el trabajo era su vida, su mundo, todo lo que ocupaba su mente, a cada momento se la pasaba innovando, creando nuevas tendencias hasta que conoció a Bruno. Su amor fue como un flechazo a primera vista, había encontrado la persona correcta según ella.

Ese día había ido a conocer la residencia de un jugador de Golf muy famoso, este la había contratado para qué diseñará el interior de la preciosa casa con acabados barrocos, esta había sido construida en el siglo diecinueve, era una casa de historia, no podía creer que quisiera destruirla para montarle un diseño más minimalista. Sin embargo, tenía que atacar órdenes, era su trabajo, dar todo de sí y dejar al cliente lo más satisfecho posible.

Ls rubia estacionó su auto deportivo sobre la acera, y dio un suspiro al admirar la casa con nostalgia, bien podría ser la casa de sus sueños, si tuviera una familia e hijos, como no era así, estaba bien viviendo en su pequeño departamento en uno de los edificios más exclusivos de Chicago. En seguida, Leonar la saludo con entusiasmo, pues había escuchado cosas fantásticas de ella.

—Por favor pasa a mi humilde morada. —Mía río irónica, ya que la lujosa mansión había sido adquirida por la cuantiosa suma de dos punto tres millones de dólares. Era todo menos humilde, pero entendió la pequeña broma—. Quiero que conozcas a la persona que me vendió mi próximo hogar, bueno después de que tú hagas lo pertinente. —Era extraño, Mía no acostumbra a socializar, y menos con los vendedores de los inmuebles, aunque tenía que tener una estrecha comunicación, ya que parte de su negocio venía por las casas recién adquiridas. Como fuera, la rubia pensó que sería algo rápido, un saludo cordial hasta ahí.

Como supuso, la casa era mucho más hermosa que en las fotos, estaba maravillada, estaba contemplando los pequeños detalles, analizando en seguida que cambios podría hacer, según el gusto de Leonar cuando de pronto se topó con un hombre mucho más alto que ella, corpulento, de sonrisa encantadora y mirada coqueta. Si, él era su tipo ideal, aunque la mayoría de las veces no lo dijera. A ella le encantaba la clase de hombre que se ejercitará, que tuviera buena masa muscular y el aludido, del cual no conocía su nombre, tenía cada una de esas cualidades.

—Bruno, te presento a Mía Cohen, la mejor diseñadora de interiores de la ciudad. —Leonar sonrió al presentarla. Para Bruno tampoco pasó desapercibida, era una atractiva y sexy rubia que se había sonrojado al conocerlo, eso era más que una buena señal.

—Por favor Leonar, no soy la mejor. —Trató de ser modesta, en realidad lo era, no había nadie con su talento. Leonar río más alto ante su actitud.

—Por favor déjame ofrecerte una copa de champán, estamos celebrando por la compra. —Sirvió una copa y se la extendió con amabilidad—. Pero déjame saber tu opinión. ¿Qué dices? —Extendió los brazos para que señalar el lugar.

—Es... hermosa. —Tomo un trago de su copa. —En lo particular la dejaría tal y como esta, pero si dijera eso te perdería como cliente. —Rieron ante su broma. En ese momento un pequeño ruido llamó la atención de todos.

—Oh, disculpen, es mi esposa. —Leonar mostró su celular, el cual estaba sonando sobre su mano y luego dio media vuelta alejándose para contestar.

Mía se limpió con sutileza los labios y miro de soslayo a Bruno, quien la miraba sin disimulo. La atracción era mutua.

—Así que eres Mía Cohen. —Bruno dijo acercándose a ella solo unos pasos.

—¿Me conoces? —Él asintió con una sonrisa socarrona que dejo babeando a Mía, ella estaba sorprendida de como sabía quien era.

—Eres la estrella en bienes raíces. —Mía frunció el ceño.

—Yo no vendo casas. —Pensó que tal vez la estaba confundido.

—No, no lo digo por eso. Mi jefe cree que si tú diseñaras o renovaras las casas ya construidas, las ventas se dispararían orbitalmente. —Eso le causó cierta curiosidad.

—¿Para qué compañía trabajas? —Bruno metió su mano en el saco de su traje y sacó una pequeña tarjeta con el nombre de la constructora e inmobiliaria.

—Empire House. —Susurro con sutileza al leer la tarjeta en sus manos. Nadie le había dicho lo que Bruno, Espire House era por mucho una de las mejores empresas de bienes raíces y hacer una alianza de ese tipo sería muy favorable para su empresa—. ¿Es verdad lo que dices? —Aún estaba escéptica, podía notar también el interés que tenía Bruno hacia ella, no quería que fuera una táctica de seducción la cual saldría muy mal de ser mentira.

—¿Por qué te mentiría? —Dallas sonrió más ampliamente. —Si le digo a mi jefe que aceptas trabajar con nosotros y que yo te convencí de eso, estoy seguro de que se podrá muy feliz.

Bruno no mintio cuando dijo que su jefe estaría encantado con la asociación de las dos empresas, Mía estaba emocionada y de verdad creía que a partir de ese momento todo sería mucho mejor. No solo en la parte laborar, sino también en lo amoroso. Tenía que admitir que había puesto los ojos en el atractivo chico de piel broceada.

—Es un verdadero gusto hacer esta sociedad contigo. —Maylo era el dueño de Empire House, era un hombre de edad adulta con exquisito gusto por la moda, de ahí venía el afán de enlazar su compañía con la de Mía, pues tenía la idea que el buen gusto se tenía que apreciar desde todos lados.

Mía firmó el contrato y entrelazo su mano con la de Maylo para simbolizar el acuerdo.

—Estoy muy emocionada de trabajar con usted. —El hombre asintió dedicándole una sonrisa ancha.

—Por favor Bruno, acompaña a nuestra socia a la salida. —Estaba encantado de hacerlo. Bruno miró a Mía con sus ojos gatunos y asintió complacido.

Él y Mía no había tocado más el tema de la atracción que indiscutiblemente sentía entre ambos, al contrario de lo que la rubia pudiera parecer, como lo era una mujer fuerte, dominante, de carácter enigmático, en realida era todo lo contrario. Mía había creado bien la fachada de su empresa, el ser mujer ya era un problema en un mundo donde los hombres dominaban por su género, así que decido adoptar la imagen de una mujer fría y calculadora en frente de todo mundo, cuando en realidad era ni más ni menos que un turrón de azúcar, que a la menor provocación se desmoronaba por completo. Nadie sabía eso más que su mejor amiga, Miranda, y claro, su madre, la señora Cohen.

Su padre era un hombre respetable en el círculo donde se movía, él siempre quiso un hijo, un hombre al cual dejarle encargada la empresa, cuando Dios no le dio un varón se decepcionó demasiado y eso siempre fue como una cruz que Mía cargo en su espalda, siempre pidiendo mucho más de ella por ser mujer, ahora en ese momento, le hubiera gustado saber que pensaría su padre de verla hasta donde había llevado la empresa sin la ayuda de ningún hombre. Esa era la razón por la que no sabía exactamente como actuar cuando alguien como Bruno le atraía, Dallas creyó que esperar el momento adecuando para invitarla a salir sería lo mejor, teniendo en cuenta los rumores que la rodeaban, lo primero que imagino de su parte, fue una negativa, pero cuando Mía asintió totalmente sonrojada pensó que tal vez todo lo que se decía de ella no era exactamente la verdad.

Mía tenía que admitir que Bruno hacía mucho más que gustarle.

—¿Si? —Parpadeó unas cuantas veces, no creyó que de verdad hubiera escuchado bien y es que aparté de los rumores, Mía era una mujer hermosa y muy ocupada para tener tiempo para una tonta cita.

—Tengo una hora para comer, así que... —Miró el reloj de su muñeca, pero se quedó callada cuando noto la curiosa mirada de Bruno sobre ella. Por un momento se pregunto si era amor lo que sentían. ¿Qué decía? Apenas se conocían. Era una pensamientos tonto viniendo de ella. Esa idea la desecho de inmediato. No quería espantarlo con sus expectativas, definitivamente él no salir con nadie durante años le había afectado peligrosamente.

—Conozco un restaurante Italiano muy cerca de aquí. ¿Te gustaría ir a comer ahí? —Le encantaba la comida Italiana y más la forma en que se expresaba Bruno, definitivamente era el hombre de sus sueños.

Ambos salieron del edificio y se subieron al auto de Dallas para ir a comer al famoso restaurante.

Ese fue solo el comienzo de una bonita y duradera relación o eso creyó estar viviendo, hasta que todo se tornó extraño un año antes o tal vez Bruno siempre había actuado así y no lo noto, o el amor que sentía por él, la cegaba duramente, todo tenía sentido en ese momento. Bruno no dejo entre ver sus verdaderas intenciones, él se escondía bajo la fachada de hombre romántico, elegante y comprensivo que lo hacía ver como el hombre perfecto ante los ojos de Mía, la verdad era otra cuando ella no estaba y ahora actuaría así con ella también.

Bruno era un holgazán de primera, era el hijo menor de dos hermanos en una familia humilde de la ciudad, para él, el estatus que manejaba su familia no era bien vista. El ser de escasos recursos siempre fue un problema para él, por eso decidió vivir en la ciudad, lejos de todo lo que le recordará su antigua vida, le gustaba aparentar que tenía dinero, que era alguien con un buen apellido y que su familia era prestigiosa. Para Mía eso jamás fue importante, realmente le daba igual de donde viniera Bruno, que fuera o no de buen estatus económico le parecía irrelevante.

Paso por alto aquellas banderitas rojas que aparecieron al principio de la relación, como cuando él la invitaba a algún lugar y terminaba pagando ella, el hecho de que después de meses de noviazgo no hubiera conocido a sus suegros, alegando que siempre se encontraba de viaje, en como la manipulaba para pedirle dinero siempre que podía y en como el mismo tomo la decisión de irse a vivir al apartamento de Mía, sin consultarlo primer.

Cohen estaba más que encantada, cegada por completo por el amor que sentía por él. Incluso pasando por alto los despectivos comentarios que le hacía a su cuerpo, dejándole inseguridades mucho más grandes. En su etapa de adolescencia Mía había sido una chica con un poco de sobre peso, la ansiedad la consumía al no ser el hijo varón que tanto quizo su padre, así que se refugió mucho en la comida, después de años de luchar con esa enfermedad pudo por fin liberarse, poder llevar una vida más sana y por supuesto tomar la esbelta figura que hoy mantenía, solo había un pequeño detalle, las marcas de un pasado tormentoso se quedaron impregnadas en su cuerpo, las estrías, celulitis y un poco de flacidez era lo que escondía debajo de su ropa, llegaba a exagerar respecto a como se veía a sí misma, como fuera Mía era perfecta.

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