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¿Quién embarazó a Katie?

¿Quién embarazó a Katie?

Angie Pichardo

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Capítulo

Katie Robert es una joven mujer que se acaba de graduar de la universidad y con poca experiencia en la vida, puesto que se crio con padres estrictos, intolerantes y ortodoxos; por lo tanto, ella ha vivido bajo las exigencias de sus progenitores, quienes le han inculcado que su único enfoque deben ser los estudios para conseguir un trabajo decente. Su mundo se derrumba cuando ella se emborracha por primera vez y, como resultado de su estado de embriaguez, esta se escabulle por accidente en uno de los cuartos para clientes exclusivos, donde un extraño la confunde con una prostituta. Tiempo después, Katie descubre que quedó embarazada gracias a ese encuentro, pero lo peor es que no tiene ni idea de quién podría ser el padre; sin embargo, en su nuevo trabajo empieza a sospechar que quien la embarazó podría ser su nuevo jefe o el hijo de este.

Capítulo 1 1

Las luces neón resplandecen de manera confusa y se unen a la música movida y abrumadora, como si fuera su cómplice y tuviera el objetivo de torturarla de una manera sutil y fastidiosa.

Con pasos lentos y torpes, la chica de tez morena, cabello rizado de color negro y mirada oscura, camina en medio del gentío de cuerpos sudorosos que bailan eufóricos; sus movimientos extraños los hacen lucir como si estuvieran poseídos por algún mal, quien sería el responsable de hacerlos actuar similar a seres irracionales y estúpidos, según el criterio de la mujer.

«¿Por qué estoy aquí? No debí venir a este lugar», se cuestiona arrepentida de haber cedido a la locura de su amiga.

—¡Katie! —El alivio llena su ser cuando escucha a Silvia, quien se abre paso entre los borrachos o drogados que se comportan de una manera salvaje, para llegar hasta donde se encuentra la mulata.

—¿Dónde te metiste? Sabes que odio estos lugares y tú simplemente desapareces y me dejas aquí tirada —reclama con los nervios de punta y al borde de las lágrimas. Es la primera vez que visita un sitio de esos, por lo tanto, se siente fuera de lugar.

—¡Qué exagerada eres! —Hace una mueca con la boca y entorna los ojos—. Vinimos aquí para divertirnos.

—No lo sé... —Se muerde el labio inferior—. Nos colamos a una disco que está fuera de nuestro alcance, aparte de que aquí las personas son raras y hasta parecen que se drogan o algo por el estilo. No le encuentro diversión a esto, si te soy sincera.

—¡No seas aburrida! —Se rasca la nariz con desesperación—. No todos los días tendremos la oportunidad de disfrutar como lo hacen los ricos. Deberías estar agradecida de que te invité; ¿por qué no aprovechamos que estamos rodeadas de hombres podridos en dinero y nos buscamos un Sugar Daddy?

La morena la mira como si hubiera hecho un chiste sin gracia y se cruza de brazos.

—Estás loca. No haré tal cosa, tampoco podría divertirme aquí. Para mí esto no es la definición de disfrutar, en serio. —Mira a su alrededor con asco mientras aprieta la punta de la falda de su vestido nuevo.

—¡Ahí está! —vocifera Silvia con una alegría exagerada e ignora todo lo que ella ha dicho.

Va a quejarse, pero ver al chico que le gusta venir en su dirección la petrifica, así que no es capaz de articular ningún reclamo.

«¿Qué hace Paul en este lugar?», se pregunta mientras trata de controlar los nervios que la atacan.

—Hola, Katie —la saluda él con esa sonrisa linda que la descompone.

—H-Hola... —tartamudea como tonta.

«¡Ay, no! Si sigo comportándome como una tarada nunca lograré concretar nada con él», piensa mientras mira al piso con vergüenza.

No entiende su timidez ante Paul si este le ha demostrado que ella le gusta y hasta la invitó a comer helado la tarde anterior. En ese momento no supo qué responderle, así que optó por decirle que estaba muy ocupada, pero que le avisaría en cuanto se desocupara. Por supuesto, ella peleó consigo misma al llegar a casa y refugiarse en su habitación. Desearía ser más suelta con él, sin embargo, su mente se vuelve un caos cuando lo ve y hasta pierde el control de sí.

—¿Ves?, la noche se pone interesante —le susurra Silvia al oído con ese tono pícaro que la ha metido en problemas antes.

Ella asiente atolondrada porque a lo único que le presta atención es al chico de cabellera negra rizada que está frente a ella, con su ropa lustre y moderna, y ese perfume suave que tanto le gusta. En realidad, todo lo que tiene que ver con él le encanta.

Katie sonríe tímida y los tres se dirigen a la barra.

—Podemos pedir lo que queramos, mi hermano tiene pase libre de parte de la empresa donde trabaja, así que lo que gastemos lo pagará su jefe —informa Silvia con entusiasmo.

Katie se muerde el labio inferior ante las palabras de ella, debido a que se le ocurre la idea de beber alcohol para soltarse y de esa manera poder coquetearle a Paul, ya que en sus cinco sentidos sabe que no sería capaz.

El primer trago le arde en la garganta, razón por la que, tanto ella como su amiga, hacen una mueca de desagrado.

—Chicas, no me digan que nunca han tomado alcohol; digo, acaban de graduarse de la universidad y todos allá nos íbamos de rumba los fines de semana —inquiere él sorprendido.

—Es la primera vez que bebemos este tipo de alcohol porque solo hemos tomado vino y cerveza, sin embargo, nunca nos hemos emborrachado —responde Silvia con una sonrisa coqueta que no le gusta a su amiga.

Katie toma otro trago para ser capaz de lidiar con la incomodidad que le provoca la mirada de deseo que le atina Paul a Silvia, de igual manera, espera con todo su corazón que su percepción sea solo parte de su imaginación e inseguridad. Los minutos pasan y el ambiente se torna incómodo, puesto que Paul y Silvia intercambian miradas de flirteo y mantienen conversaciones entre ellos, haciendo a un lado a Katie.

Ella ha tratado de intervenir y ser parte de la charla, no obstante, su amiga se encarga de opacarla e interrumpirla para tomar el protagonismo de la conversación. Katie pide otro trago para lidiar con el dolor que le quema el pecho, al tiempo que trata de mirar a otro lado, en vez de encarar a su amiga y enamorado, puesto que estos ya han subido un poco de tono sus coqueteos y, se han acercado tanto, que pareciera que Katie sobra en el lugar

—¡Vamos a bailar! —espeta la pelinegra de cabello lacio y largo, quien se levanta de su asiento con movimientos sensuales de cadera; con ese meneo aprovecha para mostrar las curvas que son resaltadas por el vestido negro de tela engomada, que se ajusta a estas a la perfección.

Paul la sigue con movimientos divertidos y atrevidos, y no pasa mucho tiempo para que estos se muevan al ritmo de la música movida dentro de la pista, se manoseen en el acto y terminen besándose.

Katie, al caer en cuenta que volvió a perder a un posible novio que ha caído en los encantos de su amiga, no puede evitar las lágrimas de frustración. Quizás si ella fuera más bonita, tuviera el tono de piel más claro y un rostro elegante, el resultado de esa salida fuera diferente.

Pero no, es su amiga la que siempre sale airosa en todo. Es Silvia quien termina conquistando a todos los chicos en quien ella se interesa, se divierte un tiempo con ellos y luego los deja. Con el corazón destrozado, pide más tragos como manera de anestesiar el dolor, la desilusión y la frustración que la embarga.

Lo que más le molesta, es que ella le había dicho a su amiga que se había enamorado de él, asimismo, le contó lo emocionada que estaba cuando este por fin se atrevió a abordarla y la invitó a salir. Esa, más que el despecho y los celos de verlo en brazos de otra mujer, es la rabia que le despierta el querer golpear a Silvia hasta el cansancio, mas nunca se dejaría controlar por ese comportamiento tan irracional.

—Soy una tonta... —balbucea con tristeza—. Debí decirle que sí al instante, quizás así ya hubiéramos sido novios y él no se dejaría seducir por Silvia.

Ella aprieta el vaso de vidrio que ya está vacío y pide otro trago.

Una hora más tarde, camina mareada entre el gentío que baila desenfrenado, en busca de un tocador. Sus sentidos no están al cien por ciento y sus pasos son torpes. Ella visualiza una puerta y supone que es el baño, mas al no encontrar el retrete se agacha, se baja la ropa interior y se orina en el piso pulido.

—Ya estás aquí. —Escucha, pero está tan borracha que solo se le ocurre reírse y subirse la braga.

El dueño de la voz gruesa la acompaña en su risa, como si este también estuviera bajo los efectos del alcohol o alguna droga.

—¿Eres Paul? —Ella ríe con más fuerza—. Te mostraré de lo que te estás perdiendo. —Se saca el vestido azul y se queda en ropa interior. Aquel extraño observa el cuerpo perfecto de la morena y se lame los labios por instinto, entonces se acerca a ella y vuelve a reír.

—Tienes un cuerpo de infarto y tú cabello rizado es hermoso. —Ríe otra vez porque se siente un idiota al hacerle un cumplido a una ramera, a quien solo le interesa hacer su trabajo para irse con otro cliente.

—Tú eres muy apuesto, por eso me enamoré de ti —responde con ojos cristalizados.

—Eres buena en tu trabajo, hasta me dio un escalofrío cuando mencionaste esas palabras —dice divertido y suelta otra carcajada.

Ella se une a su risa, mas, después de reír junto a él por un largo rato, le envuelve los brazos alrededor del cuello, se pone de puntitas para alcanzarlo y lo besa.

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