Un peón, un hijo, un matrimonio forzado
/0/20786/coverbig.jpg?v=295493c2008c407f00e04f5418d6270e&imageMogr2/format/webp)
el único chaleco salvavidas a su amante, Iliana,
a, me arrastró de vuelta a su mundo y me reveló una verdad impactante: nuestro hijo,
sando a nuestro hijo como peón. Pero el niño que había criado era un e
do supe que tenía
tima, sino como Ayla García, la hi
nando por todo el salón-. ¿Te atreviste a toca
ida, pero nunca se dio cuenta de
ítu
Rivas
hica que solía ser. Pero el pasado, al parecer, tenía una forma
l aire salado. Su traje se veía fuera de lugar, demasiado elegante, demasiado caro para este p
desprovista de cualquier calide
mación, no u
el yate -continuó, como si hablara del cl
cie. Me había mirado a mí, luego a Iliana, y el chaleco salvavidas estuvo en sus manos solo un segundo antes de lanzárselo a ella. Recordaba su rostro, una máscara de in
a, buscando un
regunté, mi voz tan plana c
estado allí, una sombra en mi vida. Ahora, era una presencia brillant
d eres tú? Has... cambiado. Tanto sol. Y esas manos. Ásperas. -Miró mis ma
reguntó Iliana, entrecerrando los ojos-. No
da, un trofeo en el brazo de Leonardo. Esta Ayla, oliendo a pescado y sal, con
r un momento, un destello de algo indescifrable
, con el corazón martilleánd
nstantáneo, como un torniqu
e te
ta, un sabor amargo. Seguía sien
uego mi cuello. Sus dedos, fríos e invasivos, r
cula, la curva de mi pecho a las miradas curiosas de los poc
ba como moscas. "¿Quién es ese?" "¿Qué está hacie
ara cubrirme, pero el agarre d
rovista de emoción, como si estuviera identificando
aron en los míos. No había disculpa, n
dilla recurrente. Hace ocho años, casi el mismo día, había hecho algo similar. Demostrando su propiedad. Me había obligado a desnudarme frente
rsistente que pudiera haber guardado por el chico que
o sabía. Quería que el mundo también lo s
nocente mancha de pigmento, destacaba contra
pero cargada con suficiente veneno para cortar-. ¿O necesit