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La hija del CEO es mi rival

La hija del CEO es mi rival

Flagranti Amore

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Capítulo

Se escucha un disparo, luego otro, los asistentes a una reunión de exalumnos, corren para investigar el origen y motivo de los mismos, al abrir una de las recámaras, encuentran, inconsciente, con la pistola en la mano, en el piso de una recámara, a Viridiana Montero, y sobre la cama, está el cadáver de su mejor amiga, Estela Rivas, con un balazo en el pecho, así que llaman a la policía. Germán Domínguez, abogado, acude a ver a Wendy Martí, su exnovia, que se ha convertido en una conocida litigante, para pedirle que defienda a su esposa, Viridiana Montero, eterna rival de Wendy. Y precisamente, por Viridiana, es que Germán termina su relación con Wendy. Martí, no puede creer que aquello esté pasando, su acérrima enemiga, está acusada de homicidio con todas las agravantes. Los mejores abogados de la ciudad, le dicen al padre de Viridiana, que no se puede hacer gran cosa, sino buscar la reducción de una sentencia que tal vez sea de 25 años de cárcel. Ernesto Montero, padre de Viridiana y un importante CEO de la construcción, se encuentra desesperado, sabe que todo acusa a su hija y que él no puede hacer nada por evitar que vaya a la cárcel. Wendy, decide entrevistarse con Viridiana, antes de aceptar su defensa, por lo que acude a verla a la celda en donde la tienen recluida mientras integran la carpeta de investigación con la que la van a enviar a la cárcel de mujeres. Ellas no se han visto en varios años y su encuentro es tenso. Viridiana, con una falsa acusación, había intentado encarcelar a Wendy, y lejos de perjudicarla, le hizo un favor, ya que, gracias a ello, Martí, encontró en la rama del derecho penal, su vocación y pasión. Después de una entrevista, en la que Wendy, se da cuenta que Viridiana, le ha mentido ya que oculta o protege a alguien, decide aceptar el caso y hacerse cargo de la defensa. Durante el proceso, Viridiana, tiene que ir a prisión, en donde la humillan, la golpean, la despojan de sus pertenencias y hasta una de las prisioneras, la quiere convertir en su amante. Wendy, trata de armar un caso que le sirva para defender a la orgullosa heredera y a su paso, va descubriendo cosas que no se imaginaba, que ni siquiera llegó a pensar. Viridiana, estando casada con Germán, tenía por amante, a otro abogado, que en la universidad fue un destacado deportista y que pretendió sin ningún éxito, tener relaciones íntimas con Martí. Javier Contreras, se hizo amante de Viridiana, antes que esta se casara y cuando salió embarazada, hizo todo lo posible por no casarse con Montero, que como última alternativa eligió a Germán y lo engañó, ya que, desde su matrimonio, siguió de amante de Javier Sólo que ella no sabe que Javier, también es amante de Estela, su mejor amiga y por la cual ahora está acusada de homicidio, todo el caso es complicado, lleno de intrigas, pasión y traición, en donde todos los involucrados tienen algo que ocultar y se esmeran por hacerlo. Durante el juicio, la situación da un giro inesperado, algo que ninguno se podía imaginar, sale a la luz una verdad que no se contemplaba. El final es completamente impredecible. En el transcurso de la historia, surgen los dramas del pasado de los personajes, intrigas, violencia y hasta muertes no esperadas, sobre todo con las compañeras de prisión de Viridiana.

Capítulo 1 El homicidio

El violento estallido de un balazo resonó con fuerza y sorpresa en la sala de aquella elegante casa haciendo que todos los asistentes al lugar, dejaran lo que estaban haciendo para voltear a verse confundidos, un segundo balazo les indicó que había sido en la parte alta de la casa, y con toda seguridad en una de las recámaras.

Como si se hubieran puesto de acuerdo, los invitados a aquella reunión, corrieron hacia las escaleras y subieron en busca del origen de los disparos, ansiosos y nerviosos.

Se dispersaron por el pasillo de las recámaras y comenzaron a abrir las puertas, que se encontraban a su paso, en medio de sus nervios, todos y todas, actuaban de manera precipitada.

Luisa, una de las asistentes al lugar, no pudo contener el grito de horror que surgió de su garganta al momento de ingresar a la recámara y ver el cuerpo, medio desnudo y sangrante de Estela Rivas, tendido en la cama con los brazos en cruz y una mueca de horror en el rostro.

En el suelo, muy cerca de la cama, se encontraba el cuerpo, vestido, de la conocidísima Viridiana Montero, yacía inconsciente, con una pistola en la mano derecha.

Atraídos por el grito, todos ingresaron de manera precipitada, a la recámara, para contemplar aquella dantesca escena, la mayoría se mostraban sorprendidos, otros estaban aterrados y las mujeres entre gritos y lamentos comenzaban a llorar por la impresión de ver a las dos mujeres.

Javier Contreras, se abrió paso entre sus ex compañeros y avanzó hasta la cama y con su mano derecha le buscó el pulso en el cuello a Estela, luego le revisó la muñeca y al final les dijo a todos:

—¡Está muerta! —su voz se escuchó sepulcral y contundente.

De inmediato se arrodilló junto al cuerpo de Viridiana, y repitió el mismo procedimiento:

—¡Viridiana aún vive! —les dijo a sus compañeros con emoción— llamen a una ambulancia y a la policía… y sálganse del cuarto, que nadie toque nada para no entorpecer las investigaciones.

Como si aquel grupo de amigos fuera una sola persona, de forma mecánica, todos caminaron hacia atrás, dando varios pasos y obedeciendo la orden que les había dado Javier.

Sabiendo que todos lo observaban con verdadera atención y mucho interés en lo que haría, Contreras, se levantó y se paró junto a la puerta para proteger el lugar, resguardando la escena del crimen para cuando llegaran los peritos y demás personal especializado.

La gran mayoría de los que estaban presentes, eran abogados y todos conocían los procedimientos policiales para preservar la escena de un crimen, así que lo que Contreras, hacía en ese momento, era delimitar el lugar y mantenerlo a salvo de ser contaminado.

Mientras Javier, montaba guardia, los demás comenzaron a comentar sobre lo que habían visto y oído en las últimas horas, sacando sus propias conclusiones sobre lo sucedido en esa recámara, en donde el resultado era, una muerta y otra… ¿herida? Nadie lo sabía en realidad.

Todos conocían a las dos hermosas mujeres, las protagonistas de aquella tétrica e impactante escena y sabían de lo que eran capaces de hacer cuando se proponían algo, de ahí que no les pareciera extraño que las cosas se hubieran salido de control con esos fatales resultados.

La hipótesis era muy clara en la mente de los presentes, ellas, habían discutido y el carácter arrebatado y violento de Viridiana, la había llevado a jalar del gatillo para matar a Estela, lo que nadie podía explicarse era por qué se encontraba tirada en el piso inconsciente.

O estaba muy borracha y había perdido el conocimiento por el alcohol, o se había desmayado por la impresión de lo que acababa de hacer, de una o de otra manera, las cosas estaban claras: había asesinado a Estela, la cual, además, era una de sus más cercanas amigas.

Viridiana, nunca supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, despertó en la camilla de una ambulancia que la trasladaba al hospital a toda velocidad y con la sirena abierta mientras los paramédicos le proporcionaban los primeros auxilios, buscando encontrar algún daño que tuviera.

Abrió los ojos y se dio cuenta que tenía una aguja clavada en su brazo derecho, la cual le suministraba suero en la vena, además, tenía una mascarilla de oxígeno en nariz y boca, su mente no coordinaba bien, todo era muy confuso, no entendía en donde se encontraba y mucho menos por qué.

Poco a poco se fue relajando y de pronto, como un potente golpe, recordó todo lo sucedido minutos antes, gritó con desesperación al tiempo que su mano izquierda se elevó para quitarse la mascarilla, justo cuando intentó levantarse de la camilla, todo en un solo movimiento.

Unas manos, fuertes y expertas, la sujetaron por los hombros con determinación, impidiendo que lograra lo que intentaba hacer, mientras una voz varonil y suave se escuchaba decir:

—Cálmese… todo está bien… está usted a salvo… necesito que se tranquilice.

Sin poderlo evitar volvió a recostarse con pesadez, tenía tantas preguntas por hacer, sólo que, al querer hablar la mascarilla de oxígeno se lo impedía y eso la molestó.

Quería saber qué había pasado con Estela, su amiga, se sentía angustiada por haberle disparado en un arranque de coraje, motivada por la ira, esperaba que todo estuviera bien y que por su embriaguez hubiera fallado el disparo y no la hubiera herido, no lo soportaría.

Tuvo que aguantar la impotencia que la invadía por no saber qué había pasado, y aún sin estar plenamente consciente, ahora sabía que tenía que calmarse y esperar la oportunidad para que le dieran información sobre el asunto, mientras tanto, debía dejarlos que siguieran con el procedimiento.

Llegaron al hospital y en la misma camilla la condujeron hasta la sala de urgencias, el médico comenzó a hacerle una revisión general con rapidez, eficiencia y profesionalismo.

Al ver que, en apariencia, no tenía heridas en ninguna parte de su cuerpo, ni motivo para alarmarse, dejó pasar a la investigadora forense de la policía judicial para que recogiera la ropa de la paciente.

Después de presentarse y de explicarle el motivo por el cual se encontraba ahí, la agente de la policía judicial le entregó una bata para que se cubriera y Viridiana, misma se desnudó.

De sobra sabía que era parte del procedimiento, sobre todo ahora que sabía que había matado a su compañera y amiga de un balazo. Aún se sentía ebria, y tenía ganas de gritar, de llorar, de correr a ver el cuerpo de Estela, sólo que, no podía hacer nada de eso y lo sabía.

La forense, recogió las ropas, las colocó en una bolsa que etiquetó y luego le realizó una serie de fotografías, a la hija del CEO, tomó impresiones de su rostro, y de algunas partes de su cuerpo, además, tomó muestras forenses de las manos y las uñas, Viridiana, cooperaba en todo.

Ella sabía que todo aquello era con el fin de ver si había rastros de pólvora en sus manos, así como también sabía que no podía hacer nada por ocultar esas pruebas en su contra.

Le fue asignado un cuarto en el nosocomio, mientras se restablecía un poco, y un policía de uniforme se encargaría de cuidar la puerta para que no se diera a la fuga.

El médico que la atendiera le hizo unas preguntas en el cuarto y ella respondió a todas con completa coherencia y sin titubeos, por lo cual estaba lucida y consciente y así quedó asentado en el informe.

No tenía lesiones físicas, no se había herido o lastimado, sólo se había desmayado por alguna causa desconocida, así que requería que le hicieran algunos estudios.

—La tendremos una hora más bajo observación y después le daré el alta para que se proceda de acuerdo a la ley —le dijo el médico con tono profesional— con toda seguridad, de inmediato la trasladarán a la Agencia del Ministerio Público para que rinda su declaración.

—Gracias, doctor… ¿Qué pasó con Estela? —preguntó casi susurrante, aun sabiendo la respuesta.

—¿Estela? —respondió el galeno confundido y viéndola con atención.

—Sí, la muchacha pelirroja que estaba conmigo en la recámara… a la que le disparé… —explicó.

—Ah, pues según informaron los paramédicos, estaba muerta al llegar al lugar de los hechos. Un balazo en el pecho que fue mortal por necesidad, lo siento, nada pudimos hacer por ella.

—Gracias, doctor… —respondió ella y de esa manera confirmó las palabras de la forense cuando le pidió su ropa, en un primer momento no le había creído ya que pensaba que era un ardid para que confesara haberle disparado y de esa manera tuvieran todo en su contra.

Ahora, ya no tenía ninguna duda, había matado a Estela, sí, su mejor amiga había muerto víctima del disparo que ella le había hecho en un arranque de ira, coraje y frustración, ese maldito temperamento suyo que no podía controlar y que la impulsaba a actuar sin medir las consecuencias, como ahora, en que había matado a la única mujer que había sido su amiga por varios años.

El médico salió del cuarto habiendo concluido con su labor y Viridiana, se dejó caer de manera pesada sobre la cama, sin poderlo evitar comenzó a sollozar con verdadera angustia.

Se sentía muy deprimida y se arrepentía por todo lo sucedido, entre la cruda física y la cruda moral, se sentía abatida, sin ganas de nada, molesta con ella misma y sobre todo, arrepentida.

Ahora no importaba lo que Estela, le hubiera hecho, o lo que le gritara para ofenderla, no merecía morir y mucho menos a sus 27 años de edad, cuando la vida tenía todo por brindarle y su futuro era prometedor, lleno de esperanzas y de sueños que le había compartido alguna vez.

No era justo que hubiera sido ella misma quién le quitara la vida, le había disparado en un movimiento reflejo motivado por el rencor y el coraje que le provocaran las palabras y las acciones de la que consideraba su mejor amiga, quería callarla, que no siguiera ofendiéndola y ese, fue el resultado.

Mientras sollozaba con angustia y dolor, un grupo de imágenes comenzó a visualizarse en su cabeza, rostros y situaciones que se agolpaban con tal fuerza que, tuvo que hacer un esfuerzo para que ya no siguieran girando como en un carrusel que la lastimaba en lo más profundo.

Y contra lo que esperaba, se detuvo en una imagen en la que estaba con Estela, discutiendo a gritos, en el pasillo de las oficinas de la constructora para la que trabajaban, la del CEO Ernesto Montero, justo un día antes de dispararle en aquella recámara:

—¡Te lo advierto Estela, tú me conoces mejor que nadie y yo no soy de las que andan con amenazas tontas, déjate de esos juegos conmigo y no me provoques! Es por tu bien, mejor cálmate ya.

—¿O qué…? A mí no tienes con que chantajearme, ni mucho menos con que amenazarme, lo único que tienes que hacer es admitir que Javier y yo nos amamos, y tú nos estorbas para ser felices, así que, porque no aceptas de una buena vez que él ya no quiere nada contigo y que además le causas desprecio, repulsión y hasta asco, por ser tan rogona y tan ofrecida, como él dice eres una…

Estela ya no pudo terminar la frase, la mano de Viridiana, se estampó contra su rostro de manera violenta y despiadada, la golpeó con tal fuerza que sus uñas rasgaron la delicada piel de la pelirroja, provocando que unas gotitas de sangre aparecieran en su mejilla, el golpe había sido impulsivo y lleno de coraje, tal y como acostumbraba Viridiana a actuar.

—A mi ninguna puta desgraciada me va a venir a insultar… mejor lárgate o soy capaz de matarte como la infeliz zorra que eres… tú si eres una ofrecida, una buscona, una perra… —sentenció Viridiana, furiosa por completo, al tiempo que empujaba a Estela, por el pasillo con la intención de sacarla de las oficinas, no la soportaba, no quería ver más ese hermoso rostro que la retaba con cinismo.

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