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La Rata en las Sombras: Su Caída

Capítulo 2 

Palabras:1083    |    Actualizado en: Hoy, a las 10:31

vista de

ía como un túnel, cada paso era pesado. El elegante Mercedes negro de Braulio estaba, en efecto, esperando en la acera. Er

o, mi mano ya extendiéndose hacia la manija. Pero

erfecto cabello rubio, sus pómulos perfectamente esculpidos, s

z empalagosamente dulce-. Braulio tuvo que correr a la farmacia por unas ban

filado, un brillo de desafío que desmentía su tono sacarin

favorita, la que Braulio me había regalado en nuestra primera Navidad juntos. Mi cobija, la cosa más s

e náuseas que amena

, desprovista de emoción-. N

esa. No estaba acostumbrada a que yo fuera tan directa. Usualmen

rro vulnerable-. Leo, cariño, ¿por qué no esp

, comenzó a desabrocharse el cinturón. Pero antes de que

minaba hacia nosotros, con una bolsa de farmacia en la mano, su rostro grabado con una

llenándose de lágrimas-. Leo me nece

raulio se suav

Leo. Clementina, por favor. -Me hizo un

r con su verdadera esposa. Vi la forma en que sus ojos se demoraban en Isabela, una ternura allí que había desaparecido hacía mucho tiempo cuando me miraba a mí. Era una

para mantener la ilusión de una vida perfecta. Un hijo para tapar las grietas, para evi

, lejos del coch

a puede llevar a Leo

o pálido. Miró a Braulio, s

eo... creo que me voy a desmayar. -Se tam

ustia de su madre,

ó, su voz perforando la tranquilidad de la tarde-. ¡B

s transeúntes miraban. La exhibición pública era exact

ia en sus ojos. Me hizo un gesto para que me subiera

era y suplicante. Sus ojos estaban muy abiertos, rebosante

a FIV. Me dio vueltas la cabeza. Entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo. Estaba tratando de fo

gué a juga

eríodo de recuperación después de la transferencia. Luego me agaché y desenganché el asiento para niños que había sido instalado en la parte de atrás, el qu

na risa amarga escapando de mis lab

liar camioneta negra se detuvo

científico senior de mi departamento. Tenía el

ento para niños en la basura. S

egando con la cabez

mprensión amaneci

tas que

coche, con Isabela todavía aferrada a él, Leo todavía llorando. Pa

pensarlo dos ve

id se alejaba de la acera, que nuestro matrimonio no solo estaba en problemas. Era un barco, hundiéndose rápido,

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