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Un mensaje del pasado

Un mensaje del pasado

angelesteban456

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Capítulo

dos personas reciben una nota de suicidio de alguien desconocido, llaman al teléfono del reverso y se conocen enamorándose, pero la amenaza es muy real.

Capítulo 1 Un mensaje misterioso

Capítulo I

Un mensaje del pasado

Margot era una joven independiente, que miraba al futuro con el deseo de absorberlo todo para sí. Era camarera en una cafetería de moda en el centro de Londres. Había llegado de Francia dos meses atrás y vivía en una buhardilla alquilada en la que apenas cabían ella y sus trastos. Pero su alegría y su optimismo no habían mermado ni tan solo un ápice. Acababa de entrar por la puerta el cliente más extraño que tenían, un hombre entrado en años, de cabellos blancos y ojos azules y penetrantes. Se apoyaba en un bastón con cabeza de carnero, de oro puro. Se sentó en su mesa de siempre, y esperó a que llegase Margot, que era la única que le gustaba de entre todas aquellas camareras agrias que le despreciaban.

-Buenos días señor Essenor, ¿tomará lo mismo de siempre?, ¿un café muy cargado, zumo de naranja y tarta de cerezas?

Preguntaba siempre por respeto, y por si algún día se le ocurría pedir algo distinto, y lo hacía con una sonrisa bien enmarcada en su afable rostro.

-Sí, hija, cómo me conoces. -Se acercó a su oído para decirle algo- me encanta la tarta de cerezas que hace Mildred y que me la sirvas con esas manos blancas de marfil que entregan ternura.

-¡Qué cosas dice señor Essenor, soy una más, es tan fácil atenderle, espero cada día a que llegue.

-¡Que buena eres conmigo!, llevo viniendo tres años a este local y no te has enfadado nunca con migo ni tenido una mala palabra para mí. Es por eso que hoy traigo algo para ti, algo muy especial.

Essenor el anciano extraño, cliente habitual de la cafetería Madinor, extrajo del bolsillo de su chaqueta un sobrecito blanco y se lo dio a Margot. Ella se quedó muy sorprendida, creyó en principio, que se trataría de una propina, pero no…era algo bien distinto. Sacó de dentro de él un papel primorosamente doblado y lo leyó.

Tres años atrás…

Harold llevaba bajo el agua de la ducha casi media hora, estaba en shock, su padre había muerto y acababa de retornar a casa desde Brighton. Estaba apenas a una hora de Londres, pero se le había antojado una eternidad. Estaba muy unido a él, y había muerto muy joven, con tan solo sesenta años. Un ataque al corazón y…Lloró profusamente, con amargura y gritó para sacar de dentro de sí el dolor que tanto le pesaba. Salió se embutió en un traje de Armani, se ajustó la corbata, y maletín en mano abandonó la casa. En Notting Hill. Trabajaba en la isla de los perros, el centro neurálgico de la economía inglesa.

Un sol débil brillaba en un vano intento de salir entre las nubes gris oscuro que amenazaban con descargar agua en breve tiempo.

-Parece que todo sale mal desde que…-habló consigo mismo en voz alta.

Sobre la mesa de madera lacada en negro, destacaba un sobre blanco vacío, lo miró sin entender la razón por la que alguien lo habría dejado allí. Se sentó y comenzó a marcar números de teléfono. Sus clientes comenzaban a estar en contacto con él. Debía mover un volumen muy grande de dinero y dar órdenes para que dos cargueros partieran abandonando puerto, para llevar los productos manufacturados a Rusia y EEUU.

-El barco debe salir de puerto de inmediato, el cargamento ha de llegar a Rusia dentro de seis días y a Estados unidos en siete. Es un cargamento delicado y el MI6 se encargará de vigilar que no sea interceptado.

Aquel sobre vacío le seguía intrigando y al volver a tomarlo entre sus dedos vio que había algo dentro. ¿Cómo era posible que no lo viese antes?, sacó la nota y la leyó:

-“Cuando leas esto seguramente estaré muerta, pero quiero que sepas que siempre fuiste mi único amor, y que me voy con un solo pensamiento, que llena mi corazón, mi amor por ti”.

- Pero ¿quién ha podio enviar este sobre?, supongo que se le quedó olvidado a alguien en mi mesa…

Harold comenzó a darle vueltas y concluyó que sin duda era de algún otro ejecutivo del edificio…pero ¿cómo saber de quién?, Salió al corredor exterior y miró en torno suyo, todos trabajaban sin despegar la mirada de sus ordenadores, así que optó por dejar el sobre clavado en el tablero de noticias que había cerca de la recepción de la planta novena, la suya. Volvió a su mesa y siguió trabajando hasta que el hambre le avisó de que debería comer algo pronto para que su estómago dejase de gritarle. Las horas pasaron rápidas, y Harold bajó a la cafetería del edificio, allí comían sus sándwiches todos ellos. Pero al salir para tomar el ascensor observó que solo había un sobre blanco en el tablero de noticias, le extrañó que nadie se lo hubiese llevado. Comió un sándwich vegetal, un té y un zumo de manzana y volvió a su despacho. En el tablero ya no estaba el sobre y sonrió, por fin alguien lo había recibido. Entró en su despacho y---¡allí estaba el sobre, con la nota dentro!

-Pero…¿qué diantres…?, -salió afuera y vio que todos trabajaban sin mirarle tan siquiera.

Era como si un mensaje misterioso viajase hasta él para decirle aquellas palabras que desde luego no podían ser para él. Nunca había tenido tiempo para tener pareja y eso del amor, que consideraba sobrevalorado no era para él. Aunque no estaría mal conocer a alguna mujer atractiva que pudiese enamorarse de él. -Se rio de sí mismo-, ¡que tontería!, -pensó-, ¿Quién se iba a enamorar de alguien como él?, Miró con mayor atención la nota y vio que había un número de teléfono en el dorso, apenas visible. Se atrevió a marcarlo y esperó nervioso a escuchar la voz del otro lado.

-¿Sí…?, dígame.

-Hola…verá tengo una nota suya en mis manos pero no entiendo…

-¿Quién es usted?

-Soy Harold, trabajo en el edificio Número nueve de la isla de los perros en Londres.

-Yo me llamo Margot, vivo en Londres también, pero creo que no le conozco, ¿me lee esa nota por favor?, no sé de qué se trata…

Harold se la leyó y la exclamación que escuchó al otro lado del teléfono, le indicó a las claras que no provenía de ella.

-Ignoro quién le ha querido gastar una broma pesada y desde luego de mal gusto, pero yo no la envié y no le conozco, ya lo siento.

-Bueno, yo no diría tanto, no me parece de mal gusto, podríamos quedar y le entregaría la nota a usted, si le parece bien naturalmente.

Margot al otro lado se lo pensó un par de minutos que Harold creyó fueron eternos, pero la respuesta fue positiva, ella también estaba intrigada y aquella voz varonil era tan agradable de oír…

-¿Qué le parece en la cafetería d ellos almacenes Fortnum and Mason?, tienen una tarta de cerezas exquisita y un té Earl gree muy bueno.

-Me parece bien ¿ a las cinco, esta tarde?

-Muy bien, allí estaré llevaré un abrigo beige y polo de cuello alto marrón.

-Bien, yo llevaré un libro de tapas azules y una margarita como separador.

La cita estaba concertada, y Harold comenzó a sentir que sus nervios siempre acerados y bajo control se le rebelaban acelerando los latidos de su corazón. Era la primera cita que tendría en sus treinta y dos años.

Londres era la ciudad de las tiendas bien decoradas, de la apariencia de un mundo de fantasía que transportaba a otros mundos a sus habitantes y a los turistas que a ella llegaban. Los almacenes Fortnum and Mason eran los más antiguos del mundo desde el siglo diecisiete. En sus catorce escaparates se representaba cada año una escena con decorados hechos por manos hábiles. Este año le tocaba a Alicia en el país de las maravillas. Harold llegó quince minutos antes y a punto estuvo de llegar al tiempo mismo que lo hacía Margot. Ambos tenían por costumbre llegar algún tiempo antes, en concreto quince minutos antes de la hora. Apenas se había acomodado en una mesa discreta junto a la ventana, cuando un atento camarero vino a tomarle nota. Y mientras lo hacía vio entrar a una mujer con un libro d etapas azules en su mano derecha, con un vestido azul por debajo de la rodilla sobre el que llevaba un abrigo de color verde pistacho. Del libro sobresalía una margarita ya algo marchita. Miró alrededor y al verle le reconoció por la ropa que el dijese que llevaría puesta.

-Perdone señor¿ es usted el señor Harold?

-¡Oh sí!, supongo que es usted la señorita Margot…

-Sí, desde luego soy yo, pero por favor siéntese la esperaba.

Margot se acomodó y cruzó los tobillos, era evidente que acababa de estrenar aquellos preciosos zapatos, que no obstante torturaban sus pies.

-Reconozco que estoy siendo atrevida y no debería, no le conozco de nada, pero su voz era tan tranquilizadora…me intrigó mucho esa nota, ¿existe de verdad?

-Sí por supuesto señorita Margot, aquí la tiene, -se la entregó para que la revisase.

Margot la leyó varias veces sin saber qué decir, era su letra, y ella no la había escrito, ¿cómo explicarlo?

-Verá parece mi letra y no obstante no lea he escrito yo, se lo aseguro.

-¿Cree usted que alguien puede estar gastándonos una broma?,¿o que quizás se trate de alguna casamentera que trabaje con alguno de nosotros?

-No sé qué decirle la verdad.

En ese preciso instante el camarero volvió para tomarle nota a la recién llegada.

-Tomaré lo mismo que el caballero por favor.

El camarero se alejó y Harold aprovechó para mirarla de arriba abajo con discreción. Era una mujer de esbelta figura, melena negra que le caía hasta la mitad de su espalda y una sonrisa seductora.

-Usted verá qué hacemos…

-No sé lo cierto es que ha sido algo imprevisto y agradable para mí, lo reconozco.

-Opino de igual manera-reconoció Margot enrojeciendo.

El camarero, trajo dos tazas lady Carlyle con bordes dorados, y una tetera a juego y las puso ante ellos, para dejar en el centro de la mesa un plato con sendos trozos de tarta de cerezas, y junto a ésta una lecherita para tomar el té con leche si así lo deseaban.

-Yo tomo el té sin leche, prefiero saborearlo sin añadirle leche,

-¿Y usted?, fue a servirle con la lecherita.

-Yo también lo tomo así, -le dijo oponiendo la palma de su mano para impedir que le leche manchase su té.

Harold observó como su invitada tomaba el trozo de tarta y lo mordía levemente, para luego llevarse a los labios la tacita de té. Nunca había tenido una cita con una mujer y menos aún con una como aquella. La conversación, como correspondía a un buen par de ingleses, comenzó por el tiempo en Londres. Fue desarrollándose hasta llegar al trabajo. Harold se explayó en aquel tema hasta que percibió que Margot comenzaba a aburrirse y cambió a uno más atractivo.

-¿Ha viajado mucho señorita Margot?

-No, solo he ido al continente para ver Madrid, es una ciudad sorprendente y muy bonita, fue por vacaciones. ¿y usted?

-Yo viajo dos veces al año por vacaciones una y por trabajo la otra, así que estoy forzado a hacerlo. -Se acercó a ella para decirle en una supuesta confidencia-, es un placer para mí, pero no lo diga a nadie, -se llevó el índice a los labios en un evidente gesto de solicitud de silencio.

Ella sonrió abiertamente y le imitó cual si realmente fuese un secreto.

La cita estaba siendo todo un éxito y Harold comenzó a relajarse y a sentirse cómodo. A Margot le ocurría otro tanto y sus sonrisas aumentaron en número significativo. Afuera comenzaba a nevar y pidieron otro té para alargar aquella cita que no sabían quién había decidido que tenía que tener lugar entre ellos dos.

Capítulo II

Margot leyó la nota y se quedó perpleja, aquello no era posible…

-“Cuando leas esto seguramente estaré muerto, pero quiero que sepas que siempre fuiste mi único amor, y que me voy con un solo pensamiento, que llena mi corazón, mi amor por ti”.

-“Será un loco o un acosador…-pensó sin saber qué decir”.

-Señor Essenor se ha equivocado de papel, esto no es popara mí, -le dijo intentando devolverle el sobre con la nota.

-Sí, hija es para ti, me lo dio para entregártelo un joven muy agradable justo cuando estaba a punto de salir de casa. Pensé que sería amigo tuyo, desde luego no lo he leído.

-Pues mire…léalo usted mismo es una locura ni siquiera he tenido novio nunca, y menos uno que fuera a morirse, ¡qué triste!

Essenor leyó la nota no sin cierta vergüenza por ser la correspondencia de una mujer-y agrandó los ojos, comprendiendo la extrañeza de su camarera favorita.

-Ahora la comprendo Margot, -le llamó por su nombre- debe ser un error, y mire al dorso hay unas cifras escritas, no las veo bien, -le dio de nuevo la nota a ella.

-Sí, en efecto es un número de teléfono creo.

-Podría llamar y ver quién es, así saldría de dudas.

-No sé es un extraño, no me lo han presentado correctamente y podría ser un acosador, un loco o…

-O un nuevo amor que surge de la nada o de la casualidad…

Margot se quedó pensativa mirando al señor Essenor sin saber si era una broma de él, o le intrigaba en verdad aquella misiva. No terminaba de decidirse a hacer una cosa u otra.

-Me lo llevaré y pensaré qué hacer señor Essenor, y le comunicaré mi decisión, créame.

Se alejó con la mente puesta en aquel misterio.

Essenor dio buena cuenta de su trozo de tarta de cerezas y observó a la muchacha pensando en qué haría con aquella nota imprevista y misteriosa. Margot entró en la cocina y lo iba a comentar con sus dos compañeras, pero se lo pensó mejor y calló. Eran unas cotillas y de seguro se ,lo tomarían a risa y se burlarían, no, mejor lo guardaría en secreto hasta ver de qué se trataba. Se cambió y salió para coger el autobús que la llevaría a casa. No se percató de que acaecía a su alrededor, se encontraba ensimismada pensando en mil posibilidades y ninguna le satisfizo. Llegó a casa, a su pequeña buhardilla y se dejó caer en la cama agotada. , no estaría m al tener un amor, alguien en quien pensar una ilusión en la vida…Sacó el sobre ya algo arrugado, del bolso y volvió a leerlo. Luego decidió llamar a aquel número para ver si la voz del otro lada era o no la del señor Essenor, seguro que era una broma.

-Hola…-se escuchó una voz grave que evidentemente no era la del señor Essenor.

-Dígame…¿quién es?

-Soy la señorita Margot Istrey, le llamo porque ha llegado una sorprendente nota escrita por usted y no sé quién es tan siquiera.

-Yo soy Harold Contrey, ejecutivo de Contry and Varyon. Léame esa nota se lo ruego.

Margot se la leyó y una exclamación de sorpresa se escuchó al, otro lado del teléfono.

-Le aseguro señorita que nunca escribí nada tan incorrecto ni mucho menos para usted que me resulta una desconocida.

-Creo que deberíamos conocernos y ver cómo resolver este misterio, ¿no le parece?

-Si lo considera apropiado, sería muy agradable para mí sin duda señorita.

-¿En Los almacenes Harrods, a las cinco?, llevaré un vestido de color rojo oscuro y zapatos negros.

-Bien, yo vestiré de azul marino, de traje con corbata granate.

-Me parece perfecto, tomaremos una taza de té y veremos de qué se trata tan extraordinaria nota.

Los almacenes Harrods tenían una cafetería en la que la gente de la zona y los turistas tomaban el té de las cinco acompañándolo con pastas exquisitas que se vendían en la pastelería de estos. Harold llegó en primer lugar, no resultaba correcto que el caballero llegase tras la dama. Se acomodó en una mesa justo en medio de la cafetería y pidió un té y un trozo de tarta de manzana. Margot lo hizo apenas un par de minutos después. Harold la reconoció nada más verla, resaltaba entre las demás.

-¿Es usted la señorita Margot?

-Sí, y supongo que usted es el señor Harold…

Margot se sentó y juntó las piernas insegura e intrigada.

-Verá esta es la nota, no sé quien ha podido escribirla pero me la dio en mano un cliente anciano que es habitual en la cafetería en que trabajo. Y él no la había escrito, al menos eso asegura…-le dijo sacando el sobre y dejándolo sobre la mesa. Harold lo tomó entre sus dedos y sacó la nota, la leyó y vio su número en el anverso de ésta.

-Le confirmo que a pesar de…se parece a mi letra…-le reconoció- pero…no, no he escrito esto, parece una broma pesada.

-No importa, es realmente un misterio y siempre he querido desentrañar uno, ¿usted no?

-Bueno mirándolo así, ¿de quién cree que puede provenir?

-Pues no tengo amigos aún en Londres y nadie sabe mi dirección, así que no sé qué decirle.

-Bueno no estoy muerto aunque lo parezca por mi aspecto, -sonrió al decirlo.

Margot le imitó y sonrió mientras le hincaba el diente a un trozo de tarta de manzana.

-Hummm-se deleitó con su sabor-está buenísima.

-Sí suelo venir por esta tarta más que por el té. -le reconoció Harold.

-¿Usted está casado o tiene novia?-le preguntó atrevida Margot.

-No, lo siento soy un hombre anodino centrado exclusivamente en su trabajo. ¿Y qué me dice de usted?

- No, lo cierto es que nunca he tenido novio y por supuesto no he estado casada en consecuencia claro.

-Claro, claro…-aseveró Harold.

El señor Essenor llegó a su casa tras bajarse del taxi y asombrado por aquella extraña carta que le diera un joven, pensó si no se trataría de una manera nueva de conocer a una chica guapa y que ésta no le diera calabazas. La muchacha era realmente atractiva y se movía elegantemente, aunque precisaría eso sí, de unas clases de modales para poder moverse entre los de su clase, tan acartonados como estaban. También necesitaría renovar su armario, y estaba pensando que quizás lo hiciese, a fin de cuentas no tenía en qué gastarse su dinero, ni tampoco a quién dejárselo. Sí, lo haría, con tacto claro, no deseaba ofenderla. Le plantearía ir de compras para él y le rogaría que la aconsejase, luego, ya haría él lo que debía.

El día se presentaba con varias interrogantes y Essenor se dispuso a llevar a cabo su plan. Le confería energía y le revitalizaba, tenía una ilusión, un proyecto nuevo, se había terminado la pasividad y el aburrimiento. Se vistió con la ayuda de su asistente con un traje gris perla y una camisa blanca. La corbata fue de un color más atrevido, granate. Bissent, su ayudante le sirvió el desayuno en el salón principal y después le ayudó a meterse en el coche que cada día le llevaba hasta su cafetería favorita. Aquel día iba a ser diferente, y no estaba controlado, como solía suceder. Abrió la puerta de la cafetería, y sonó el tintineo de siempre al hacerlo, un móvil de cilindros huecos de acero sonaba cada vez que se entraba en el local, esto advertía a las camareras de que llegaban clientes.

-Buenos días señoritas. -dijo como hacía cada día. -Miró para ver si Margot ya había llegado, lo hacía dos minutos exactos después de él siempre. Pero no la vio. Se sentó en su mesa y esperó. Lidia una camarera delgada y de gesto agrio se acercó a servirle.

-¿Qué tomara el señor?

- Discúlpeme señorita no deseo ser incorrecto ni grosero con usted, pero esperaré a que llegue la señorita Margot ella sabe lo que tomo. Es mi costumbre.

-Cómo desee señor,-se alejó componiendo a sus espaldas un gesto de desaprobación. Estaba segura de que conseguiría una buena propina con aquel anciano y…nada, se le resistía.

Margot entró azorada en ese preciso instante y corrió a cambiarse. Llegó jadeando ante Essenor que la sonrió feliz de verla.

-Creí por un instante que se había despedido y el pánico me atenazaba señorita Margot. -se le acercó para susurrarle-ha venido a intentar servirme su compañera Lidia.

-Ya, creyó que no vendría y quizás quiso aprovecharse de mi amigo Essenor.

-¿Me ha llamado amigo Margot?,-la tuteó

- Lo siento, señor…

-No, no, me agrada tráteme de tú se lo ruego, yo haré lo mismo si a usted le parece bien.

-Sí, lo cierto es que compartimos un secreto y eso es lo que hacen los amigos ¿verdad?

-Parece una escena de novela detectivesca, pero me gusta Margot a ver si lo desentrañamos.

-Verás Essenor, huy s eme hace raro tutearle, esta noche no he podido dormir, pero creo que he dado con una posibilidad real.

-Cuéntemelo

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