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NARRA ASHER
-Señor Asher, lo espera Wade en el primer piso.
La voz de Agnes, mi empleada más antigua y leal, interrumpió el proceso. Estaba terminando de cambiarme de ropa en mi gran habitación. Me ajusté el cuello de la camisa de lino frente al espejo, la tenue luz matutina apenas mitigaba el nudo que sentía en el estómago. Sabía que la visita de Wade no era para discutir la cosecha ni las rutas de patrullaje. Era para hablar de ella, de la ausencia que me estaba costando mi trono.
-Gracias, Agnes. Ahora voy.
Mi respuesta fue cortante. Me puse un poco de mi colonia favorita, un aroma a sándalo que complementaba la esencia terrenal de mi lobo, y arreglé mi cabello oscuro con un gesto que era más una armadura que vanidad. Necesitaba enfrentar a Wade luciendo como el Alfa que era.
Descendí las escaleras de roble, sintiendo el peso de mi linaje con cada paso. Al pie de la escalinata, Wade me esperaba. Mi beta y mano derecha.
-Solo soy yo, ¿por qué te pones perfume para verme? -Me bromeó, tratando de aligerar el ambiente. Su barba rojiza no ocultaba la tensión en su mandíbula.
Puse los ojos en blanco, negándole el juego. Mis ojos plateados se clavaron en él con una expectativa firme.
-Deja el flirteo, Wade. ¿Qué sucede? Puedo oler tu jodido nerviosismo desde el tercer piso. No me hagas esperar.
El aliento de Wade fue pesado. La sonrisa desapareció.
-Está bien, jefe. Necesito hablar contigo, pero por el bien de la manada, necesito que te tomes lo que te voy a decir con la mayor tranquilidad posible. La gente está... agitada.
-Ya entendí con tu introducción que esto no me va a agradar -dije con voz seria. Un gruñido bajo vibró en mi pecho-. Por favor, dímelo ya. Odio el suspense.
Wade asintió, su mirada se desvió brevemente. Sabía que me estaba fallando, aunque fuera solo como mensajero.
-Ambos sabemos que las personas del pueblo están esperando hace mucho tiempo a la Luna de la manada. Es un clamor en todas partes.
-Lo sé perfectamente -gruñí, exasperado. La herida se abría de nuevo. He estado buscando a mi mate desde que mi lobo se completó a los dieciséis. Cada año sin ella ha sido una carga más pesada-. Entiendo que quieran una figura femenina a la que puedan adorar y cuidar, un equilibrio para el Alfa. ¡Es lo que yo más deseo! Pero, ¿qué demonios se supone que haga si no puedo encontrarla? ¿Si el destino se burla de mí?
-Lo siento mucho, Asher. Tú sabes que te entiendo y te apoyo, lo juro. -La sinceridad en su voz me calmó un poco, pero no lo suficiente-. Pero los demás... Los demás ya están entrando en una desesperación peligrosa. Creen que sin una Luna, nuestra manada corre el peligro de ser menospreciada, vista como incompleta por los demás pueblos. Creen que somos vulnerables.
-Entonces, no confían en mí -solté, el sabor de la decepción era tan amargo como la hiel-. Porque yo jamás, nunca, dejaría que algo como eso pase. ¡Yo soy el Alfa! ¡Mi fuerza es suficiente!
-Lo sé, es lo que he intentado machacarles, pero la tradición pesa más, Asher. Están asustados y han actuado por el pánico.
-¿Entonces? ¿En qué queda todo este tema, Wade? Ve al grano -le exigí.
Wade respiró hondo. Era el momento de la verdad, y él no quería darme la noticia.
-La gente se ha reunido. Los ancianos y varios guerreros de la guardia joven. Se pusieron de acuerdo en que te esperarán solo tres semanas más.
El aire se fue de mis pulmones. ¿Tres semanas? Era una burla.
-¿Tres semanas? ¿Para encontrar a la mujer con la que estoy unido de por vida? ¿Y si no la encuentro en ese tiempo? -pregunté, sintiendo cómo el calor de la ira me subía por el cuello.
La siguiente frase fue un golpe bajo que me hizo tambalear.
-Se pondrán de acuerdo para hacer una movilización con fines de sacarte del puesto de Alfa. Tienen pensado que Keegan sea tu suplente. Él tiene veintitrés y ya encontró a su alma gemela. La ven a ella como la Luna que necesitan.
Mi cuerpo se tensó por completo. Mis manos se cerraron en puños, sintiendo el dolor de mis propias uñas.
-¡Tiene veintitrés, Wade! ¡Es un crío inmaduro y no sabe nada sobre la gestión real de una manada! ¡No sabe lo que es lidiar con las alianzas, las deudas y las fronteras! -gruñí, el sonido gutural de mi lobo apenas contenido. ¡Que me cambien por eso!
-Pero tienen fe. Además, su juventud es lo que atrae a los ancianos. Tú ya tienes treinta y dos. Dicen que te queda menos tiempo al mando para asegurar una línea de sucesión. Necesitan estabilidad.
Cada palabra era un insulto. Mi pulso era un tambor furioso. No dije más. No podía. Si abría la boca de nuevo, soltaría a mi lobo y destrozaría la sala.
Me di media vuelta, incapaz de mirarlo un segundo más, y salí del castillo. El fuerte portazo retumbó en la mañana, un eco de mi rabia. Me gané las miradas de los pocos que ya estaban fuera.
Son unos putos traidores. Cobardes ingratos.
Corrí. Me dirigí al bosque, a la única parte de este mundo donde aún sentía el control. Cuando estuve lo suficientemente lejos de las casas, dejé que la transformación me consumiera. El cambio fue una liberación bendita.
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