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Mi alumna preferida

Mi alumna preferida

Jema Medina

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Capítulo

Un amor imposible y prohibido, pasados desgarradores y una pareja que luchará, contra viento y marea, para permanecer unida. Jack y Scarlett se reencuentran, casi diez años después de que él se fuera y la abandonara a su suerte. En un mundo en el que los adultos son la peor pesadilla de una niña, Jack está dispuesto a reparar el daño hecho por todos los que debieron protegerla, incluido él. Ya no es el chico dulce, de sonrisa encantadora, al que una vez ella quiso como un hermano mayor; y Scarlett, ya no es la niña abusada que vivía dos puertas más allá. Ahora, quizá el regreso a clase plantee otra amenaza para ambos, ante la cual, ninguno está dispuesto a rendirse. El pasado y malas personas siguen regresando para dañarla y para recuperar lo que alguna vez se rompió, aun cuando ellos sólo quieren vivir el presente. ¿Puede Jack protegerla de todos los monstruos que la atormentan o él sucumbirá ante los caprichos de sus propios monstruos?

Capítulo 1 Prólogo

Cuando llego a mi puerta hecho un vistazo por el pasillo, dos puertas más allá una niña pequeña duerme recostada contra la pared junto a la puerta del apartamento de su madre.

¿Por qué rayos esta tirada en el suelo, sin una puta manta si quiera? El otoño ha avanzado mucho y la pobre niña debe estar congelándose. Cuando salí esta mañana, estaba parada en el mismo lugar como si acabaran de castigarla o algo así. Me pregunto si habrá comido algo.

Abro la puerta y me dirijo a la cocina, tengo que poner todo en orden antes de que Charlie llegue ebrio como todas las noches. Si hay algo fuera de lugar se enojara, si su bebida no está en el refrigerador, se enojara. Me he acostumbrado a los golpes, ya ni siquiera me importa. Pero quiero una noche de tranquilidad. Tal vez una buena velada con Jane Austin o Tolstoi, no importa, solo quiero leer un rato sin que el idiota de Charlie encuentre una excusa para usarme como saco de boxeo.

Pongo lo poco que pude comprar en los armarios, y mientras lo hago pienso en la pobre niña que duerme a un par de puertas de aquí. Tal vez no ha comido nada en todo el día y el frío debe tenerla al borde de la hipotermia, o algo así. La he escuchado toser de una forma preocupante mientras juega en las escaleras ¿Qué tan seguido tiene que dormir afuera?

— Su madre es una zorra. — Pienso con indignación

Tengo hambre y antes de salir de la cocina, me preparo un par de emparedados de mantequilla de maní y mermelada, y me sirvo un vaso de leche. No debería hacerlo, pero qué diablos. Siempre esta ebrio y esta noche no será la excepción. Antes de darme, cuenta estoy caminando hacia la puerta y también tengo un jodido edredón, uno acolchado y que abriga bastante durante las noches frías. Mis piernas no parecen responder a las órdenes que mi cerebro les envía, así que siguen moviéndose fuera de casa.

No sé cómo llego junto a la niña que aun duerme, me inclino con cuidado, pongo los emparedados junto a ella y la cubro con el edredón, cuidando de no despertarla, espero que cuando se despierto eso sea suficiente para mitigar su hambre por un rato, por lo menos hasta que su madre la deje entrar. Cuando me levanto presto atención y logro escuchar los gritos y risas de una mujer y al parecer otro par de voces masculinas. ¿Cómo puede follarse a dos tipos mientras su hija esta tirada aquí en el suelo sin comer nada?

Regreso a casa cabreado, de repente mi vida no parece tan horrible y hasta me entran ganas de cargarme a Charlie, o por lo menos defenderme y devolverle unos cuentos golpes.

— ¡Jack…Jack…Jack! — Escucho sus gritos antes de llegar a la cima de la escalera, sé que está saltando y sonrió sin poder evitarlo. — ¿Ya lo terminaste? ¿Puede ser mi turno de leerlo ahora? — Se aferra a mi muñeca en cuanto llego arriba. Me quito la mochila que cuelga de un solo hombro y busco el objeto que tanto desea. Moby Dick. No entiendo como a una niña de cuatro años pueda gustarle tanto leer, especialmente libros que muchos solo llegan a leer en la universidad.

— Aquí está, disfrútalo. — Le digo frotando su cabello y ella sonríe al tener en sus manos el ejemplar. — ¿Has practicado con el violín? — Ya sabía leer a la perfección a los cuatro años, lo que me hizo pensar que, quizás, tenía otras habilidades. Después de todo, mi coeficiente intelectual está dentro de la clasificación de inteligencia excepcional. Veía mucho de mí en ella. — Logre interpretar a primavera de Vivaldi, pero no de la manera más armónica.

— Bien hecho, sigue practicando. — Lo sospeche.

No deja de sorprenderme como en unos cuantos meses esta niña se convirtió en un prodigio del violín y en una lectora empedernida. Espero que la pequeña sobreviva a su infancia, pero con la madre que le ha tocado no creo que tenga muchas esperanzas. Sigo dejando unos cuantos emparedados de vez en cuando, o una lata de atún solo para ella. A veces es la única comida que consume al día.

¿Podrá sobrevivir a su propia madre? Si lo hace ¿Se convertirá en alguien igual a ella? Espero que no, esos hermosos y brillantes ojos verde avellana no pueden apagarse.

Todo en lo que he podido pensar últimamente es en la pequeña niña a dos puertas de la mía, la niña a la que le regale el violín de mi abuela, la que devora libros con más avidez que yo. Scarlett.

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