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Alma encadenada.

Alma encadenada.

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Capítulo

Un alma atrapada en una promesa que resultó ser una mentira, está tratando de encontrar su liberación en el reducido espacio que antes solía llamar "su nido de amor", deambulando día y noche en su lugar de deceso, recordando retazos de su pasión prohibida y rota, sin saber cómo romper las cadenas que le atan a este mundo. Por otro lado, un ser hundido en un mar de dudas, sin saber exactamente de dónde proviene, cuál es su propósito, huérfano de padre al nacer y de madre a temprana edad, sólo cuenta con su medio hermano mayor y sus amigos en esta solitaria vida llena de complicaciones e incoherencias; pero hay algo que sabe muy bien, él averiguará la verdad, así tenga que llegar a las últimas consecuencias. ¿Qué historia entrelaza a estos dos espíritus? Una historia que remonta varios años atrás, llena de amor prohibido, leyes estrictas, castigos sin verdadera culpa y el enredo de un lazo que aunque intenten romperlo, seguirá existiendo para toda la eternidad. Una visita a un lugar lejano le hará saber a Thiago que su promesa sí se cumplió y a Matheo se le será revelada toda la verdad que se le fue negada.

Capítulo 1 ¿A dónde vamos

—Apresúrate Matheo, vamos a llegar tarde. —murmuró su mejor amigo, haciendo una mueca.

El castaño terminó de subir el cierre de la chaqueta negra con detalles blancos y plateados en formas de huesos y sonrió— Apuesto a que mi hermano va a gritar en... Tres... Dos... Uno... —pasó un segundo más.

—¡Matheo Sangster! ¡Christopher Dyer! ¡Bajen ya! —gritó el mayor desde la planta baja y ambos rieron.

—Es divertido como adivinas casi todo lo que hará. —subió el gorro de la cacheta negra también decorada con detalles de huesos blancos y plateados.

—Es que él es muy predecible. —burló— ¿Todo listo? —subió también su gorro.

—Todo listo. —recogió su bolso para finalmente poder bajar.

—Joder, creo que se tomaron más tiempo ustedes en vestirse que yo en pintarlos. —se quejó Santiago.

—No exageres, Santi, estamos a tiempo, faltan... —miró su reloj de muñeca— dos horas para que la fiesta empiece. —levantó sus hombros con desinterés el peliplateado.

—Lo sé, lo sé, es que se me olvidó decirles que tengo que ayudar a White, y que el lugar es bastante alejado. —comentó mientras se encaminaban al auto, el cual era una camioneta Pick Up azul oscuro— Súbanse con cuidado, no quiero que arruinen mis obras de arte. —indicó refiriéndose a sus maquillajes.

—Yo no tengo tanto problema, lo mío es una mascarilla encima de mi cara, literalmente. —su mascarilla era con detalles de una boca de calabera, bastante práctico.

Matheo se subió a la parte de atrás mientras que Christopher en la del copiloto.

—Sí, pero te maquillé los ojos, así que igual ten cuidado; aunque lo decía más por Christo, que tiene casi toda la cara pintada. —se metió al lado del conductor. El mencionado se metió con todo el cuidado que su cuerpo se lo permitió, su maquillaje era sencillo en los ojos pero desde la nariz hasta el cuello era tal cual los detalles de una calabera con efectos ópticos.

Luego de verificar que todo estuviera en orden, se fueron en dirección a la casa alquilada por Alexander Stidolph, mejor conocido como White, mejor amigo de Santiago.

—Santi, ¿cómo planeas ayudar a White si tienes toda la cara maquillada? —preguntó inocentemente el castaño.

—Ahí es cuando entran ustedes, mis queridos esqueletos. —habló con una sonrisa burlona mirándole por el retrovisor, recibiendo una mirada casi ofendida.

—Pero- ¡Nos habías dicho que iríamos para comer lo que quisiéramos! No para ayudarte a decorar la casa de Alex. A eso se le llama chantaje. —acusó Christopher cruzado de brazos.

—Aparte, estamos maquillados, y acabas de decir que no arruináramos tus obras de arte. —señaló ceñudo.

—Owww, ¡no se me alboroten! solo es para ordenar un par de cosillas que quedaron por ahí y yap. —sonrió mientras paraba en un semáforo en rojo— Les gustará todo lo que les guardé para comer, es especialmente para ustedes mis criaturitas del infierno. —acarició el cabello del peliplateado a su lado. Si no fuera por el maquillaje, podría haber notado un tierno sonrojo en sus mejillas.

—Nada más por habernos guardado comida me resigno a ayudar a Alex. —resaltó Matheo mientras cruzaba los brazos con un puchero bajo la mascarilla.

—No mientas Mathie; tú claramente vas por Alex. No creas que no he visto cómo te sonrojas cuando te abraza, cómo buscas excusas para abrazarlo, como tartamudeas cuando te mira de cerca o como te pierdes en sus ojos cuando te explica algo, así sea lo más absurdo. Tienes la baba colgando por él. —se reía burlonamente en lo que doblaba en una esquina.

En ese momento Christopher, quien estaba en silencio escuchando, procesó como el secreto que supuestamente solo él sabía, era revelado.

—No exageres Santi, no creo que sea así como pien- —trató de defender Chris, pero cuando a Santiago se le metía algo en la cabeza, nadie se lo sacaba, menos cuando sabía que tenía la razón.

—¿Qué? ¿Cómo que no? —casi gritó indignado— si cuando Alexander fue la última vez a la casa, Mathie se le tiró encima y no lo soltó en casi toda la noche, como si fuera poco, creyó que tenía super resistencia y con solo tres tragos ya estaba más ebrio que el mismísimo Sebastian. Lo bueno fue que Alex estaba bebido también, así que prácticamente estaba fuera de sí cuando Matheo le gritó desde su habitación "¡Te voy a demandar por robarme el corazón, Alexander Stidolph!" y se iba corriendo al baño a vomitar. —hizo cambio en la palanca— O cuando le preguntó a Alex sobre su vida priv-

—Santi, por favor, déjalo morir. —susurró Chris ante la pisoteada dignidad de su mejor amigo.

El pobre estaba tan abochornado sobre los asientos, pensando en si ahorcarse con el cinturón de seguridad o saltar del carro en movimiento; que su hermano supiese aquel secreto solo le quiso desear nunca haber acompañado a su hermano a la casa donde conoció a ese muchacho de tez blanca, baja estatura, ojos de diferente color y voz ronca, porque desde el primer momento en que le miró y le dijo "Hola", supo quién sería el próximo en romperle el corazón.

—Tranquilo, prometo no decir nada; después de todo tú también tienes mucho que guardarme, hermanito. —le guiñó un ojo por el retrovisor. Y Matheo le sonrió tranquilo, podía confiar en él, pero dudaba de poder hacerlo en sí mismo.

Después de aquel bochornoso momento, el castaño quiso preguntar en dónde estaban, pero prefirió ver por la ventana, se quitó la mascarilla para poder estar más cómodo, no había mucho más que unos cuantos matorrales, cercas, árboles y arbustos, dando con su respuesta: un campo.

Aburrido de ver lo mismo durante los mismos cinco minutos, prefirió ver su teléfono, acomodó sus largos cabellos ondulados hacia atrás y eligió un juego. Mientras esperaba pacientemente el intro, sintió un suave y casi imperceptible toque en su hombro, levantó la cabeza para ver a Chris, pero él estaba ocupado cantando la canción de la radio, Jump o algo así, su hermano estaba atento al camino que era en línea recta, una sola carretera con los carriles de ida y vuelta, así que sin darle importancia, bajó la cabeza nuevamente.

Una vez bierto el juego, eligió un nivel, ya concentrado en el juego de temática similar a un piano, sintió un toque en su mejilla, débil, y extrañamente frío, aquello le puso nervioso, sin embargo trató de ignorarlo, pero le acariciaba a tal punto que querer llamar su atención, así que levantó la cabeza y miró al frente fijamente, por el rabillo del ojo pudo reconocer perfectamente un cuerpo sentado al lado de la puerta derecha, ese "cuerpo" estaba recostado en su dirección con la cabeza acostada en el asiento, mirándole fijamente; él respiró profundamente, tragó saliva y guardó su teléfono en el suéter. Pensó en voltear pero le aterraba la idea de ver algo ahí, contó mentalmente hasta diez hasta que decidió hacerlo y...

—¡Ya llegamos! —gritó alegre el mayor, asustándole en demasía.

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