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El plan era perfecto: un escape soñado a la Riviera Maya para celebrar nuestro primer aniversario.
Preparaba mis maletas en nuestra enorme casa de Las Lomas, flotando en una nube de felicidad, hasta que una llamada de Mateo, mi esposo, lo destrozó todo.
"Mi amor, no vas a creerlo, surgió una emergencia terrible", dijo, con la voz llena de preocupación, inventando una grotesca mentira sobre la madre muerta que tenía un año de haber fallecido.
Revisé Instagram y la verdad me golpeó como un balde de agua fría: una foto de Elena, la joven y guapa niñera, sonriendo con Mateo, él abrazándola por la cintura.
La imagen no solo mostraba su traición, sino que revelaba su descaro: estaban en el salón de mi propia casa, celebrando el cumpleaños de ella.
Regresé a mi casa y entré en lo que se había convertido en un circo de traición.
La música atronaba, risas y brindis de "¡Feliz cumpleaños, Elena!" y "¡Que vivan los novios!" llenaban el aire.
Mateo y Elena se besaban apasionadamente en mi sala, mientras la gente vitoreaba.
El asco y la furia se apoderaron de mí.
Cuando Mateo me vio, su sonrisa se congeló, sus ojos se abrieron desorbitados y su rostro perdió todo el color, soltando a Elena de golpe.
Sin decir una palabra, mi mano se estrelló contra su mejilla, el "¡PLAP!" resonó en el silencio que se hizo en la habitación.
Elena, que se había escondido detrás de él, soltó un chillido agudo.
"¿Qué te pasa, Sofía? ¿Estás loca?", me espetó Mateo, ignorando la niñera que se aferraba a él.
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