Login to ManoBook
icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Después de la Tormenta

Después de la Tormenta

Luciansa Sommer

5.0
calificaciones
534
Vistas
5
Capítulo

Lorena atraviesa la peor crisis de su vida, cuando su ex la deja por un viejo amor. En medio de esa tormenta conoce a Javier, con quien no solo comparte momentos cargados de erotismo en un club sexual anónimo, sino que además deben desentrañar numerosas complicaciones, ya que el hermoso hombre actualmente se esta haciendo pasar por novio de Milena, acompañante terapéutica y amiga de Lorena, que la ayuda en su recuperación. ¿Podrán superar los enredos que los rodean para dar rienda suelta a la pasión que los une?

Capítulo 1 El Maskerade

Lorena

El segundero del reloj suena con su ritmo constante y pausado, marcando violentamente el tiempo de mi vida que estoy desperdiciando en este lugar.

-Sabés que esto sólo funciona si vos me hablás, ¿no? –Interrumpe mis pensamientos la voz de Fausto.

Le dedico una mirada profunda, sosteniendo el marrón de mis ojos en el negro penetrante de los suyos.

Me detengo a pensar que su imagen parece más la de un rabino que de un psicólogo de adicciones. Como siempre, lleva el pelo perfectamente peinado hacia atrás, con la barba larga pero prolijamente formada. Sus anteojos pequeños descansan sobre el final de su nariz, que es chica pero redondeada, y junto con sus cachetes prominentes, le dan ese aspecto amigable, que combina a la perfección con su cuerpo regordete, que siempre luce camisas a cuadros y chalecos tejidos, sumando una elegante sencillez a su aspecto tan particular.

-Te hablo, siempre hablo mucho. Te conté sobre mi relación con mis padres, con mi hermana Sara, con mi ex, Ignacio, hasta te hablé de la nueva novia de él, Camila. No podés estar sugiriendo que no hablo. –Increpo desafiante.

-Sí, me hablaste de todo eso… pero tu última relación, tus padres, tu hermana, tu ex pareja y la nueva novia de éste último no son el motivo por el que estas acá. En algún momento tenés que comenzar a hablar de eso… De lo que realmente te trajo acá. –Replica con tono paciente.

No estoy lista para hablar abiertamente de mi adicción. Internarme en esta cárcel elegante ya fue suficiente, afrontarlo en un cien por ciento ya sería un paso muy importante. Miro por la ventana que da al lago del jardín y dejo que mis pensamientos vuelen nuevamente hacia el recuerdo de la sensación del alcohol haciendo efecto en mí, comienzo a sentir la liviandad que los tragos de más siempre me generaron, cuando la voz del hombre nuevamente me devuelve a la realidad.

-Lorena. Hablame del Maskerade. –Dice con voz firme y decidida.

Poso mis ojos en los suyos nuevamente, y toda la inactividad de mi cuerpo, que se queda inmóvil al escuchar esa simple palabra, contrasta con mi mente, que comienza a reproducir los recuerdos, como una película sumamente realista.

Maskerade

Miro mis manos y giro entre mis dedos la pequeña tarjeta de plástico dorada que tanto me esta consternando. “Laplace 2230. 21:10 hs.”, reza en uno de sus lados, mientras del otro se encuentra el logo de una máscara, con la palabra “Maskerade” atravesándola en forma sutil.

-Se supone que llegamos, ¿Está segura de que es acá? –Dice el taxista, mirando hacia todos lados.

Su desconcierto no es extraño, nos encontramos en una calle desolada, en las afueras de la ciudad. De un lado se extiende un frondoso bosque lleno de árboles, sin ningún tipo de iluminación, y al frente una inmensa construcción de la que solo se puede apreciar un muro alto sin revocar, con una pequeña puerta negra. Al lado de la puerta un pequeño y discreto cartel indica “Laplace 2230”.

Repaso el lugar con la vista y advierto la existencia de pequeñas cámaras de seguridad, que apuntan a todas las direcciones.

-Sí, es acá.- Confirmo al señor y le acerco el dinero que marca el aparato digital sujeto en el parabrisas. –Muchas gracias. –Digo bajando del lugar y caminando con paso decidido hacia la puerta.

Si no fuera por la curiosidad que todo esto me genera, no hubiera accedido a esta experiencia. Pero algo me impulsa a seguir, sin si quiera dudar. Quiero entrar, lo voy a hacer, y lo voy a disfrutar, me repito a mí misma.

Cuando llego a medio metro de la puerta, esta se abre sin dejar ver nada de su interior. Ingreso y la misma se cierra, dejándome en la más completa oscuridad. Justo entonces las luces se encienden, son lámparas de iluminación muy tenue, que brindan al lugar un aire de misterio y sensualidad.

-Buenas noches, señorita Rodds. Bienvenida. Su abrigo por favor. –Dice una mujer vestida íntegramente de rojo, con un prolijo pero sexi traje de pantalón y chaquetilla. Debajo del saco no tiene nada, por lo que el escote deja ver sus hermosos pechos, marcando su cintura. Lleva el cabello suelto y una máscara roja que cubre sus ojos.

-Buenas noches. –Respondo mientras me saco el tapado liviano con que cubría mi cuerpo, que al retirar la prenda queda casi desnudo.

Mientras la mujer lleva mi tapado hacia otra habitación contigua observo mi imagen en el espejo de cuerpo entero que tengo enfrente.

Tengo los pechos cubiertos con un corpiño negro de encaje muy sexi, del mismo estilo y la misma tela que el culote que se une a un portaligas también negro, cuyas medias llegan hasta la mitad de mis muslos.

Nunca me había visto tan sexi, pienso mientras recorro mi imagen con la mirada.

La mujer vuelve a acercarse por detrás y me coloca sobre los ojos un antifaz similar al suyo pero de encaje negro. Éste se adhiere a mi rostro a la perfección, cubriendo la frente y gran parte de mis pómulos. Me sorprendo al advertir que con él, estoy casi irreconocible.

Para mi sorpresa, la mujer me indica que me siente en una silla que descansa tras de mí. Lo hago y ella comienza a acomodar mi cabello, que llevo recogido en una cola de caballo alta, tal y como las indicaciones especificaban. La mujer coloca un gel sobre el peinado y comienza a estirarlo mejor.

Termina y me indica una puerta igual a aquella por la que ingresé.

-Por aquí, por favor. –Dice con su voz sensual, invitándome a pasar.

Nuevamente, cuando estoy muy cerca de la puerta, ésta se abre, y al traspasarla me invade la oscuridad. Inmediatamente unas flechas de luces de neón aparecen, iluminando el pasillo solo lo suficiente para que distinga por dónde debo avanzar. Comienzo a escuchar una música que se oye lejana, pero a medida que avanzo el volumen aumenta.

Camino unos metros y una nueva puerta aparece frente a mí. A medida que me acerco la voy notando con mayor nitidez y al igual que las anteriores, antes de que precise abrirla, la misma comienza a deslizarse, haciendo que el sonido de la música se escuche a la perfección.

Ingreso y me veo obligada a parpadear muchas veces. No puedo creer que finalmente estoy acá. Hacía tiempo quería ir a una fiesta de este tipo y finalmente se dio la oportunidad. Mi corazón late tan acelerado que siento que en cualquier momento abandonará mi pecho.

Sonrío abiertamente mientras recorro el lugar, guardando cada detalle en mi memoria.

Primero me detengo a mirar a las personas, todas las mujeres están vestidas exactamente igual a mí. Ahora entiendo por qué me enviaron la caja con la vestimenta que debía traer, no era un simple gesto por ser mi primera vez, es evidente que es una práctica del lugar, ya que todas las mujeres llevamos las mismas prendas y el mismo peinado.

Los hombres, por su parte, visten un bóxer negro con antifaces del mismo color, todos con el cabello peinado prolijamente hacia la derecha, igual de tirantes que los de las mujeres.

Es difícil de creer que de toda la gente que hay en el lugar, incluso aunque algunos son más altos, otros más bajos, otros con más peso, otros con menos, todos, absolutamente todos los presentes, parecen atractivos y sensuales.

Entre la multitud puedo ver que algunas personas se mueven con bandejas o botellas de bebidas, éstos van con la misma vestimenta pero en blanco.

El lugar, por su parte, está ambientado con luces rojas. En el centro se despliega una enorme pista donde la gente baila en forma libre y sensual. A la derecha se encuentra una larga y vistosa barra, mientras en los restantes laterales se despliegan distintos tipos de livings y apartados. Algunos son para muchas personas y otros son íntimos, solo para dos.

Atravesando la pista se puede divisar una escalera ancha, con barandas talladas de un estilo antiguo y elegante. Levanto la vista y veo que arriba hay dos pisos con muchas puertas. Los balcones que dan hacia la pista también están decorados con barandas similares a las de la escalera, llevándome mentalmente a las películas griegas. Fijo mi vista en el final de la construcción y veo que el techo es de cristal, dejando ver, muy a lo lejos, un hermoso cielo estrellado.

Escucho la puerta cerrarse y unos segundos después dos personas se colocan una a cada lado mío. Los miro y veo que se trata de un hombre con un cuerpo de infarto y una mujer hermosa, con una cabellera larga y rubia que contrasta con mi cabellera morena.

-Primera vez, ¿no? –Dice la mujer, con una sonrisa, mostrando su dentadura perfecta y achinando sus ojos verdes.

-Permitinos ayudarte –Sigue hablando el hombre, a quien cuando me volteo a mirar, encuentro más cerca mío que antes. Siento su mano firme en la parte baja de mi espalda, muy cerca del nacimiento de mi ropa interior, mientras la mujer me toma de la mano, entrelazando nuestros dedos.

Ambos caminan hacia la barra y yo los sigo por inercia. Al llegar, los tres indicamos al barman lo que queremos tomar y me giro para quedar nuevamente de frente a la pista. El hombre se acerca a mi oído y habla con voz suave.

-Si tenes alguna duda sería un placer ayudarte. –Mientras lo dice siento que pasa su mano por mi cintura. Como no me muevo parece atreverse a más y desliza su palma hacia mi muslo, para luego tocar mi trasero sin disimulo.

Me giro hacia la mujer por la intriga de saber qué piensa de la escena y la veo sentada tranquila en una banqueta, mirándonos con una sonrisa libidinosa. Justo entonces el barman le acerca los tres tragos y me dirijo hacia ella para tomar mi copa.

Quiero estar con todos los sentidos despiertos, por lo que arranco con un champagne suave. Veo que un joven se acerca al hombre que hasta hace unos segundos me estaba tocando, intercambian algunas frases y luego caminan hacia uno de los apartados que rodean la pista.

El hombre que ingresó tras de mí se acuesta y comienza a beber su whisky mientras el más joven besa su cuello. Va bajando por sus pectorales y su abdomen y cuando llega a su entrepierna libera una erección firme y de tamaño importante y la comienza a lamer.

Me giro nuevamente a mirar a la rubia que entró con él y veo que también está mirando la escena, mientras recibe besos en el cuello de otro hombre que masajea sus pechos con una mano y acaricia sus genitales con la otra.

La mirada de la mujer se encuentra con la mía y me dedica una sonrisa.

Siento mi sexo palpitar. Todo esto me parece sumamente sexi. Nunca había visto a otras personas tener sexo y ahora, justo frente a mí, hay todo tipo de prácticas interesantes.

Decido caminar un poco por el lugar, estudiando la dinámica. Evidentemente las personas no se tocan sin antes hablar, lo cual me da una tranquilidad extra. No me gustaría sentir mi cuerpo invadido por manos o besos sin que de alguna forma yo los haya aceptado.

Miro a las personas que bailan en el centro de la pista y me parece sumamente sexi ver cómo sus cuerpos parecen tener una sincronización natural. No hay pasos acordados, no hay una coreografía, sin embargo todos parecen compartir un ritmo y una sensualidad innata.

Veo que también hay grupos que hablan animadamente, como si estuvieran en una discoteca común y corriente. ¿Vendrán en grupos de amigos? ¿Qué tipo de acuerdos tendrá este submundo que estoy comenzando a conocer?

Mi vista se centra en dos chicas y un chico, que conversan divertidos mientras toman una bebida negra. Una de las chicas es más rellenita, con pechos exuberantes y un trasero bien cargado, mientras la otra es más delgada, pero también con curvas importantes. Pero lo que realmente me llama la atención es el hombre que las acompaña.

Tiene el cuerpo marcado y una sonrisa amplia y blanca, que al desplegar hace aparecer unos hermosos hoyuelos en sus mejillas. Repaso con la vista sus brazos y me detengo a mirar sus tatuajes, tiene el pectoral y hombro derecho prácticamente cubiertos de tinta negra, por imágenes masculinas e interesantes. Quisiera deslizar mi lengua por cada uno de esos dibujos, pienso mientras bajo la vista hacia si entrepierna sin disimulo.

Cuando mis ojos vuelven a su rostro veo que me está mirando fijamente, y ahora su sonrisa ya no es divertida, sino sexi y sugerente.

Me giro sin poder evitarlo, por la vergüenza que me generó ser descubierta espiando su entrepierna. Me apuro en beber el contenido de mi copa y me repito mentalmente que no debería tener vergüenza, después de todo estamos en un club de sexo, se supone que esto es justamente lo que todos los presentes vinimos a hacer. Respiro profundo y giro, decidida a sostenerle la mirada, pero entonces veo que están solo las dos chicas, que ahora bailan tocándose mutuamente.

Miro a los alrededores y no lo encuentro.

-¿Se te perdió algo? –Dice una voz varonil a mis espaldas.

Lo miro, colocándome de frente y afortunadamente es él. De cerca puedo ver sus ojos miel, varios tonos más claros que los míos y me invaden las ganas de arrancarle la máscara para ver su rostro completo, con la certeza de que encontraré algo digno de admirar.

Tomo coraje recordándome que vine a divertirme y experimentar, así que miro las habitaciones de arriba y decido tantear mi suerte con un número al azar.

-Quizás. –Respondo coqueta, mirándolo de arriba abajo con descaro. -¿Me acompañarías a buscarlo arriba, en la habitación trece?

Sus ojos se abren mucho en una expresión de asombro total y nuevamente me sonríe con picardía, haciendo aparecer sus hermosos hoyuelos.

-Claro, vamos… -Dice tomando mi mano y caminando hacia la escalera.

Lo sigo nerviosa pero emocionada y cuando la puerta de la habitación se abre entiendo el motivo de su asombro al escuchar el número. Toda la habitación tiene adornos de cuero negros y en el centro, en vez de una cama, hay una inmensa cruz de madera, acompañada de cintas que cuelgan desde el techo.

-¿Quizás quisiste decir “tres”, no “trece”? –Acota el tatuado. Lo veo recostado por el marco de la puerta, con expresión divertida, y me doy cuenta que no tiene sentido fingir, cuando es obvio que fui descubierta.

-No, claramente tiré un número cualquiera. ¿Sugerís alguna otra? –Contesto cruzando mis brazos sobre el pecho, esperando una iniciativa de su parte.

Él no me contesta pero se acerca y me toma de la mano nuevamente. Salimos de la habitación y caminamos por el pasillo.

-Las habitaciones cuyo número está iluminado son las que están libres. Cada diez, comienzan a cambiar la temática, las primeras son simples, del diez al veinte son sado, y así… -Me explica mientras caminamos hacia las habitaciones de números más bajos, lo cual agradezco mentalmente, ya que probar tantas cosas nuevas en un solo día sería demasiado.

Entramos a la habitación ocho y encuentro un hermoso cuarto, similar a la habitación de un hotel elegante. Las sábanas son de un gris oscuro, acorde a la decoración de tonos negros y grises mezclados. Todavía estoy mirando el lugar cuando siento su cuerpo rozando el mío, a mis espaldas.

Corre el pelo que me cae hacia un hombro, dejando mi cuello libre, y comienza a besarme suavemente. Cierro los ojos dejándome llevar por el momento. No puedo evitar pensar que estoy por tener sexo con un completo extraño, con alguien de quien solo conozco el cuerpo, nada más, ni si quiera el rostro o su nombre. Sacudo la cabeza tratando de despejar las dudas para disfrutar lo que él me está haciendo sentir y finalmente lo consigo, cuando pego mi trasero a su miembro sintiéndolo firme y duro, listo para pasar a la acción.

Llevo mi mano hacia allí y lo acaricio sobre la ropa, mientras él imita mi gesto acariciando uno de mis pechos con la mano derecha y deslizando la izquierda por mi vientre desnudo, en dirección a mi entrepierna.

Antes de que logre llegar me volteo hacia él, quedando de frente, y rodeo su cuello con mis brazos, para llegar mejor a su boca. Nuestras lenguas danzan, entendiéndose a la perfección y luego de unos minutos me alza por la cintura para depositarme en la mullida cama. Se coloca sobre mí, hincando sus rodillas en el colchón y comienza a bajar sus labios por mi cuello.

Libera mis senos del corpiño y besa mis pezones sin que nada se interponga entre su lengua y mi piel. Muerde, lame y succiona mientras fricciona su miembro con mi centro, haciéndome estallar de placer.

Siento la electricidad recorrer mi cuerpo y me pego más a su miembro, mientras me muevo rítmicamente, procurando un orgasmo que no tarda en llegar. Gimo sin disimulo e inmediatamente después él se aleja y me mira con una sonrisa sobradora.

-No me esperaste, que apurada. –Deja un suave beso en mis labios y yo lo obligo a girar en el colchón para quedar debajo de mí.

-No te preocupes, ahora te toca. –Respondo también con una sonrisa traviesa, mientras comienzo a recorrer su pecho con mis labios.

Llevo la mano a su entrepierna y masajeo su miembro, mientras mi lengua se detiene en cada uno de los tatuajes que tanto deseaba besar. Sigo camino por sus marcados abdominales y cuando llego a su ropa interior, la bajo mirándolo a los ojos.

Ver su mirada encendida de pasión solo hace que me sienta más sexi y atrevida. Miro su miembro, que está latiendo entre mis dedos, completamente listo para mis movimientos, y me sorprendo al encontrarlo tan grueso y firme. Humedezco mis labios y comienzo a depositar besos cada vez más mojados en su glande. Siento el sabor de sus primeros fluidos en la punta de mi lengua y me excito aún más con su receptividad. Hacía demasiado tiempo no me sentía tan deseada, tan poderosa frente a un hombre.

Comienzo a mover la cabeza hacia arriba y abajo, rítmicamente, para hacer que llegue más profundo en mi garganta, mientras con la mano acaricio sus testículos. Lo escucho soltar pequeños gemidos de placer mientras mueve las caderas acorde a mis movimientos.

Siento que su miembro late con fuerza y pienso que se va a correr en mi boca, pero entonces se sienta y me levanta, de un tirón rompe mis bragas y lo primero que pienso es en cómo saldré de esta habitación, si era lo único que llevaba puesto. Pero no puedo pensar mucho, porque antes de que pueda reaccionar, me toma de las caderas y me hace sentar sobre su miembro, que de un solo movimiento me invade, haciendo que todo en mí se contraiga de placer.

Comienzo a moverme mientras su lengua experta sigue estimulando mis pechos y siento un nuevo orgasmo próximo a invadir mi cuerpo. Acelero los movimientos pero él me detiene frenando mis caderas. Lo miro con enojo y estoy por protestar, cuando habla.

-Esta vez me vas a esperar. –Su voz ya no suena divertida sino autoritaria y juraría que hasta más grave.

De un solo movimiento me levanta y me sienta sobre un mueble, tira mis hombros hacia atrás, haciendo que los recueste por el espejo que se encuentra tras de mí y comienza a penetrarme con movimientos rítmicos y profundos, que lo hacen llegar más lejos dentro de mí. Me toma con ambas manos de la cadera y comienza a moverme a su antojo. No tardamos en aumentar la velocidad del movimiento, como si ambos cuerpos estuvieran buscando exactamente el mismo ritmo y cuando siento el orgasmo asomar nuevamente lo escucho gemir con más fuerza y entiendo que es el momento, me dejo llevar y ambos nos fundimos en una explosión de placer compartido.

-Valió la pena la espera. –Bromeo cuando logramos ralentizar nuestras respiraciones.

Él sonríe y se aleja un poco, separando nuestros cuerpos. Me tiende una mano para ayudar a que me incorpore y ambos nos dirigimos hacia la cama. Se acuesta y extiende su brazo invitándome a acompañarlo.

Pienso por un momento que quizás sería demasiada intimidad. No me siento lista. Por lo que decido obviar su invitación. Sonrío y levanto mis bragas rotas del piso mostrándoselas.

-¿Y ahora cómo se supone que salgo? –Pregunto desfiante.

El me devuelve la sonrisa y se gira en la cama, alargando su brazo hacia la mesita de luz. Abre el cajón y saca otras iguales. Me sonríe mientras las mueve invitándome a buscarlas. Sigo su juego y me acerco a él para alcanzarlas pero las lleva más lejos por lo que debo inclinarme más sobre su cuerpo. Cuando me tiene en el aire, casi sobre él, me toma de la cintura y me tira al lado suyo nuevamente.

Ambos nos reímos y él comienza a regar besos cortos por mi cuello, haciéndome cosquillas.

-Te las cambio por tu nombre. –Dice el tatuado, sin dejar de sonreírme con dulzura.

Me paralizo de solo pensar que alguien pueda saber que estuve acá y evidentemente él advierte el pánico en mi rostro, porque simplemente me entrega la pequeña tela que necesito y me da un beso suave en los labios.

-No te preocupes, supongo que para eso te tendré que esperar yo a vos.

Me coloco la lencería y vuelvo a depositar un beso en sus labios.

-Gracias. –Digo en su oído y salgo de la habitación, sintiendo que todo fue tan irreal que parece un sueño.

Cuando la puerta se cierra tras de mí, corro hacia una columna, esperando que no me vea al salir. Prefiero que todo quede allí, en esa habitación.

Solo unos minutos después lo veo salir, buscando algo con la mirada hacia ambos lados del pasillo. Supongo que estará intentando dilucidar para dónde me fui con tanta rapidez. Pero entonces camina hacia la escalera.

Me muevo buscando un ángulo que me permita seguir su recorrido en la planta baja.

Cuando aparece, en los últimos escalones, lo veo dirigirse hacia la barra. Habla con el camarero y se gira mirando la pista. Lo veo registrar insistentemente la escalera, quizás sigue esperando que aparezca por allí. Cada tanto levanta la vista pero no puede verme desde donde estoy. Una hermosa mujer de cabello negro, muy corto, se le acerca y ambos se saludan con simpatía. Los celos me invaden… ¿Será capaz de acostarse con más mujeres esta noche? La idea me da asco y solo espero que no lo haga. Maldigo mentalmente por no haberme quedado con él, por no haberlo retenido por las horas que restan.

Veo que la mujer lleva su mano a la entrepierna del tatuado y mi sangre hierve de enojo, pero entonces él toma su mano y la aleja. Le dice algo al oído y se gira hacia la barra para tomar su vaso. Bebe el contenido de un solo movimiento y camina decidido hacia una puerta, dejando a la mujer visiblemente ofuscada.

Sonrío victoriosa hasta que me doy cuenta que no sé dónde lleva esa puerta que atravesó. Corro hacia allí y cuando se abre encuentro un pasillo igual a aquel por el cual ingresé a la fiesta. Sigo las flechas luminosas y llego hacia una puerta, que nuevamente se abre sola para mí, y entonces me encuentro con la misma sala de la entrada.

Repaso mentalmente y no me figuro la posibilidad de que esta puerta, que parecía ubicarse en el extremo contrario del salón, lleve hacia el mismo lugar que la de la entrada. Entonces entiendo que esa es justamente la finalidad, perder a las personas para que entremos y salgamos por lugares diferentes. Por eso las flechas, las indicaciones, etc.

La misma rubia que me ayudó al ingresar, ahora me acerca el tapado sin si quiera preguntar mi nombre. La organización de este lugar me sorprende una vez más.

-Afuera va a encontrar taxis seguros, esperamos que haya disfrutado su estadía.- Dice con una sonrisa, mientras me muestra la palma de su mano vacía. Entiendo que espera que le entregue el antifaz, por lo que me lo saco y lo dejo sobre su mano.

La mujer se gira, señalando la puerta con amabilidad, y yo salgo por ella. El frio de la madrugada me invade, devolviéndome a la realidad.

Sin pensarlo dos veces le indico al conductor la dirección de un bar cercano a mi departamento y voy directo en busca de unas copas, dispuesta a terminar mi noche alivianando toda tensión, con la ayuda del alcohol.

Lorena

El sonido de la alarma del cronómetro de Fausto me aparta de los recuerdos y comienzo a calcular cuánto tiempo estuve perdida en ellos. Vuelvo la vista hacia mi psicólogo y veo nuevamente la frustración en su mirada.

-Supongo que nos veremos nuevamente en la próxima sesión. Necesito que evalúes seriamente si estas dispuesta a sacarle provecho a nuestros encuentros. Es completamente inútil seguir así. –Al finalizar su sermón se incorpora y me abre la puerta, invitándome a salir.

Camino por el pasillo en silencio, calculando las fechas. Hoy hacen exactamente veinticinco días desde la noche del Maskerade. Veinticinco noches pensando en el hombre tatuado, veinticinco días sin haber dejado uno solo de ellos de preguntarme por qué no acepté decirle mi nombre o pedir que me dijera el suyo.

Desde aquel encuentro, no paré de buscar esos tatuajes en cuánto hombre se cruza en mi camino, pero claramente no los encontré.

Las fechas vuelven a mi mente, en diez días será el primer sábado de mes. Lo que significa que habrá un nuevo encuentro de la sociedad sexual a la que llegué de casualidad. Quizás puedo ir, solo para buscar al hombre que acapara mis fantasías. Me aliento pensando que justamente en la fiesta casi no tomé alcohol, por lo que ir con el compromiso de no beber es una posibilidad.

De cualquier forma tengo todavía tres días para pensarlo, total la confirmación de presencia y el pago de la entrada se hacen con una semana de anticipación.

Camino hacia el jardín y me pierdo en los senderos, pensando en todas las cosas que vienen a mi mente luego de haber destapado el recuerdo del Maskerade.

¿Cómo supo Fausto de ese lugar?, me pregunto inicialmente. Repaso las opciones y recuerdo que al ingresar me dieron una pequeña encuesta con varias preguntas, una de ellas ponía “¿Qué situaciones/cosas/personas me hicieron entender que debía ingresar al Complejo de Salud Mental?” y yo, inocentemente, pensando que sería una mera instancia de reflexión, que nadie leería, coloqué, entre otras cosas “Maskerade”. Ahora agradezco no haber aclarado más, aunque sé que eventualmente deberé abrirme con el psicólogo.

Me siento en un banco frente al lago y me permito repasar todo lo que el Maskerade me hizo sentir. Esa noche fue increíble, disfruté como hacía tiempo no lo hacía y me sentí completamente libre y motivada. Pero cuando lo pienso, hoy por hoy, no puedo evitar sentirme sucia. Me acompleja que un hombre completamente desconocido haya disfrutado de mi cuerpo, un hombre del que ni si quiera me acuerdo. Y claro que no hablo del tatuado, sino de lo que sucedió solo una semana después.

Repaso mis recuerdos y me parece que estoy allí nuevamente, en el sucio banco de un bar de mala muerte, casi al borde de perder la conciencia por el alcohol, cuando un hombre se me acerca y comienza a hablarme. Recuerdo no poder enfocar bien mi vista en él, pero el pensamiento de que quizás otro desconocido podía hacerme sentir como el tatuado me lleva a tomarlo de la mano y dirigirlo al baño más cercano.

Siento las náuseas formarse en mi estómago cuando recuerdo el roce de sus manos en mis pechos y las embestidas de su miembro, mientras me penetraba sin generarme la menor satisfacción, en el diminuto baño. No sé si mis recuerdos son correctos, pero en ellos la secuencia dura solo unos breves minutos, los suficientes para que el hombre acabe dentro de mí, sin haberme hecho disfrutar ni un poco del encuentro.

Respiro profundo mientras una lágrima cae por mi mejilla y me repito una vez más que tengo que perdonarme, que fue solo un momento y no se repetirá. Descargo mi frustración tirando una piedra al agua, haciéndola llegar lo más lejos posible.

-Esto para el mugroso bar de esa noche. -Digo al lazar mi primer misil.

-Esto para el sucio hombre que se aprovechó de mi estado. –Continúo, con la segunda piedra.

-Y esto para el tatuado, que abrió una puerta que jamás debería haber abierto. Grito mientras voy por la tercera descarga, que me hace sentir más libre.

Me encorvo, apoyando las manos en las rodillas y dejo las lágrimas brotar sin contener nada. Vuelvo al banco y me quedo unos minutos más, hasta lograr calmarme.

Necesito perdonarme, necesito sanar, necesito volver a ser yo… Aunque quizás lo que necesito es volver a descubrir quién soy, porque de quien alguna vez fui, creo que no queda nada.

Seguir leyendo

Quizás también le guste

Otros libros de Luciansa Sommer

Ver más
Capítulo
Leer ahora
Descargar libro