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Venciendo en su propio juego.

Venciendo en su propio juego.

Pamela Carela

5.0
calificaciones
132
Vistas
7
Capítulo

Venciendo en su propio juego es una novela que narra la historia de dos familias unidas por el poder y la tragedia en donde internamente los personajes principales son víctimas de su propia astucia y externamente son implacables. Mientras que Rafael Sandoval es un hombre dominante, acostumbrado a planificar y salirse con la suya, Isabella es una chica de apariencia distraída que no manifiesta ningún interés por el mundo corporativo, el estatus y el matrimonio; su único interés es descubrir los asesinos de sus padres y acabarlos con sus propias manos. Sin imaginárselo, su hermano Antonio de la Ross y su futuro esposo Rafael Sandoval, ponen en sus manos la oportunidad de lograrlo volviendo a realizar esta vez con éxito la fusión de los dos imperios, que años atrás había causado la muerte de los líderes de ambas familias.

Capítulo 1 Investigando el aliado.

Hacía mucho tiempo que Rafael Sandoval había salido de las sombras de sus antepasados y estaba a punto de dar el salto que lo haría pasar a la historia en el mundo empresarial, pero antes, tenía que verificar si estaba caminando sobre terreno firme, la experiencia le había enseñado que, si se va a ser negocios con un hombre, debes conocer por lo menos la mitad de sus secretos. Descolgó el teléfono del escritorio y llamo a su secretaria

–Olena, comunícame con el detective Restrepo de inmediato.

-Enseguida se lo comunico señor. Un minuto después sonó el teléfono de su oficina

-Señor, el detective Restrepo está en la línea 3.

-Gracias Olena.–Descolgó el teléfono -Buenas tardes señor Sandoval ¿En qué puedo servirle?

-Buenas tardes Tony –Restrepo era un hombre muy directo y eficiente, que no se hacía esperar. Es el hijo de su jefe de seguridad y de alguna manera lo consideraba como un miembro de su familia. Hace unos años, con su ayuda y la de su padre abrió una agencia de detectives privados. Todos los trabajos que la familia Sandoval requerían, lo hacía personalmente el.

-Necesito que me investigues a un empresario llamado Antonio de la Ross. Hazme un informe detallado de sus empresas, de sus empleados de confianza, su familia, los lugares que frecuenta, si tiene novia, amante, todo.

–Hubo un ligero silencio del otro lado de la línea y no escuchó a Tony haciendo sus acostumbrados apuntes.

- ¿Haz investigado antes al señor de la Ross? –Le pregunto al sentir sus reservas.

-No señor, pero lo conozco, cuando mi abuela se enfermó, mi madre y yo nos fuimos un tiempo a China. Fue allá donde lo conocí, en una academia de artes Marciales, que según sé, dirigía el padre de un amigo suyo.

- ¿Y qué opinas de él? –Valoraba mucho la opinión de Tony, pues él y su familia le habían demostrado gran lealtad a él y los suyos por generaciones. -Era un hombre muy reservado y correcto, sin embargo, han pasado nueve años desde entonces, no sé en qué clase de persona se habrá convertido. Cuando yo lo conocí acababa de cumplir los vente años. -Bueno, pues investiga a ver qué tanto ha cambiado desde entonces, tendrás que trabajar con un equipo, quiero un informe amplio y minucioso, y lo quiero rápido.

****

Era un día fabuloso, iba camino a su librería cuando sonó su teléfono móvil. Miro el nombre en la pantalla y sonrió, era su hermano Antonio de La Ross. - ¡Hola Príncipe! ¿Qué me cuentas? -Hola Plebeya –Era la forma en la que su hermano solía referirse a ella por rechazar el modo de vida que por derecho de nacimiento le correspondía. Isabella rio, - ¿Cuándo te cansaras de ese apodo he? -Cuando te des cuenta de donde está tu lugar, cuando ocupes el lugar que te corresponde en el imperio de La Ross y dejes de estar jugando a la bibliotecaria, ese día te dejare de decir Plebeya –Al otro lado de la línea se escuchó un suspiro de resignación. -Me temo que nunca dejarás de hacerlo entonces. –Amaba a su hermano, pero también amaba a su libertad, y aun estando lejos, él controlaba su vida parcialmente, no podía ceder más de lo que ya lo hacía con su vida. Ella había decidido su destino y no pensaba retractarse de sus decisiones. Detrás de ella a una distancia prudencial la seguían dos hombres y cuando llegara a la librería la esperaba un chico o una chica, dependiendo el turno que les tocara. Su hermano era un controlador, no había formas con él, por su parte ella fingía ignorar que tenía un equipo de seguridad que la seguía a todos lados, como su sombra. Ni siquiera entendía por qué, no era como si ella necesitara protección o no supiera defenderse sola, aunque de algún modo lo comprendía, por ello trataba de sobrellevarlo sin quejas. -Eso lo veremos. –Fue todo lo que respondió su hermano. -Supongo que me llamaste para algo más que para fastidiarme ¿verdad? –Le pregunto Isabella, algo molesta por la seguridad de su expresión. -Por supuesto que te llame para algo importante. Te estoy llamando para informarte que Antonio Sandoval y sus hermanas llegaran al país el viernes y daremos una fiesta de bienvenida en nuestra mansión en su honor y como sé que te disgusta ser anfitriona de las fiestas, de una vez te digo que no te preocupes, Adela mi secretaria, se encargara. - ¿Tu secretaria? – ¿Desde cuándo Antonio tenía una secretaria llamada Adela y como era que sería la anfitriona de una fiesta tan importante para él? – se preguntó a sí misma. -Sí, Adela Scott es una secretaria nueva, tiene excelentes referencias y es una empleada muy eficiente, te encantara conocerla. –Agrego. -Estoy segura que así será. –Respondió Isabella arrastrando las palabras, aunque tenía un presentimiento que se alejaba bastante de lo que estaba diciendo. -Bueno, si tienes una anfitriona, ¿Para qué me llamas? –Le pregunto expectante. -Porque quiero que asistas a la fiesta, porque más si no. –Sabía que su hermana no querría ir, pues tenían un acuerdo, ella asistía a algunos pocos eventos especifico al año, y también era la anfitriona de la fiesta anual con sus empleados, no accedía a nada mas de responsabilidades, a menos que no hubiera una necesidad extrema. -No veo porque debería de ir, lo siento, pero no. Además, el sábado estaré ocupada, tengo una cita. –Dijo de forma casual. -No me interesa, cancélala, esto es más importante. –Odiaba tener que imponerle todo a Isabella, pero nunca accedía a nada de buen grado. –Serás mi acompañante, así que no se te ocurra llegar tarde. -Está bien, iré a la fiesta, pero no seré tu acompañante –eso acapararía demasiada atención para mi gusto. - ¿O acaso quieres que me confundan con una de tus amantes? –Le pregunto entre risas. Al otro lado Antonio cada vez más enojado repuso - ¿Y de quien sería la culpa si lo hicieran? Te espero a las siete en punto, no tendré acompañante, así que no me hagas esperar Isabella. –Colgó el teléfono sin darle oportunidad de responder. Con el ceño fruncido, Isabella miro el teléfono que le acababan de colgar con incredulidad y le dijo a la pantalla –Como si se te fuera a hacer difícil hacerte de una.

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