La Rata en las Sombras: Su Caída
vista de
ía como un túnel, cada paso era pesado. El elegante Mercedes negro de Braulio estaba, en efecto, esperando en la acera. Er
o, mi mano ya extendiéndose hacia la manija. Pero
erfecto cabello rubio, sus pómulos perfectamente esculpidos, s
z empalagosamente dulce-. Braulio tuvo que correr a la farmacia por unas ban
filado, un brillo de desafío que desmentía su tono sacarin
favorita, la que Braulio me había regalado en nuestra primera Navidad juntos. Mi cobija, la cosa más s
e náuseas que amena
, desprovista de emoción-. N
esa. No estaba acostumbrada a que yo fuera tan directa. Usualmen
rro vulnerable-. Leo, cariño, ¿por qué no esp
, comenzó a desabrocharse el cinturón. Pero antes de que
minaba hacia nosotros, con una bolsa de farmacia en la mano, su rostro grabado con una
llenándose de lágrimas-. Leo me nece
raulio se suav
Leo. Clementina, por favor. -Me hizo un
r con su verdadera esposa. Vi la forma en que sus ojos se demoraban en Isabela, una ternura allí que había desaparecido hacía mucho tiempo cuando me miraba a mí. Era una
para mantener la ilusión de una vida perfecta. Un hijo para tapar las grietas, para evi
, lejos del coch
a puede llevar a Leo
o pálido. Miró a Braulio, s
eo... creo que me voy a desmayar. -Se tam
ustia de su madre,
ó, su voz perforando la tranquilidad de la tarde-. ¡B
s transeúntes miraban. La exhibición pública era exact
ia en sus ojos. Me hizo un gesto para que me subiera
era y suplicante. Sus ojos estaban muy abiertos, rebosante
a FIV. Me dio vueltas la cabeza. Entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba tratando de fo
gué a juga
eríodo de recuperación después de la transferencia. Luego me agaché y desenganché el asiento para niños que había sido instalado en la parte de atrás, el qu
na risa amarga escapando de mis lab
liar camioneta negra se detuvo
científico senior de mi departamento. Tenía el
ento para niños en la basura. S
egando con la cabez
mprensión amaneci
tas que
coche, con Isabela todavía aferrada a él, Leo todavía llorando. Pa
pensarlo dos ve
id se alejaba de la acera, que nuestro matrimonio no solo estaba en problemas. Era un barco, hundiéndose rápido,