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Adictos y Perversos.

Adictos y Perversos.

Mayra Gisel

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Capítulo

¿Quién les iba a decir que aquel encuentro por pura casualidad los uniría de por vida? Desde el primer momento en el que se vieron, sintieron una atracción tan fuerte que no pudieron evitar darle riendas sueltas a la pasión. Él, un hombre de 40 años que intenta divorsiarse de su esposa de hace 20 años y con un hijo con problemas de adicciones. Ella, una joven de 27 años que intenta encontrar amor propio para poder liberarse de un hombre quien, por más que ame, no la merece, la engaña, humilla y además, le pega. Sola y con un pequeño de a penas meses, debe salir a la vida sin imaginarse que por cosas del destino, terminaría trabajando en la empresa del padre biológico de su pequeño. Desde el momento en el que sus miradas se cruzan y sus cuerpos se rozan, la fuerte atracción sexual se manifiesta y ambos se adentran en un mundo desconocido pero adictivo en cuanto a todo lo que el famoso club swinger les ofrece. Ambos se ven seducidos por los diferentes juego sexuales y no pierden oportunidad de poder experimentar El éxtasis de sus propios sentidos.

Capítulo 1 Tiempo atrás (Parte 1)

Nuevamente, había descubierto a su novio en una infidelidad y como siempre, sus disculpas no borrarían en lo absoluto el dolor que repetidamente le provoca.

¿Y por qué no se separa? Esa es una de las preguntas que no se cansa de escuchar. Lo cierto es que se siente muy enamorada para aceptar que él solo está jugando con sus sentimientos y que lo que alguna vez creyó sentir, no fue lo suficientemente profundo como para guardar fidelidad a su relación.

Érika y Ezequiel se conocieron luego de que Abril, su mejor amiga decidiera viajar a España junto a su hermana. Ambos eran compañeros de trabajo y fue solo verse por primera vez en la recepción de la empresa que sintieron una conexión fuerte el uno por el otro. Su primera cita acabo en la cama de un no tan lujoso hotel y aunque a ella le cueste aceptarlo, quién apostó a la relación desde un primer momento fue ella porque él siempre la engañó.

Esa noche decidió no quedarse en su casa llorando por lo que se fue a bailar para olvidarse de todo y de una vez ser capaz de sacarse a ese maldito cretino de la cabeza y de su corazón.

Le había insistido muchísimo a qué la acompañase su mejor amiga, pero con el tema de ella maternidad Abril estaba enclaustrada en su departamento de dos ambientes en Barracas. Al final, se fue sola a un antro en Puerto Madero y gracias a qué el de seguridad era íntimo amigo de su primo pudo pasar sin problemas. Una hora más tarde estaba pasada en alcohol y bailando como loca en medio de la pista.

Lo que ella no había notado, es que un hombre de unos treinta y tantos no dejaba de observarla mientras bebía un trago del vino más caro del lugar.

Sus caderas se movían de un lado al otro y aunque no lograba distinguir su rostro, aquel meneo lo seducía por completo.

Relamía sus labios una y otra vez deseando poder pasar su boca por su cuello y por sus no tan grandes senos, aunque perfectos que cabrían en toda la palma de sus manos.

De solo pensarse acariciándola podía sentir como su miembro comenzaba a reaccionar a aquel deseo y como si hubiera complicidad del destino, ella giró su cabeza hacia su lado encontrándose con su mirada.

En verdad Érika no podía ser del todo consciente de lo que su presencia le generaba a ese desconocido y por los efectos del alcohol tampoco podía pensar con claridad.

Se fue acercando intentando ser sexi y aunque su caminar realmente provocaría rizas a cualquiera, aquel desconocido la devoraba con sus ojos.

Ella llevaba algo parecido a un top color turquesa, que solo cubría sus pechos dejando al aire mucha piel de su torso. Una minifalda ajustada de color blanca que se subía un poco cuando meneaba sus caderas dejando a su vista una preciosa imagen de la curvatura de sus glúteos. Pero aunque estaba ebria maldecía el haberse puesto esa prenda.

Para los pies se decidió por unas no tan altas sandalias en color blanca y su cabello lo llevaba suelto y alborotado.

En cuanto llegó al sitio donde se encontraba aquel hombre, intento ser lo suficientemente femenina para sentarse junto a él, aunque casi se cae.

- Lo siento. – se disculpa soltando alguna que otra carcajada por los nervios. - ¿Cómo te llamas? – intenta entablar una conversación, pero él solo podía mirar sus labios y la manera en la que ésta le coqueteaba moviendo su melena para un Aldo y para el otro. - ¿Tienes novia? – vuelve a preguntar pero de su parte no recibe respuesta. - ¡Oye! ¡¿Te han comido la lengua los ratones?!- pregunta molesta y como él no le dice nada ella se pone de pie pero al querer retirarse trastabilla y cae sobre el desconocido haciendo que éste la tomé por la cintura atrayendo la hacía su cuerpo y haciendo que quede sentada en su regazo, sintiendo perfectamente la erección del hombre. – Oh. – se le escapa un gemido de su boca al sentir su miembro contra su muslo derecho. – tienes un encendedor muy grande y muy duro. – Habla sin pensar, tan solo se sumerge en sus ojos azules.

- ¿Se encuentra bien, señorita? – le pregunta sin dejar de sujetar su cintura.

- Nunca estuve mejor. – contesta y abraza su cuello para hundir su cabeza entre la comisura de el y su hombro. – ahhh, mañana tendré una resaca de aquellas. – pronuncia en confianza sin ponerse a pensar en que se encuentra sentada y abrazada a un completo desconocido.

Aquel hombre que se había excitado con solo verla menear sus caderas imaginándola sobre su regazo, con su parte prohibida enterrada en ella no era otro que uno de los empresarios más poderosos en la industria del modelaje con un caudal de dinero de € 300.000.000. Si bien tenía su empresa en Italia, había arribado a Buenos Aires con la intención de participar en una asociación con quién fue un hito de la moda hace varios años atrás y que estaba interesado en ayudar a resurgir aquel imperio de la moda. Luna Modells.

Santiago Beltrán, un apuesto caballero de unos 38 años quien llevaba casado casi la mitad de su vida con una mujer que no sólo se había convertido en alguien superficial, materialista y desagradable sino que también estaba inculcando esas actitudes negativas en Sergio, su hijo de 17 años.

Bárbara Beltrán y él se conocieron en la universidad, cuando ambos estudiaban diseñadores de moda pero al quedar ella embarazada Santiago decidió, influenciado por su abuela y su madre, casarse con la joven y terminar su posgrado en administración de empresas, que había dejado a la mitad para incursar en el mundo de la moda.

Se amaron mucho los dos, pero cuando él abrió Natural Charm Models , y comenzó a ganar popularidad entre las grandes empresas, aparecer en los desfiles más importantes se convirtió al cabo de 3 años en una de las agencias más importantes. Los activos empezaron a crecer y ella a olvidarse de su esposo y su hijo.

Santiago no era el típico hombre rico que gasta sus millones en mujeres Y alcohol, porque a pesar de que muchos creyeran lo contrario Beltrán le era fiel a su esposa, aunque ya no la quisiera, no le faltaba el respeto, pero esa noche un par de tragos y una mujer desconocida le dieron vuelta a su mundo y con el, su ética y moral se fue al suelo.

Y allí estaba, en aquel antro bebiendo una copa lo más tranquilo hasta que, entre la muchedumbre la vio. Su outfit le llamó la atención y no pudo resistirse a recortarle con sus ojos y posarse en sus glúteos, que deseaba abrir para enterrar su miembro en el. Sus pechos que, si bien no eran de un gran tamaño podía sentir como se le hacia agua la boca por morder y lamerle esos pezones que claramente podía distinguir encima de la tela.

En cuanto la vio caminar hacia él, una parte suya quiso reír. Es que claramente lo hacía tambaleándose de un lado al otro, pero así mismo no podía dejar de verla sexi y con un inmenso deseo de follarla allí mismo delante de todos.

Cuando se cayó sobre sus piernas, fueron sus glúteos que golpearon con fuerza su miembro, que no se demoró en ponerse duro y desesperarse por penetrarla.

No podía hablar, aunque quisiera, estaba perdido en sus ojos claros y en la manera en la que sus labios se movían cerca suyo.

Lo más gracioso de la noche, fue su comentario sobre el “supuesto encendedor” y aún así no pudo evitar seguir mostrándose deseoso.

- ¿Se encuentra bien, señorita? – vuelve a preguntar conteniendo su deseo de abrazar su cintura. – señorita. – insiste, pero ella sigue con su rostro hundido en su cuello.

- Ummm.. – ese gemido en su oído hizo que se le erice la piel. – la vida es una porquería, mi vida es una basura. – lloriquea recordando que, nuevamente le rompieron el corazón.

Ella estaba cansada de siempre la misma idiota que todo perdonaba. Se cansó de que él le viera la cara de estúpida y que vuelva hacerlo una y otra vez sin piedad.

Erika estaba harta de ser siempre la engañada, esta vez quería ser ella quien lo haga, quería ser ella misma quien disfrute en otros brazos, quién bese otro cuerpo, otra boca y Santiago estaba justamente allí, listo para ser parte de su venganza. Una vendetta contra alguien a quien le importa un demonio si respira o no.

Sin vueltas comenzó a besar su cuello y aunque él moría por sucumbir a la tentación, la tomó de sus hombros y la separó. Ella no dijo nada y sin embargo se le quedó viendo con sus cabellos alborotados, sus mejillas rojas sus ojos completamente dilatados, sus labios hinchados y su pecho que subía y bajaba. Santiago se le quedó mirando y pensando sobre si definitivamente apartarla de sí, o bien tomarla entre sus brazos y sacarla de allí.

- ¡Al demonio! – dijo y tomó con fuerza su cabeza para devorar sus labios.

Sujetó con fuerza su cabeza y pego su boca en la de ella. No se esperó un solo segundo para abrirla y darle paso a su lengua, la misma que se encontró con otra arrebatada que solo buscaba ganar una batalla. Una batalla plagada de lujuria y pasión.

Entre jadeos y gemidos se fueron soltando y las manos de ella, con torpeza, se colaron por debajo de su camisa pudiendo sentir entre sus dedos su torso muy marcado. No obstante, él tenía sus manos, abiertas, aferradas a sus glúteos y acompañando sus movimientos circulares con los que restregaba sobre su miembro a punto de explotar.

- Ahhh, ahhh. – se separa de sus labios y junta su frente con la de él. – quiero que me folles. – le pide con sus ojos cerrados en tanto le respira en el rostro. – quiero que te hundas en mi cuerpo, que me llenes por completa. – le suplica en tanto mueve su cabeza, embriagada de deseo.

Santiago la sujeta de sus cabellos y hace que su rostro se separe del de él para mirarla fijamente y pensar por un segundo si sucumbir a las inmensas ganas que acababa de motivarlo o bien detenerla porque después de todo, estaba ebria y lo que menos quería era aprovecharse de la situación. Pero que quería . . . quería hacerlo.

- Hágame suya. – le vuelve a pedir jadeante.

- No puedo. – dice negando. – estás ebria. – intenta hacerla razonar, pero aun así ella sabe muy bien qué es lo que quiere y ser suya es lo que desea.

Sin más extendió sus brazos y lo abrazo pegando su cabeza a su cuello y comenzando a lamerlo es que intentó seducirlo, convencerlo. Es que Santiago no podía saber cuanto necesitaba ella tenerlo bajo su cuerpo, cuánto deseaba olvidarse de su patética vida al lado de un hombre que solo está jugando con ella y que sólo se queda a su lado por lastima, por compasión porque más de una vez, le suplicó que no la dejara.

- Por favor. – le pide susurrándole al oído. – hágame olvidarme del mundo. – pero él niega – sí, estoy pasada de copas, pero sé bien lo que quiero y a usted dándome tan duro que me haga olvidar mi propia existencia. – entonces duda.

¿qué probabilidades había de que en verdad ella estuviese algo consciente para saber lo que estaba pidiendo. Beltrán era todo un caballero y si bien se dejó llevar por el instinto animal, hacía dos segundos, no quería encontrarse con su imagen en los diarios a la mañana siguiente acusándolo de abusador.

No podía permitir que se expusiera su privacidad y menos, aunque eso le perjudicara su reputación porque después de todo, eso era lo que más le importaba. Dar aquella imagen de hombre decente, pintar las apariencias era todo por lo que él hacía las cosas. Por eso fue fiel por años, por eso jamás se dejó llevar por el instinto sino hasta esa noche en la que esa muchacha, esa desconocida por primera vez en la vida de él, arrebataba todos sus principios y se llevaba por delante su castillo de papel.

Sin más y con toda la fuerza de voluntad, se puso de pie y se alejó sin detenerse, sin mirar atrás sin percatarse de que aquella desconocida lo seguía llevándose por delante a todo aquel que se le cruzara en frente.

El hotel donde se estaba hospedando quedaba a tan solo una cuadra, por lo que en cuanto salió se dirigió caminando e iba tan sumido en su celular, que le había avisado que un mensaje, de su hijo que, nuevamente insistía por viajar a Buenos Aires que quería ser parte del nuevo negocio con Luna Models porque entendía que era el único heredero de Natural Charm Models, por lo que no podía negarse.

Para Santiago ese asunto siempre era una discusión, por lo que acababa por darle dinero, porque esa era su única forma de tapar y desviar sus caprichos sin saber lo mal que le estaba haciendo.

En cuanto llegó al hotel, le pareció extraño que no hubiera nadie en recepción, pero quizás había ocurrido algo con alguno de los huéspedes que los obligo a dejar su puesto de trabajo.

Se encogió de hombros y continuó sin percatarse de que Erika lo siguió.

La habitación que había alquilado se encontraba en el primer piso, por lo que no utilizó el ascensor, y subió directamente por las escaleras, pero en cuanto ingresó por la puerta, el peso de un cuerpo lo apuró al ingresar y al voltearse sus ojos no podían creer lo que veían.

- ¿pero qué? – no pudo continuar la frase que se le abalanzó a besarlo.

Puso las manos en sus brazos e intentó separarla y al empujarla sin querer la luz se enciende logrando verla con claridad.

Castaña de cabello por debajo de los hombros, de ojos claros y unos labios completamente hinchados de tanto que se los ha mordido en las veces que los ha besado. Sus pezones resaltaban sobre la fina tela de color y su pecho no dejaba de subir y bajar gracias a la dificultad que le resultaba poder respirar.

- Esto es acoso. – dice él tratando de controlar sus impulsos de tomarla, arrojarla en la cama, levantarle la falda, abrirle las piernas y entrar en ella.

- Solo quiero ser suya. Tómeme, tómeme y hágame suya, señor – cómo le excitaba que lo tratase con tanta formalidad, pero debía resistir, no podía caer rendido a su tentación.

Cerró sus ojos y negó para luego ponerse firme y exigirle que se retire de su casa, pero Erika tenía bien en claro lo quería y terminar en su cama era su única meta.

De momento a otro él volvió a tomarla del brazo y la arrastró hacia la puerta, pero del lado de afuera para luego cerrársela en la cara y dejar que “el problema” quedara para alguien más.

En cuanto aquel rectángulo de madera quedó en medio de los dos, a Santiago por alguna razón le agarró culpa, mucha culpa por dejar aquella mujer que siquiera sabía su nombre, completamente ebria y a merced de que le suceda algo de lo cual podría arrepentirse después.

- ¡maldita sea! – maldijo antes de abrir la puerta y encontrarla sentada en el suelo con sus zapatos en la mano.

- Sabía que te ibas arrepentir. – dice en cuanto lo tuvo enfrente.

- Ven, levántate. – le dice serio y extiende su mano.

- ¿vamos a follar? – le pregunta con una sonrisa en el rostro.

- No. sólo . . . – pero sus palabras quedan a la mitad, porque ella se abalanza sobre su cuerpo y lo va empujando para quedar dentro de la casa nuevamente, pero él se vuelve a separar.

Con una mano en su cintura y la otra en su cabeza, jalando los mechones de su cuello, es que la mira sin contestarle a su pregunta. “¿Me va a alejar otra vez?” pregunta rosando sus labios y para su sorpresa solo la alza entre sus brazos y hunde su boca en la suya mientras camina directamente a su cuarto.

En cuanto ingresó en el, la recostó en la cama, pero sin despegar su boca y acomodándose encima suyo es que comenzó a recorrerla con su lengua.

- Ahhh – gimió en cuanto sintió la humedad en su cuello y se estremeció en el segundo en el que una de sus manos se coló por debajo del top y tomó su seno para luego apretarlo entre sus dedos. - ¡ay! – su brusquedad le generó una aguda punzada en su entre pierna que no pudo contener. - ¡dios, fólleme! – grita desesperada mientras cruza sus piernas por la espalda de él y jala sus cabellos. – ohh siiiiii –

Erika parecía una fiera. La frustración, la rabia, el odio que estaba sintiendo por su novio la estaba intentando canalizar teniendo sexo duro y salvaje con aquel desconocido, es que ella solo pretendía sentirse la desgraciada a quien no le importa un demonio engañarla una y otra vez. Quería saber qué se siente ser un maldito cretino sin corazón que se acuesta con otro hombre y luego vuelve a su casa como si nada y besa su boca, muerde sus labios, gime su nombre a sabiendas que horas atrás ya traspiró, jadeó, alcanzó el éxtasis en los brazos de otro hombre.

Para Santiago ya no había escapatoria, ya había caído rendido a su seducción y no había marcha atrás.

Deslizó por encima de su cabeza su top y en cuanto vio sus pechos desnudos se mordió tan fuerte los labios que pudo saborear su sangre una vez más. Se inclinó para rosar sus pezones con la boca y sentir en ella cómo cada vez se volvía más y más erecto. Sus ojos se clavaron en ella, sus movimientos, su boca entre abierta, su pecho que subía y bajaba.

Erika estaba excitadísima, no veía la hora de tener su duro miembro entrando y saliendo de su zona íntima, pero adoraba todo ese juego previo que dejaba su cuerpo al rojo vivo.

- ¡ahhh! – gritó en cuanto mordió de nuevo su pezón y le quedó doliendo.

Él no era capaz de decir nada, sus manos la acariciaban por completo y su boca mordía y estiraba sus pezones.

- Eres rica. – confiesa jugando con sus pechos. – muy rica. – la degustaba, la saboreaba.

- Y tu eres salvaje y eso me fascina. – y termina su oración con una carcajada. – baja un poquito. – le pide empujando su cabeza hacia su punto más sensible, pero él se resiste porque lo que deseaba era que sea ella, su voz, que le dijera lo que sabía que quería que le hiciera.

- Dime, qué es lo que quieres. – y ella se muerde el labio, un gesto muy erótico que le deja los pelos de punta.

- Hunde tu lengua en mi vagina y hazme terminar en tu boca. –

Sin más, cumple sus fantasías.

Santiago se sienta en la cama y sonríe antes de abrir sus piernas, acción que hace que su vestido se le suba dejándole una hermosa vista de su tanga azul marina.

- Eres perfecta. – susurra mientras admira su cuerpo. – voy a disfrutarte tanto que no recordaras ni tu nombre mañana. . .

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