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Prohibido Para Ambos

Prohibido Para Ambos

Rocio_CE

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Capítulo

Allen Davis es una mujer a la que le han robado sus sueños, sus ganas de sonreír y sus ganas de vivir. Todo esto provocado por lo que un día juró que era el amor de su vida. El príncipe se convirtió en una bestia y que Allen descubrió después del primer golpe. Allen toma una decisión que cambia su vida para siempre, una en la que la señalan como una cobarde, pero en la que termina conociendo a un hombre que le recordará que no todos los hombres son malos. Un hombre que la hará recordar lo que su corazón se negó a creer. Jasper no es un príncipe azul, no es por casualidad el prototipo de chico ideal, pero hace que Allen vuelva a vivir. Ambos, sin saberlo, están involucrados en un mundo de secretos y mentiras. Dos mundos completamente diferentes. Dos almas son destruidas por el mal.

Capítulo 1 Infierno

El miedo a que otra vez me golpee me hace sentir terror, oigo su voz, como grita mi nombre una y otra vez. No puedo abrir, no quiero abrir esa puerta. Lágrimas adornan mis mejillas, me encuentro en la sala del departamento en un rincón escondida y cubriéndome los oídos, pero eso no hace nada porque sus gritos no cesan, de un momento a otro la puerta se abre y él entra.

Veo su mirada y entro en pánico. Porque esa mirada llena de furia es dedicada a mí. Todo el enojo que en sus ojos habita terminará descargándolo en mi cuerpo. Yo lo sé.

—Así que aquí estas zorrita—afirma mientras se acerca a mí con una sonrisa macabra. No tengo a donde retroceder, por lo que mi cabeza se mueve negando.

—Por favor Benjamín, no me golpees otra vez—suplico llorando en un vano intento de que no lo haga. Él sonríe mirándome con esa malicia que tanto detesto.

Antes de que pueda parpadear su mano impacta en mi mejilla haciéndome voltear un poco la cabeza por la gran fuerza que utilizó, arde, duele y solo hace que más lágrimas bajen por mis mejillas.

—Te lo dije muy claro idiota—se acerca agarrando un puñado de mi cabello, haciéndome gemir de dolor—a mí me respetas por la buenas o por las malas... zorra. Si quiero que hagas algo tú simplemente lo haces—su aliento está mezclado entre menta y alcohol haciéndome sentir mareada—ahora te voy a enseñar a respetar—lo miro atónita.

—No, no, no, no, te lo suplico por lo que más quieras, te prometo que no haré nada para que te enfades de nuevo, pero no lo hagas—me arrastra hasta la habitación del departamento y me lanza a la cama, se quita la correa del pantalón y luego lo demás hasta quedar desnudo delante de mí, yo por inercia retrocedo en la cama, pero él es más hábil y me toma del tobillo halándome hacia él.

—Lo vas a disfrutar, zorrita—susurra en mi oído y siento unas horribles nauseas.

—¡Déjame!—grito llorando, pero él me vuelve a golpear con un puño en el estómago haciéndome quedar un poco inconsciente, pero yo ruego quedar inconsciente para no presenciar lo que me hará. Lo que tantas veces me ha hecho.

—Te va a gustar he dicho—me besa a la fuerza bajando por mi cuello hasta el valle de mis senos, yo solo cierro los ojos y espero a que todo acabe.

***

Estoy apretando mis rodillas a mi pecho mientras lloro en silencio. La sala del departamento se ve fatal, pero sé que yo mucho más. Benjamín me golpeó en lugares ocultos donde mi ropa puede cubrir y que nadie se entere de que me golpea y abusa de mí. Seco mis lágrimas y me levanto, camino hacia el baño, me despojo de mi ropa y entro. El agua hace contacto con piel y confundiéndose con mis lágrimas saladas Solo deseo un día no despertar jamás. Él cambió tanto, no es el chico sencillo que me conquistó.

La típica historia del chico guapo, atento que te conquista y luego se convierte en una auténtica bestia. Esa es mi historia. Conocí a Benjamín cuando tenía 20 años, aún recuerdo ese día.

Caminaba con mucha prisa, era mi segundo año en la universidad y estaba llegando tarde a la clase que tenía, corrí por los pasillos y choqué con algo o más bien con Benjamín, cuando lo miré me sonrojé, Benjamín era o más bien es muy guapo. Con esa sonrisa dulce en sus labios, una picardía juguetona en sus ojos, me tuvo desde el primer momento.

Benjamín Peterson, un guapo hombre de veintitrés años. Cabello negro que hace un juego hermoso con su tono claro de piel. Sus labios bonitos, sus ojos marrones. Benjamín era el sueño de muchas chicas de la universidad.

—¿Estás bien?—me preguntó y mi peor error fue contestar.

—Sí, estoy bien—le sonreí para que me crea, aunque su fuerte torso hizo que me duela la nariz.

—Bueno, creo que deberías irte a tu clase, al parecer vas tarde—vuelve a sonreír como esperando algo y es ahí cuando recuerdo que iba tarde a mi clase.

—Dios, adiós—grito y me marcho corriendo.

Como lamento haber respondido ese día, era mejor quedarme callada e ignorarlo, después de ese suceso Benjamín y yo nos encontrábamos más seguido. Meses después me propuso ser su novia y yo encantada hacia el chico que me regalaba flores y chocolates. Aquel que veía siempre películas conmigo, dije que si muy feliz. Nuestra relación fue bonita, era la relación que muchas veces leí en las novelas románticas que alguna vez leí. Eso me encantó.

Un año más tarde se comportaba más extraño, siempre me celaba con cualquier persona, hasta con mis amigas. Llegó a un punto donde comenzó a prohibirme cosas, como salidas. Comenzó a cuestionar mi manera de vestir, todo. Estaba loco, en ese momento supe que debía terminar la relación con él, pero no contaba con su amenaza. Fui una tonta que no vio señales hasta que llegó ese día.

Estaba sentada en los muebles de mi casa esperando que Benjamín llegue, estaba nerviosa y no había nadie en casa, en eso tocan el timbre de la casa, me levanto y abro la puerta.

—Hola, Benjamín —dije con una sonrisa que más bien pareció una mueca. Ya no me sentía tan cómoda con él, en mi interior, sabía que le temía un poco.

—Vamos—me hala del brazo haciéndome caminar hacia su auto, me sube y luego sube él, enciende el auto y lo pone en marcha, más tarde llegamos a su departamento.

—¿Que tenías que decirme, Allen?—habla con una sonrisa que me da escalofríos, pero no del bueno.

—Verás Benjamín, lo he pensado mucho y lo mejor para ambos es que esto acabe—él solo se limita a mirarme—tú estas actuando mal y yo ya no quiero estar contigo— Benjamín avanza hacia mí y yo retrocedo—no creo que lo mas conveniente sea seguir de esta manera, es momento de cortar esto porque no es sano para ninguno de los dos—termino por decir tragando en seco ante su cercanía.

—Vas a estar conmigo cuándo y dónde yo quiera—me coge el cabello haciendo que me duela y proteste—eres mía, si terminas conmigo tu hermosa familia pagará las consecuencias—se acerca y me besa a la fuerza, trato de levantarme, pero él rompe mi vestido—ahora vamos a disfrutar.

Salgo del baño recordarlo siempre me causa nauseas Esa fue la primera vez que él me atacó de esa manera, desde entonces lo hace siempre que quiere. Le tengo miedo, tratar de oponerme a él casi causa la muerte de mi pequeño hermano porque Benjamín está totalmente loco.

Me obligó a mudarme con él en su departamento. Desde entonces soy esta mujer que prefiere la muerte que seguir viviendo los días de una manera tan oscura y gris.

Ya no recuerdo la mujer alegre que un día fui, todo lo que tengo es dolor en mi interior y cicatrices que no se si algún día llegarán a sanar.

Me duermo y me levanto temprano. Esa es mi triste rutina. Me duele el cuerpo, me baño y me coloco una falda ancha larga color rosa y una blusa blanca, también ancha. Uso cosas así tratando de que Benjamín sienta mucho asco por mí y ya no me toque. Me hago un moño como el que usaba mi abuela y me maquillo, me miro en el espejo y odio ver en que me he convertido, esto no es ni la sombra de la chica llena de vida y alegre que era.

Miro a Benjamín y sigue dormido, maldito. Salgo y subo en mi coche con destino hacia mi trabajo, cuando llego las mujeres y los hombres de la empresa me miran con asco y fijo que no me da igual, aunque hay un pequeño dolor en mi interior. Subo al elevador y cuando este abre sus puertas voy a mi oficina la cual comparto con mi única amiga.

—Hola, Diana—ella me mira y sonríe, pero luego su sonrisa desaparece.

—¿Lo hizo de nuevo?—asiento con la cabeza y lágrimas amenazan con salir, ella me abraza y comienza a maldecir a Benjamín hasta en idiomas que se inventa.

—Por favor no llores, ese maldito tiene que pagar lo que te hace—yo asiento y me siento mejor, Diana es la única persona que sabe lo que me hace Benjamín.

—Davis—me llama una compañera de trabajo la cual me mira con asco y me odia sin razón.

—¿Que sucede, Frida?—pregunto con los brazos cruzados.

—Das asco—se ríe y siento a Diana a mi lado que se le lanzará como fiera—Dios, verte hace que mis ojos duelan—se ríe y se va dejando el sabor amargo de sus palabras en mí.

—No le hagas caso, Allen—intenta Diana hacerme entrar en razón, pero todo es imposible, el dolor está dentro.

—Ella solo dice la verdad—la miro con ojos cansados.

—Eso no es cierto—vuelve a tratar de hacerme razonar.

—¡Si lo es!—alzo la voz sorprendiéndola—estoy sucia, ya no valgo, odio mirarme en el espejo, me decepciona lo que veo. Él se ha encargado de destruirme, solo... No quiero esto más. Era una chica muy alegre, muy vivaz, él me marcó de por vida, nunca seré aquella joven que sonreía, aquella que soñaba, solo soy la sombra negativa de ella—termino de hablar.

—Odio que ese maldito mal nacido te haga esto y yo no poder hacer nada, denúncialo—me alejo de ella como si hubiera dicho la estupidez más grande del mundo.

—Eso no pasará, mejor vamos a trabajar—propongo cambiando de tema.

—Está bien—suspira.

—Diana—llamo su atención, sus ojos marrones esperan que hable.

—¿Si?—me mira dulcemente.

—Te quiero mucho hermana de otra madre, no sabes cuándo te adoro, eres una de las personas más importantes de mi vida, quiero que lo tengas en claro, eres y serás siempre mi mejor amiga. Aquella que está conmigo en la buenas y en las malas, la que me aconsejó, la que me apoyó, te adoro Diana, ¿entiendes eso?—sus brazos rodeaban mi cuerpo dándome un apretado abrazo.

—Tú también, Allen—susurra y se separa.

—Vamos a trabajar para que no nos despidan—ambas reímos y nos disponemos a trabajar.

****

Después de un largo día de trabajo mi jornada termina, salgo y busco mi coche, subo en él y lo enciendo, mi reloj marca la hora, las 18:00. Él sol está empezando a ocultarse. Cambio el rumbo de mi destino y lo llevo hasta un parque con un hermoso lago, estaciono mi coche y camino entre las personas hasta el alto y hermoso puente del parque.

Desde aquí puedo ver el hermoso paisaje que tiene este lugar, miro hacia abajo y veo a las personas ser felices, ¿por qué yo no puedo? Puedo ver parejas sacándose fotos con sonrisas que solo en mis sueños lejanos puedo ver, parejas besándose, niños corriendo, señoras conversando animadamente, siento celos de que ellos puedan ser felices y yo solo sufro. Camino hasta dar con el lugar más apartado del puente donde miro hacia abajo y solo hay un hermoso lago, no hay personas cercas, sin pensarlo más salgo y me coloco de frente agarrándome de los bordes del puente.

Llega un momento en la vida donde no te importa nada, donde el dolor ajeno no afecta tu corazón, donde simplemente dejas de querer vivir, donde buscas desaparecer de este mundo sin dejar huellas, saltar y dejar el dolor atrás. Las lágrimas no tardan en bajar por mis mejillas, inconscientemente sonrío ante el pensamiento de que todo acabará. De que ya no recibiré el castigo por algo que no he hecho, no quiero pensar en mi madre o en mi hermano. No quiero imaginarlos llorando por mí, no quiero que me recuerden como la cobarde que no supo luchar contra su infierno, pero lamentablemente no soy tan fuerte.

Hasta el más fuerte se cansa de luchar contra la corriente, de sentir frio mientras otros reciben calor. Entonces y es entonces donde me doy cuenta que voy a saltar, tal vez en otra vida mi cuerpo no será mi calvario, tantos años de dolor me hacen perder, soy una guerrera y pronto un soldado caído. Quisiera ver a mi familia una última vez y decirles que todo estará bien, aunque sé que jamás será así.

Es entonces donde salto, la brisa fresca del atardecer me recibe mientras caigo, disfruto de ese sentimiento de libertad que durante muchos años me fue robada, aquella que ansiaba sentir. El agua del lago arropa toda mi piel y el oxígeno se va, el agua esta fría, un lugar frio y solitario para morir. No peleo para tratar de subir hacia la superficie, aunque el agua empieza a entrar en mis pulmones, me mantengo allí, quieta, tranquila, pronto siento que ya no me queda nada de oxígeno, que ya no respiro, que muy rápido estoy muriendo, sola, en silencio, y muy misteriosamente... En paz. Adiós vida dolorosa, ese es mi último pensamiento antes de profundizarme en la oscuridad divina.

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