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La encrucijada del escorpión

La encrucijada del escorpión

Milerna Doménico

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Capítulo

Samuel Raine, joven millonario que logró todos sus triunfos luego de ser adoptado por la poderosa familia Raine, debe renunciar a todo lo que poseía, pues su padre adoptivo que siempre lo detestó, dejó un hijo por fuera del matrimonio, pero que sí llevaba su sangre, y es a este último a quien deja toda su herencia luego de morir. Samuel es despojado de todo y enviado a un reformatorio hasta que cumpla la mayoría de edad, que sucedería en un año. En este sitio se encuentra con Joel Wilde, un viejo enemigo de escuela, que a pesar de lo mal que pueda tratarlo, se muestra compasivo ante su penosa situación. Poco a poco, entablan una relación amistosa, que luego lleva a Samuel a descubrir que sí existe una persona en el mundo que lo quiere. Sin embargo no todo es felicidad y años más tarde, Joel cae rendido ante los pies de un CEO enigmático y extravagante, que lleva una máscara plateada sobre la parte derecha de su rostro, según él para ocultar unas imperfecciones causadas por un accidente. Este hombre se llama Oliver River, y decide hacer todo lo posible para quedarse con Joel Wilde. Contada en intervalos dede pasado a presente, " La encrucijada del Escorpión" es una historia de odio y venganza, de dos seres humanos que prometen amarse. Joel quiere cumplir era promesa, pero se le hace muy difícil cumplir al ser picado por el veneno de amor y pasión que es la existencia de Oliver River.

Capítulo 1 La Encrucijada Del Escorpión

Primer cuento de Escorpiones:

Alguna vez, en un bosque lejano, un joven escorpión necesitaba con urgencia atravesar un pequeño lago para ir de nuevo a casa. Pronto hacia él se acercó una tortuga y le pidió que lo ayudara a pasar, ésta no se negó y lo llevó arriba de su caparazón. En mitad del lago, la tortuga sintió una punzada muy fuerte, supo que el escorpión la había picado y sentía como su veneno mortal le recorría el cuerpo.

—¡Pero qué hiciste, ahora moriremos ambos! —reclamó la tortuga que empezaba a hundirse.

—Lo siento, pero así es mi naturaleza.

"Es la naturaleza de los escorpiones hacer daño, no importando si se lastiman ellos mismos..."

***

No tuvo más opción que soportar el enorme peso de no ser un legítimo Raine, y ver como su sangre advenediza se corroía frente a la pureza de la verdadera tiranía. No había a dónde ir ni a quién preguntar qué era lo que estaba pasando. Su corta vida como hijo heredero se estaba acabando, la estaban tirando al desagüe hacia un lugar del que no se podía rescatar nada, un lugar donde olvidaría lo que era.

Vio con dolor absoluto como le acercaban lo papeles y tuvo que abstenerse de preguntar. ¿Quién iba a decir que su padre adoptivo tuviera tan fuerte As bajo su corrupta manga?, el hombre nunca perdió las esperanzas de ver al hijo bastardo que le quitó el amor de su esposa, humillado y con la cabeza abajo. Consiguió parte de sus propósitos, pero Samuel, jamás bajaría su frente, no importando lo mucho que el alma le estuviera doliendo. Su habitación ya no sería más el refugio de su soledad, ni la oficina en la que soñaba estar algún día, sería la torre para ver el mundo como un dios, ahora viviría su vida como un mortal, muy pobre y muy solo. Sin embargo, agradeció que a su pequeño hermano, también adoptado por la familia Raine, le hubieran dado un trato diferente.

—Señor Samuel, por favor, firme en este último lugar y todo estará terminado. —Como si firmara su sentencia, el ya no «Raine», al menos en poder, tomó la pluma en sus dedos y firmó lo que la mujer, madre del ahora heredero, había designado para su vida. Que irónicas eran las palabras del abogado, todo estaría terminado, todo se consumiría, moriría de seguro, ya no sería heredero, ya no sería rico, ya no sería un Raine.

¿Imaginó alguien acaso que Peter Raine, jugó con su sexo inquieto y engendró un hijo legítimo sin que nadie lo supiera? Peor aún ¿imaginó alguien que ese heredero sería la pieza que Peter manipularía desde el más allá, para desposeer de todo, a Samuel, quien todo se lo arrebató?.

Nadie lo creería, pero la mujer que llevó la sangre sucia en su vientre pondría a su hijo, el legítimo de sangre, a la cabeza de las mesas Raine, despojando al joven que fue sacado de un orfanato para que controlara ese mundo. Ahora, regresaría a otro. Peter debió odiarlo mucho como para dejar un testamento alterno que dijera que su hijo perdido heredaría a la edad de 18 años sin importar quien o quienes estuvieran en la cima de las industrias.

Terminó de firmar el joven altanero, de mirada como el cielo. La mujer, la madre del nuevo Raine, le miró y se sonrió con malicia, la misma que tenían las brujas, las reales.

Su destino ahora con apenas 17 años, era el ir a vivir a un internado que le designaron los abogados, uno fino, uno muy a su altura, hasta que cumpliera la mayoría de edad y saliera a hacer su mundo, junto a su hermanito. Vio entonces como el otro chico se sentó en su antes trono, no obstante, Samuel se dijo para sus adentros que volvería victorioso a ese lugar.

—Señor Raine... señor Samuel, lo llevaremos ahora mismo al internado, síganos de inmediato, el trayecto será corto y sus cosas ya se encuentra allá.

Samuel viró a verlos a todos y su expresión como era costumbre asustó, profetizó. Volvería. Por ahora debía someterse pues sus años no alcanzaban para sus propósitos.

—Jovencito, te aseguro que dejas la compañía en excelentes manos, ¿Qué mejor que un verdadero Raine para manejarla? —y la mujer se sonrió de nuevo con malicia, sabiendo cuán perjudiciales eran esas palabras para Samuel. Hasta ahí habían llegado todos sus esfuerzos, sus luchas, su sueños por hacer en un futuro de esa compañía un asunto de bien. Se subió al auto con el uniforme que debía de nuevo portar, y se sintió extraño, él no usaba esas prendas desde hacía mucho tiempo, desde que fingía aprender cosas que él ya sabia con un grupo de niños jugando a diseñar. Se sentía incómodo pero sabía hacia donde se dirigía esa incomodidad, ya no era el dueño de nada ni de nadie, ya no podía combatir por el trono de las empresas de tecnología. Porque su tiempo había expirado, caducó por fin su licencia para gobernar y se volvió una persona más, un susurro en las bocas de los empresarios que extrañarían del futuro joven CEO su ingenio para divertirlos, pero el tiempo sería la amalgama perfecta entre neblina y olvido.

Pronto entonces, el nombre de Samuel Raine se convertiría en murmullo, ya no dolería extrañarlo y cuando no dolía, se empezaba a olvidar y cuando se olvidaba era como si jamás se hubiese existido, así entonces Samuel Raine dejó de hacerlo.

***

Lo llevaron muchas horas por un camino que él nunca había recorrido, tenía mucha hambre y sentía miedo que su estómago empezara a replicar por ser atendido. Por fin el auto se detuvo en un lugar, que no parecía ser del que le habían hablado.

—Jovencito, bájate, ya llegamos.

—Espere un momento, este no es el internado que me fue asignado, no moveré un pie fuera de este auto sin que me explique que sucede.

—¿Se le olvidó acaso, señor, que usted no es más que un bastardo ahora?, agradezca que tiene al menos un lugar donde dormir, si no le gusta, también podemos sacar a su hermano, que sí está en un bello lugar. O si lo prefiere, también la calle puede hacerle los honores. Ahora, ¡baje del auto y siga al abogado que hablará con el director de este lugar!

Lo sacaron a la fuerza y tuvo entonces el joven el primer contacto visual con el exterior de la que sería su casa por lo menos un año. Era un reformatorio, nada más y nada menos. El soñado internado se reducía a una escuela con barrotes y mala actitud. Todos lo conocía y las miradas de burla hacia su ser no se hicieron esperar. Mas Samuel, nunca bajó la cabeza ni dio el gusto a nadie de verlo herido.

Los rostros eran de terror, miradas de odio, deseo y muerte se encontró en el corto trayecto que lo llevaba de la entrada a la tan mencionada oficina del director. Lo recibieron sin bombos ni platillos, sin reverencias, lo recibieron como un chico más en el mundo. Entonces lo supo, la madre del otro Raine, quería asegurarse de tenerlo lo más lejos posible de la vida glamurosa para que no hiciera contacto alguno con el exterior y así fuera sólo un hombrecillo y minar por completo su anhelo de salir de ahí, a ser de los mejores empresarios, como era el augurio.

—Señor, Samuel Raine, acompáñeme al salón donde tendrá sus clases de ahora en adelante. Este es un reformatorio donde traen chicos problema, le recomiendo que cambie su actitud o harán que la cambie a la fuerza. Aquí todos son iguales a usted, si no hace su trabajo, no come, si lo castigan los maestros duerme a la intemperie ¿entiende usted? —Pero Samuel no respondió porque aún no digería la idea de estar ahí. Su mundo se reducía ahora a un cuarto con muchas camas y en cada una de ellas una miseria diferente.

Llegó por fin al salón donde tendría su primera clase. Le parecía absurdo que hacía unas horas, aún él era el heredero absoluto de Raine Corp. y ahora era un pez más en un río de agua sucia. Todos lo miraron y lo reconocieron, todos rieron por lo bajo, la mayoría no entendió que hacía ese hombre ahí. Fue presentado como uno más que conviviría en esa cárcel y que fingiría en convertirse en un hombre de bien, aunque ya lo fuera. Samuel inspeccionaba los rostros sorprendidos de aquel salón, y su ceño se frunció en sorpresa cuando vio uno muy conocido que lo miraba como si viese un muerto andar. Ambos se correlacionaron en ese instante y se preguntaron internamente que diablos hacía ahí cada uno.

—Señor Raine, por favor siéntese en el lugar que queda libre al final de esta fila y saque su libro de consulta que se encuentra en su escritorio. No pienso perder más tiempo de mi clase.

Samuel miró con desprecio al profesor pero aún así obedeció, sentándose en el lugar que le indicaron y entonces pasó junto a la única persona que conocía en ese lugar, el mismo al que había antes tratado con desprecio, ese de ojos marrón y cabello rubio, que le siguió con los ojos hasta que tomó su lugar.

—Señor Wilde, si terminó de deleitarse con el señor Raine, espero que ahora preste atención. —Las carcajadas se escucharon al unísono en el salón, mientras Joel, intentaba aclarar su mente y saber qué rayos hacía ahí el ricachón de Samuel Raine, exponiéndose a la porquería que era ese sitio. A su vez, Samuel, que estaba mucho más atrás, no dejaba de verlo preguntándose que hacía ahí el descerebrado de Wilde, cuando debía estar metiéndose en problemas con su grupito de ignorantes y estúpidos amigos. Pero no había prisa, tendrían mucho tiempo para averiguarlo.

Las horas pasaron lentas entre una clase y otra, por fin entonces llegó la tan esperada hora de la cena. Raine moría de hambre y aunque no sabía donde quedaba el comedor y cómo era que tenía que pedir la comida aplicó el viejo refrán "a la tierra que fueres…" y así se enteró que debía tomar una bandeja en la que pondría mala comida, pero que le llenaría el estómago que estaba una vez más quejándose por la falta de atención.

Era el centro de atracción de eso no cabía duda, incluso algunos se aventuraban a creer que estaba ahí de incógnito para escoger chicos prodigios y llevarlos a trabajar en su corporación. Pero la verdad que ignoraban, era que fue despojado de todo y solo tenía lo que llevaba encima y lo que cargaba en un maletín tan pequeño, que no cabían todas sus desgracias. Cuando su bandeja estuvo llena, se sentó en una mesa lejos de todos para poder comer tranquilo. Se dio cuenta que diagonal a su lugar, en otra mesa, se sentó Wilde con la misma cara de pregunta que todos.

La barriga se le llenó solo con mirar la comida, que para su hambre era un manjar. Pero no a todos los llenaba de curiosidad su presencia, por eso cuando iba a dar la primera cucharada al plato, la bandeja salió volando por los aires y terminó estrellada con todo y cena en la pared alterna a él mismo.

—Anda niño rico, come tu comida como los perros —gritó un muchacho mucho más alto que todos ahí, que se carcajeaba al haberle tirado la bandeja al joven Raine. Los otros le temían, ese era un matón de primera y su pandilla dentro del reformatorio era muy conocida. Joel, que veía esto, rogaba al cielo que Samuel mantuviera su boca callada y no provocara a ese chico.

—No tengo necesidad de hacerlo, pero apuesto que has tenido que comer tanta basura que por eso encuentras esto divertido.

Bueno, hasta ahí llegaron las súplicas de Joel. El chico pandillero se le lanzó encima, pero Samuel supo esquivarlo muy bien, regalándole al busca pleitos una feroz patada en el estómago. El otro chico se le lanzó a las piernas y logró tumbarlo pero justo en el momento en el que iba a romperle la cara entró un guardia descomunal y los separó, sacándolos del lugar y enviándolos a cada uno a su habitación sin comer. Ese no sería un castigo si Samuel no llevara horas sin probar bocado y si la úlcera que se había ganado en sus días de estudiante no le estuviera haciendo un hoyo en el intestino.

Entró a la habitación que por lo visto compartiría con cinco más; se cambió la ropa y se metió bajo las cobijas a pretender que todo era una pesadilla y que cuando despertara, en el salón principal estuviera servido su suntuoso desayuno. Pretendió dormir, pero el dolor en la boca de su estómago lo estaba torturando.

—¡Toma! —gritó una voz conocida para él desde la puerta, mientras le tiraban lo que al parecer era una fruta. Atinó, era una manzana. La estrechó en su mano y levantó la vista para encontrarse con la mirada caramelo de Joel Wilde.

—Dime que haces aquí Wilde...

—Yo esperaba hacerte la misma pregunta ¿no se supone que estarías en tu corporación planeando algún nuevo negocio o algo así? ¿Qué rayos haces en este lugar "llenándote de amigos"? —espetó irónico el rubio.

—No sé me da la gana decírtelo. —Vio que Joel hizo una mueca de desagrado ante la respuesta y se quitó la camisa buscando bajo una almohada su ropa de dormir. Samuel lo miró muy intrigado y un tanto sonrojado hasta que por fin se atrevió a hablar. —¿Qué demonios estás haciendo?

—Me dispongo a dormir si su majestad me lo permite claro…

—No puedo creer que tenga tan mala suerte como para compartir esta pocilga contigo.

—¡Ja! —respondió Joel divertido—. No sé por qué estás aquí, pero ahora probarás los arrabales, señor. Y no creas, para mí también es un disgusto verte aquí.

Con lentitud, Joel se quitó la ropa ante la mirada de Samuel. Recordó por fin el joven de cabellos castaños, y a fuerza del dolor, que tenía una manzana en sus manos y comenzó a comerla con tal desespero que sorprendió mucho al joven Wilde.

—Duerme, mañana será otro día —dijo Joel en tono compasivo

—Dime qué haces aquí... —preguntó Sam en un susurro.

—Hice que mi estúpido padre se enojara más de lo normal y me envió a este sitio hasta que sea mayor de edad. Creo que no soportó que a pesar de la pesadilla que vivía con él yo fuera feliz con mis amigos. En fin, ya no se me da la gana decirte nada más, así que buenas noches.

El rubio que estaba en una cama diagonal a la de Samuel, cerró los ojos y se durmió en segundos.

Poco a poco fueron entrando los otros con los que compartiría esa habitación y para su sorpresa todos lo saludaron y le desearon una feliz noche. Se sintió entonces mejor, pues sabía que las penas propias no les daban tiempo para burlarse de las ajenas.

***

Fin capítulo 1

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