Demasiado tarde para su vano arrepentimiento
dr
s papeles del divorcio. Un destello de confusión cru
n nudo en el estómago. Creo que me esforcé demasiado en esa prese
ió a su lado, su brazo envolviéndola, su preocupación absoluta-. Necesitas descansar.
da. No le importaba. No le importaba yo. Nunca más lo har
mis labios. Me di la vuelta para i
to. Era un tubo de crema-. Ah, y Audrey, Ethan me pidió que te consiguiera esto. Es para tus estrías. Ya sabes, del bebé. Queremos que te sientas
or mi piel, haciendo que mis estrías ardieran. Apreté los puños, mis uñas
plana. Me metió el tubo en la mano-. Deberías usar esto todos los días, Audrey. Por tu propio bien. A
ando mi cuerpo posparto, el mismo recipiente que llevó a su hijo, como un arma en mi c
éndose hacia su elevador privado. Justo cuando las puertas estab
darios bastante desagradables si se usa con demasiada frecuencia. Como, adelgazamiento
ll. Funcionará perfectamente. Y si no, bueno, al menos record
con un ruido sordo. Mi cabeza daba vueltas. Mi visión se nubló. Había querido lastimarme. Causarme dolor de forma activa y ma
ma, mi mano temblando de furia, y lo arrojé contra la pared opues
uando me derrumbé en mi cama, una fiebre abrasadora se había apoderado
nmediato. -Señor Blake, la señora Blake ti
cama. -Solo dale un poco de paracetamol, María. Probablemente solo está siendo dram
rno, hace años, cuando me dio gripe. Ethan se había quedado a mi lado, poniéndome paños fríos en l
lla. En la tercera noche, sentí una mano fría en mi frente. Ethan. Abrí los ojos. Estab
¿Había vuelto? ¿Era todo un malentendido? Mi cuerp
tacto más áspero que antes. -Kendall encontró este tipo especial -murmuró, su voz goteando una
calculador allí, un destello de algo parecido al asco. Me
sorprendiéndome incluso a mí misma. -¡F
nfantil -dijo, su tono desprovisto de calidez-. María, vís
biertos por la preocupación. -Pero señor, tod
all. Kendall tiene una presentación muy importante mañana. -Luego caminó hacia el lavabo del bañ
ánguida y sin respuesta. María me ayudó a ponerme un vestido, sus manos suaves. Me e
n, y lo primero que escuché fue la risa triunfante d