Login to ManoBook
icon 0
icon Recargar
rightIcon
icon Historia
rightIcon
icon Salir
rightIcon
icon Instalar APP
rightIcon
Un verano desastroso

Un verano desastroso

Roxaans

5.0
calificaciones
246
Vistas
9
Capítulo

Quizás su padre olvidó mencionarle que se casaría con una mujer en otro estado, quizás olvidó también comentar que dicha mujer tiene tres hijos, pero desde luego... jamás se imagino que en esa familia se encontraría con su primer amor del verano pasado. Y cuando se refiere al primer amor, no siempre se tiene un buen recuerdo. En esa casa sólo hay espacio para los problemas y para el odio, claro,si llega a convertirse en algo más, todo se desataría en un completo caos. ¿Podran arreglar sus diferencias y olvidar el pasado? Averiguarlo tú mismo... Un Verano Desastroso.

Capítulo 1 1. Bodas secretas y mudanza

De bodas secretas y mudanza.

Dos semanas enteras sin ver a mi padre luego de un viaje empresarial para contemplarlo frente a nosotros con maletas repletas y traje deportivo.

Aviso: "Nos mudaremos mañana. Empaquen todo."

La razón: "Me he casado con una mujer en California"

Estado: Completamente en shock.

—¿Cómo que te casaste?—expresé en horror, disgustada.

Papá me abrió los ojos, levemente confundido por mi actitud. Seguro creyó que me lo tomaría tan bien como mi hermano mayor pero no... no me conformo con una simple frase. Demandaba una explicación justa.

Verán... Había sospechado que ese demorado viaje involucraba a su reciente novia, la cual conoció en una conferencia meses atrás pero jamás imaginé que la cosa se tomara tan enserio en tampoco tiempo.

—¿Puedes bajar la voz, cariño? Lo hemos hablado con tú hermano y...

Se acomoda sus lentes, volviendo a leer el periodico para evadirme.

—¡Nadie lo ha hablado! Y no puedo creer que lo ocultaras en todo el viaje y llegues aquí como si fuese lo más normal del mundo, papá.—tajé frunciendo el ceño.

El resopló exhausto.

—¿No es normal casarse en las Vegas? Por Dios, cielo. Ha sido todo un cliché.

—Papá.—reproché.

El hombre vio mi enojo.

—Tomalo con calma, ¿si?—se dirigió a mi, colocando ambas manos en mis hombros para tranquilizarme. El azul de sus provectos ojos se encuentran con los mios en un intento de persuasión.—Te gustará la casa que compré, es impresionante cómo...

—Me importa un carajo, no quiero mudarme.—espeté malhumorada, por lo bajo.

—No actues como niña caprichosa ahora, Maggie. No es momento.—dijo cerrando los ojos impaciente.

—¿Es justo que me obligues a esto? Para tí nunca es el momento, pero no sé que clase de padre eres al forzarnos a volar al otro lado del pais sólo para que tú querida esposa se sienta en casa.—recriminé con soberbia frente a mi padre.

Su mandibula se tensó en unos segundos quedando sin palabras.

—Maggie.—interviene mi hermano, entrando al despacho.

Me da una mirada de "No estas siendo razonable, acabas de pasarte", que me vale dos toneladas de popó de vaca.

—Empacarás todo y nos mudaremos.—demandó mi progenitor luego de unos minutos, con una actitud diferente, distante y quizas resentida. Caminó recogiendo su taza de café, dispuesto a perderse en uno de los salones del apartamento.

—Tendrás que arrastrarme porque no me pienso mover y mucho menos empacar para este exagerado viaje que propones, ¿bien?—desafié cruzando mis brazos en mi pecho.

Y eso para el fue un reto.

• • •

Un día después, encontré las maletas recien hechas. Mis cosas en cajas y los objetos de valor siendo transportados por un camión de mudanza.

Apenas desperté las cosas fueron cayendome como un vaso de agua fria en la cara. Carter—mi hermano—se fue temprano a despedirse de sus amigos, y papá practicamente me obligó a vestirme con otra ropa que fuese mi pijama de tigrillo para ir al aeropuerto.

Sé que dije que tenía que arrastrarme primero antes de cruzar las puertas de un avión. Pero no tenía alternativa.

Me fuí refunfuñando, con un terrible mareo y unas ganas de gritarle a todo el mundo.

Cuando puse un pie en la adorada California, me sentí más que perdida. Papá feliz. Mi hermano Carter admirado cuando una camioneta negra de esas modernas y lujosas nos esperó en el aparcamiento saliendo del aeropuerto luego de seis horas.

Un hombre de traje elegante, zapatos relucientes con mucha seriedad cargada encima, salió del vehiculo saludando a nuestro padre con respeto.

—Griffin, estos son mis hijos.—presentó mi papá con su porte de ejecutivo.—Carter y Maggie, el es Griffin. Mi supervisor de seguridad.

Mi hermano lo saluda con la mano cortez.

Le dedico una sonrisa en respuesta, pero me giro para encarar a Thomas Simmonds.

—¿Desde cuando necesitas protección?—rebatí poniendo los ojos en blanco.

—Nunca es demasiado tarde para sentirse seguros, cariño.—respondió con una sonrisa reluciente.

Tanta felicidad me causaba indignación.

Jamás había visto esta faceta de mi padre; el ser más noble y comprensivo del mundo, ahora siendo el hombre más egoista de toda la existencia.

En el trayecto con el auto en marcha, me vi a mi misma admirando los paisajes tropicales de la costa oeste de nuestro pais. Un cielo claro perfecto, las vias de transito a unos cuarenta metros de la playa. La temperatura normal a más de 30° centigrados, las palmeras enormes meneandose con ayuda de la brisa.

Carter esbozó una sonrisa traviesa.

—¿Griffin puede hacer mis recados?

—¿Qué recados necesitas señor ocupaciones?—ataqué sarcastica, devolviendole una sonrisa divertida.

—No molestes, ahora.

—Ñiñi—burlé nuevamente, haciendo una mofa.

Carter me enseñó su dedo medio, serio.

Thomas suspiró. Ya estaba acostumbrado a nuestros comportamientos.

—Griffin sólo está a la espera de mis ordenes. Así que sin recados, no va a hacer tus tareas ni recogerá la basura por ti.—añadió papá, con hastio en dirección a mi hermano.

Reí por lo bajo.

—Y no quiero que manipules a ninguno de los guardias para que te lleven de compras, ¿me haz entendido?—señaló serio y firme, dedicandome una mirada autoritaria. Fruncí el ceño a lo que el respondió con una sonrisa sincera, dejando atrás el lado de papá dictador—¿De acuerdo, cielo?

Bufé malhumorada.

Me puse los audifonos y todo el viaje en carretera hasta llegar a la zona más elevada de Boca Ratón, se me hizo el más eterno. La casa que compró Thomas Simmonds estaba ubicada en una pequeña colina; enorme, deslumbrante y unica.

Imaginense la mansión de Tony Stark, no necesariamente con esa infraestructura pero si con vista al mar y rodeado de palmeras y cactus en medio de la nada.

Era un vecindario fuera de lo común, bastante alejado de la ciudad. Poco transito, una sola via que daba la vuelta a la colina. Tres o cuatro residencias repartidas en cuadrado, y un espiral vial en el medio con caminos estrechos sin pavimento para guiar hacia las respectivas casas.

La casa de papá estaba lo más al fondo, lista para darme una buena bofetada en la cara por idiota. Jamás me imaginé vivir en una de estas mansiones lujosas.

Si era cierto que Thomas tenía dinero, pero no sabía cuanto hasta que lo vi en ese momento. Ha robado el maldito banco de la nación para pagar este lote o de verdad le ha ido bien en su compañia. Cualquiera de los dos, me dejó asombrada.

Justo en frente mío se encontraba esta enorme casa al final de una larga entrada protegida por un portón, con una fachada blanca simétrica dandole esa apariencia neoclásica. El portico algo moderno, con enormes ventanales de cristal tanto en el primer y segundo piso le proporcionaba ese aura caracteristico que aún preservan las casas de hollywood.

—¿Cuando ibas a decirnos que compraste una jodida mansión?—admiró mi hermano, acercandose a la ventanilla.

Griffin río. Papá sonrío satisfecho al verme todavia embobada contemplando la estructura de la residencia.

—Les encantará por dentro, vengan.

No dudé ni un segundo para bajar del auto e ignorar la arrogancia de mi padre frente a mi perplejidad. Claro, me había tomado por sorpresa con esta carisima mansión.

En parte, sospeché que el lo hizo con la intención de sobornarnos a los dos para evadir ese tema del matrimonio repentino, pero a papá le costaría más que eso. No me dejaría comprar con sus lujos, no estaba conforme con esta nueva vida.

Ni siquiera conocíamos muy bien a su nueva esposa.

Al cruzar la puerta de la entrada, nos encontramos con todo un personal para darnos una bienvenida como si fuesemos los Obama. ¿Qué es esto por Dios? ¿Desde cuando necesitabamos un chef, un ama de llaves y un escolta?

Estaba totalmente confundida.

Conocimos al cocinero Will, la ama de llaves llamada Agatha y bueno... Griffin que ya nos había sido presentado en el aeropuerto.

Fue entonces cuando la ví. Una mujer distinguida, en frente de nosotros. Sostenía una enorme y dulce sonrisa. Vestía de un saco azul rey de lana elegante, unos leggins tipo gamuza ajustados a su cuerpo y unos tacones blancos con empeine descubierto. Su cabello rubio dorado claro lo llevaba hasta los hombros, sus ojos celestes llamaban mucho la atención. De pronto como logré ver, en un rápido movimiento Beth me había abrazado con tanta fuerza.

Me quedé inmovil, anonada y rigida ante su gesto.

—Lo siento, me he emocionado tanto de conocerlos. Me alegra que esten aquí, eres una chica muy bella, Maggie.—agregó, terminando el abrazo.

Me limité a solo sonreír. No es que tenga algún problema con ella. Sólo digamos que no me apetece hacerme su mejor amiga luego de hacernos mudar de un estado a otro sólo para que su Romeo esté junto a ella.

—Gracias.—murmuré.

—¡Carter!—saluda Beth con una expresión bastante sorpresiva, sonriendo.—que guapo esta este muchacho, Thomas.—le dijo a mi padre.

Carter río, cruzado de brazos.

—Un gusto conocerte, Beth. Tu no estás para nada mal.—le hace saber mi hermano a la mujer de papá. Este ultimo tosió en seco provocando que me riera. Papá le lanza una mirada de reproche a su hijo.

—¿Les parece si les damos un tour por la casa?—pregunta ella, dirigiéndose a nosotros.

Carter y yo intercambiamos miradas.

Me encogí de hombros.

—Si, por supuesto.—responde Carter.

Recorrimos casi todos los rincones de la casa. Si el frente era perfecto, el interior te dejaba sin palabras. Admiro tanto el trabajo de los arquitectos, tienen una maquina llamada cabeza y algunos hacen cosas tan asombrosas que lo muestran ser tan facil y resulta que no lo es.

—Estoy ansiosa de que conozcan a los chicos para la cena.—acotó ella.

Le dí una mirada a papá de esas que no necesitan palabras para saber que significa. El me devolvió una sonrisa de disculpa tipo: "Se me olvidó ese pequeño detalle"

Blanqueé mis ojos, mientras su mujer hablaba.

—¿Chicos? ¿Cuántos hijos tienes?—preguntó Carter ceñudo.

—Tres.

Abrí mis ojos asombrada.

Dios santo.

¿Tres niños completamente desconocidos viviendo en nuestro techo? Genial.

—¿A que escuela primaria van?—indagué indiferente.

Papá y Beth soltaron una risa, intercambiando miradas.

—Van en preparatoria. En Richmond High.

La miré de arriba a abajo como intentando decifrar cuantos años tenía viendose tan joven con hijos adolescentes.

—El mayor está en su ultimo año, juega lacrosse, Alexxander también cursa con su hermano, se adelantó un año cuando estaba en secundaria. Y Riley, es todo un artista. Más o menos tiene la edad de Maggie.—esbozó una sonrisa mientras hablaba de ellos con tanto anhelo.

En parte me entró esa nostalgia al recordar a mi madre. ¿Así habrá sido mamá cuando se refería a nosotros frente a los demás?

Papá entonces entró al chat:

—Richmond es una de las mejores preparatorias del condado. Tiene convenio con algunas universidades de la Ivy League.

Carter sonrió emocionado.

—Mientras esté en el equipo de futbol, estaré satisfecho.—dijo mi hermano.—Tendrás que esforzarte un poco más para que ella lo esté, y no es nada facil—susurró bajito señalandome con su pulgar.

Puse los ojos en blanco.

Beth entonces me tomó de la mano:

—Vamos, te enseñaré tu nueva habitación.

Allí mismo me enojé más.

No por Beth o los comentarios de Carter. Sino porque era la mejor habitación del jodido planeta. Pensaron en todo, tanto en colores como en el diseño de los estantes. Había muchos libros, un closet lleno de ropa nueva, zapatos carisimos. El cuarto de baño perfecto. Y un ventanal precioso con cortinas de seda casi transparentes para poder apreciar la vista como si fuese un resort en Hawái.

Y lo peor. Papá.

Este era otro ejemplo de manipulación.

Y no, no estaba dispuesta a ceder.

• • •

El resto del día me la pasé encerrada en mi dormitorio. Había un silencio espantoso, aún mi ropa en maletas y mis cosas en cajas. Duré casi cuatro horas observando el techo de madera mientras me inundaba en pensamientos depresivos.

Extrañaba a mis amigos de Arizona. A mis tios y primos, incluso la escuela...

No tuve chance de despedirme de ninguno. Todo fue tan rápido que apenas pude procesarlo. Y aquí me encontraba, en contra de mi voluntad en una ciudad nueva, empezando desde cero.

Recuerdo que esa misma noche, papá llamó a mi puerta invitandome a cenar con Carter y los hijos de Beth. Pero no tenía animos de fingir una sonrisa de cortesia y conocer al resto. Luego de minutos de insistencia, papá reconoció que no estaba dispuesta a acceder y se fue.

No cené por terca. Y para las diez y quince de la noche mi estomago pedía auxilio en gritos sofocados. Así que como pude, me escabullí en silencio hasta la cocina bajando las escaleras de par en par. Prendí la linterna de mi celular para iluminar el camino y al llegar a la nevera atraqué los potes de helado cuyo dueño no me interesaba saber.

Combiné la vainilla con el sabor a menta y fue delicioso. Me senté en el mesón de la cocina, degustando el helado mientras me llegaban notificaciones a mi celular.

Seguramente Blake y Alice, mis amigos de la escuela. Iba a tomar el celular cuando escuché voces en el fondo. Quizas muy lejanas, pero no eran para nada conocidas.

Supuse que eran los hijos de Beth, pero dudé al instante cuando las risas provenían de una chica. Cada vez se escuchaban más cerca por lo que tuve la grandiosa idea de huir de la cocina para meterme a mi cuarto una vez más.

En el mismo intento de salir casi corriendo como cobarde en medio de la oscuridad, las luces se enciendieron dando paso a dos siluetas semidesnudas en el sofá.

Primero me fijé en la chica, más o menos baja y palída. Tenía cierto parecido a Madison Beer sin embargo, su cabello era ondulado y su cuerpo trabajado la hacía lucir bastante llamativa. Me observó con expresión de horror mientras se cubría.

Entonces cuando mis ojos pasaron al chico, me llevé la peor sorpresa de todas.

Mi pecho se infló conteniendo la respiración unos segundos más antes de retroceder de la impresión.

Era el.

Alexx.

¿En la mansión de papá?

¿Cómo es posible?

—Maggie.—susurró perplejo, mirandome de pies a cabeza con esos familiares ojos verdes que tanto conocí una vez.

Estaba impactada. Ambos lo estabamos, incluso la chica se dió cuenta de que nuestras miradas transmitian una historia distinta. La historia que sólo nosotros sabiamos que había ocurrido en ese verano.

Pero me fue de lo más ironico tenerlo frente a mi en esta situación. Apunto de tener sexo. Con otra chica. Sonreí cruzada de brazos en mi cabeza, ¿No haz cambiado en nada, eh?

—Alexx.

Me tomó por sorpresa encontrarme con una persona que jamás creí que vería otra vez y menos aquí.

Su mirada se conectó con la mia y al ver de nuevo sus verdes ojos me dio un escalofrio impresionante. Bajé mi vista para repararlo por completo, ví que estaba sin camisa y con unos jeans poco ajustados que le sentaban de maravilla.

¿Por qué eres así, Maggie? Lo odias.

Sí, lo sigo odiando después de todo lo que pasó. Pero ahora, quiero saber porque se encuentra en mi casa.

¿Por qué eres tan injusto conmigo, Dios?

La castaña lo haló del brazo llamando su atención y mirandome de pies a cabeza con recelo le preguntó algo que nunca escuché.

Resoplé.

Este definitivamente será un largo año...

Y creanme, fue el peor de todos.

Seguir leyendo

Quizás también le guste

Capítulo
Leer ahora
Descargar libro