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Capítulo

Una mujer es la creación más divina y mortífera jamás creada. Es fuego, deseo, ganas,pasión,dolor,furia, éxtasis y muchos otros sentimientos, tan letales como exquisitos. Sentimientos que van desde los más sanos hasta los más crueles. ¿Que pasa cuando una mujer es arrastrada por la vida? ¿Cuando nada de lo que soñó se cumple? ¿Cuando las utopías fracasan y la vida se impone? Una historia contada a cuatro voces femeninas, todas con amores, deseos y proyectos distintos, pero que convergen en un mismo punto... Las ganas de sentir. Cuatro chicas asfixiadas por sus anodinas vidas y que luego de un reencuentro épico, deciden vivir esos momentos clandestinos, una vez por mes, desvelando entre ellas, lo que se esconde detrás del telón del circo, en el que se han convertido sus vidas. Calientes momentos que las consumiran. Sueños sin realizar y nuevos caminos para emprender. Cuatro puntos de vista que harán colisión y crearán los más grandes conflictos entre, lo que es correcto y lo que es deseado, aunque sea prohibido y peligrosamente irreversible. Una inmersión a las profundidades de los deseos inconfesados de mujeres ardientes, en las manos de los hombres con la mecha exacta prendida, para incendiarlas de placer.

Capítulo 1 1

Leslie

Amanecer en el mismo mundo, con la misma constante y bajo el mismo objetivo rutinario, puede ser más duro de lo que parece.

Todos los jodidos días, de los últimos dos años de mi decadente matrimonio, se sentían a más de lo mismo.

Días en los que sientes que tu vida, no es más que el diámetro de la circunferencia en la que se ha convertido tu relación de pareja y tienes que replantearte un cambio... Y uno radical.

Recostada sobre la encimera, esperando a que Harry, mi esposo, terminara de desayunar y sacara su vista del periódico para dedicarme un insípido beso de despedida antes de irse a trabajar; llegué a la conclusión que cambió totalmente el estancado rumbo de mi vida.

¿Por qué demonios dejo mis sueños en las manos de alguien a quien ya no le interesa de mí, nada más que la perfecta atención que le doy a su vida?

— Estaré toda la semana de viaje Leslie. No hace falta que me llames, las reuniones me mantendrán ocupado y no podré atenderte — un beso en mi frente, como si fuéramos hermanos, fue todo lo que recibí de mi esposo, antes de que saliera de la casa, tomara el coche y se largara a dónde sea que fuera.

Ya ni preguntaba. Total, el tampoco respondía.

A mis treinta y seis años, con dieciseis de matrimonio y un hijo de catorce en el campamento de verano, yo solo podía sentir que la soledad se tragaba mis deseos de volver a sentir que importaba para mucho más, que ser madre y esposa perfecta.

Era la típica rubia de ojos azules y cuerpo de escándalo, que pasaba más por mujer florero que por lo que en realidad yo era... Una fiera enjaulada a punto de soltarse las cadenas y salir a comerse el mundo.

Teníamos dinero.

Debíamos tenerlo, si para la cantidad de horas que Harry trabajaba, era lo justo.

Si algo bueno aporta el dinero, es la posibilidad de tomar decisiones, drásticas y rápidas sin tener que pensar, como y con que lo hago.

Subí los escalones de mi casa apoyando con fuerza mis descalzos pies sobre la moqueta y llegué a mi cuarto sin pensarlo mucho, tomé una ropa cómoda del armario, una cartera, lo básico para salir de viaje y dejando mi casa conforme estaba me subí al coche y salí de allí, sin pensar en nada más que las ganas de respirar libertad. Y que le dieran por culo al mundo.

Dos horas después, estaba aparcando en una casa de renta de los Hamptons, con todo el azul del mar para mí sola.

Si Harry podía irse a revolcar con la zorra de su amante, durante una semana, yo podía irme dónde quisiera y gastar su dinero como lamentable premio de consolación.

Pagué una semana de alquiler y me fuí directo a una tienda de la zona a comprar ropa de playa para pasar unos días acompañada de mi tristeza y autocompasión.

Pero resulta que hay momentos, que están escritos para que sucedan o que simplemente suceden al azar, lo importante es que son de esos que te hacen darte una bofetada mental y te lanzan a vacíos a los que no crees jamás poder saltar, pero que terminan siendo la salvación de tu vida.

— Hola guapa,¿ Estás de paso? — un escultural castaño, ojazos verdes, pelo en los hombros y torso marcado y desnudo me preguntó escaneando mi cuerpo envuelto en un vestido blanco.

— Una semana.¿Y tú? — mientras ambos tomábamos un bote de crema solar agregué, sin dejar de sentirme bien cuando sus dedos rozaron los míos justo antes de devolverme la crema, educadamente.

— Tengo una casa aquí y vengo llegando, estaré el fin de semana y vuelvo al trabajo.

¡Que suerte pensé!

Me encantaría volver a trabajar, lo deseaba con todas mis fuerzas y la verdad, era algo que me estaba planteando ahora mismo, después de siete años en casa lavando trastos. Era hora de buscar un empleo que llenara mis vacíos existenciales.

— Sal conmigo esta noche — me susurró al oído, aprovechando que había tomado otro bote de crema para ofrecerselo cortésmente.

Cómo hace bastante tiempo, no se me erizaba la piel se me levantaron todos los vellos juntos, que voz más ronca puso de pronto este hombre tan sexy.

— No puedo, estoy casada — su puchero casi me obliga a hacer uno yo también, pero opté por una sonrisa triste para él.

— Si te vuelvo a ver sola, asumiré que no lo estás y saldrás conmigo. Le echaremos la culpa al destino.

Me guiñó un ojo y se perdió, por la tienda. No lo volví a ver. Me sentí algo decepcionada, pero no entendía por qué. A fin de cuentas, no era más que un hombre sexy, tratando de atrapar una presa para su fin de semana de diversión.

Molly

Cuatro putos meses llevaba, tratando de divorciarme de Carl.

¿Cómo llegas de ser feliz con tu marido a ser engañada y estafada por el?

— ¡¡Maldito!! — grité hacia la puerta por la que habían salido el y su abogada. De seguro se la estaba tirando el imbécil y encima me querían convencer de estar tratando de solucionarlo todo, mediante un divorcio amistoso.

Menuda gilipollez.

— Tienes que calmarte Molly, así no saldremos nunca de esto. — otro inepto. Malditos abogados.

— Mira Jhonny, me estás costando una pasta, para solo oírte decir que el tiene razón y yo soy una maldita loca que no colabora.

— A ver Moll, joder nena, somos amigos y lo sabes, pero cada vez creo más fervientemente que el no tuvo que ver en esto cielo. Sus pruebas me convencen.— contestó rápidamente cuando vió que le iba a tirar la grapadora a la cabeza.

— Me importa una mierda lo que diga.— caminé por mi despacho, respiré profundo y lo miré simulando calma para decir, mientras apoyaba mis manos en el cristal de mi escritorio — su polla dentro del coño de esa perra son las pruebas a las que me ciño, lo demás es mi dinero perdido por su culpa y tú ineptitud para resolverme la vida, que es para lo que te pago guapo. Así que tu verás como resuelves esto de una puta vez, o lo meteré a la cárcel y ni su madre ni la mía, me podrán seguir convenciendo de lo mal que está que denuncie a mi marido por estafa y lo hunda en una maldita celda.

El rodó los ojos y yo me quité el saco de mi traje de abogada jodida por la vida y lo tiré en el sofá de cuero rojo de mi oficina.

Que tú marido te engañe, puede que lo perdones, pero que te robe tu dinero para dárselo a la zorra que se folló mientras te decía que iba al gym... Eso ya es imbecilidad, y no es un deporte que yo practique.

Soy una fiera de abogada, sin embargo, el único juicio que me interesa ganar, no lo puedo pelear, tengo que contratar al idiota de mi mejor amigo, porque la ley me obliga a no litigar mi propia vida...¡Menuda mierda!

Tengo dinero y la capacidad mental de un abogado de elite, para producir muchísimo más, pero no me da la puta gana, de seguir siendo una idiota y dejar que además de cornuda me tachen de lerda y dos gilipollas disfruten lo que he ganado con mi sudor y una vida empeñada en trabajar y triunfar en esto al menos.

Definitivamente este tío, que hoy es mi futuro ex marido, no sabe el hoyo en el que lo voy a meter de no devolverme mi pasta.

— Necesito alcohol y un buen polvo — digo y mi amigo y abogado me mira con cara de miedo. Y si, miedo debe tenerme cuando me pongo así de al límite — ¿Sabes dónde puedo conseguirlo?

— Tengo el lugar idóneo para que lo consigas, pero sé que aún lo quieres y que no es tu estilo emborracharte y follar sin control cariño. No finjas conmigo.

Me senté resignada en mi sofá y asentí para el.

— Estoy agotada Jhonny, necesito marcha o se me va a caer la casa encima de tanto mirar los techos noche tras noche.

Mi maldito vicio de trabajar y trabajar, me había dejado lejos de los amigos, solo unos pocos y todos hombres y abogados me aguantaban al día de hoy.

Pocas mujeres me seguían una conversación, no soportaba las típicas conversaciones hogareñas que acostumbraba oír de mujeres conformistas, que no veían más allá de las billeteras de sus maridos y los paños de cocina de sus maravillosas casas.

Me importaba una mierda mi casa y cuan ordenada estuviera, para eso pagaba una asistenta, lo mío era trabajar y tener lo mío para que ningún hombre se sintiera con derechos sobre mi vida o mis actos como para interferir en los movimientos que me diera la gana de realizar.

Justo por eso, no iba a permitir que mi propio esposo, al que tanto

amé, me viera la cara de imbécil y se fuera de rositas.

¡No!... Definitivamente nop.

— Vale — dijo de pronto Jhonny y lo miré al instante — tengo un amigo que dará una fiesta de la playa este fin de semana y estoy seguro que no le molestará que lleve una chica guapa.

— Perfecto — respondí — ¿Es follable tu amigo?.

— Que no voy a dejar que folles con nadie pesada — me gritó y se levantó para salir de la oficina. Se giró justo sobre la puerta y me dijo — te recojo en dos horas en tu casa y nos vamos a los Hamptons. Ponte algo sexy.

Una risa, por fin adornó mis perfectos labios y levanté el teléfono para pedir que me comunicaran con mi casa. Le pediría a mi madre que se quedara con los niños y que de paso me hiciera la maleta para dos días de pura playa.

¡Hamptons, allá voy!

Por favor que haya gente para divertirme y perder la cordura, al menos un par de noches en mi agotadora vida.

Allison

Toda la vida, había hecho lo correcto.

Fuí y soy una buena hija, una buena hermana y creía ser una perfecta novia como para que el día más importante de mi vida, el día de mi boda, mi novio de tres años no tuviera que pensarse el sí, que fue incapaz de pronunciar.

Menudo cabrón resultó ser.

Y es que dos días después, descubrí que a veces, lo que sucede conviene. Lo encontré en su casa, en nuestra cama y con mis sábanas, follando con su mejor amigo.

Si que te dejen en medio de tu boda, no te hunde la vida, que encuentres a tu novio, al que fuiste a rogarle que no tirara por la borda tres años de noviazgo mordiendo una almohada mientras su amiguito del alma se lo tira, eso ya si es el fin de tu estabilidad emocional y tu control de la autoestima.

No le dije nada a nadie. Simplemente fuí de allí.

¿Que iba a decir?

¿Que soy un fracaso como mujer?

¿Que me cambian hasta por los del otro sexo?

¿Que quizá soy tan mala en la cama que los convierto en gay?

Joder, estaba por créemelo. Mi primer novio, resultó ser gay y ahora mi casi esposo, también.

Esto ya no era karma malo, era karma tenebroso.

Total, que tomé su auto, y salí de allí sin dejar que ninguno de los dos me dijera nada.

Sus gemidos de placer eran bastante evidentes y altisonantes como para no necesitar alguna otra explicación.

El aire de la carretera , despeinada mi sedoso pelo negro. Había cogido su descapotable, el amaba ese auto y yo planeaba destrozarlo en algún sitio, al final de mi camino sin destino.

Mi móvil sonó las suficientes veces como para sacarme de quicio y que lo quisiera lanzar por la ventanilla, en aquel camino en medio de alguna parte de la carretera.

Iba sin rumbo por la vida, nunca mejor dicho.

Pero cuando crees que todo está acabado, puede que sea el principio de algo nuevo y fantástico con lo que desde luego no contabas pero que llega en el mejor momento.

Bien dicen, que más vale llegar a tiempo que ser invitado.

Y así era, gracias a que me controlé y que no lancé el móvil, recibí un mensaje de Courtney, una de mis amigas de la universidad, con la dirección de una casa en la playa dónde se realizaría una fiesta, que no pensaba perderme.

Aceleré hacia los Hamptons, sin saber que también estaba acelerando hacia mi destino.

Courtney

Si alguien podía sentirse a gusto con la vida, esa debía ser yo.

Alta, rubia, ojos azules, cuerpo de top modelo y millonaria.

Es que cualquiera pensaría que lo tenía todo.

Pero justo aquellas personas que creemos que lo tiene todo, son las que más carencias poseen.

Mis amigas, eran una panda de gente insustancial que ya no soportaba seguir conservando.

Tenía una carrera universitaria de la que no había sacado ningún provecho. Toda la juventud, hasta mis treinta y cinco años que estaban casi por acabar, no había hecho más que divertirme y pasar de todo.

¿Dónde habían quedado mis sueños de juventud?

¿Dónde estaban aquellas utopías que me llenaban los ojos cuando era una universitaria con toda la vida por delante?

Vida que hoy, sentía medio acabada a pesar de seguir siendo joven, pero es que no sentía que estaba yendo hacia ninguna parte.

Estaba en la piscina de mi casa de los Hamptons, con mis dos hermanos y un montón de gente que poco a poco había ido llegando a participar del fiestón de despedida de mi hermano pequeño.

Se iba a estudiar a una universidad en Londres y quería una despedida por todo lo alto.

Ni mi hermano mayor ni yo, nos perderíamos un fiestón en la casa de la playa, pero resulta que a última hora mi hermano mayor se acojonó con tanta mujer joven revoloteando a su lado.

— Venga Court, alguna amiga inteligente y madura tienes que tener. Tira de agenda nena y consigue gente con cerebro para resistir — un gintonic me había traído para sobornarme.

Estábamos en medio de la piscina, mientras todos babeaban a nuestro alrededor, la verdad era un poco incómodo.

— Solo si tú, me consigues un trabajo en tu empresa — su mirada de incredulidad me hizo sentir mal.

¿Tan descarriada estoy que ni mi hermano me ve trabajando?

— Ya estás borracha con un solo trago ?

— Que no idiota, quiero hacer algo distinto. Me devora el tedio.— el sonrió y yo me giré encima de la balsa en la que estaba y casi caigo al agua, pero logré mi cometido.

— Vale hermanita. Veré qué hago.

Y justo ahí, se le ocurrió que las únicas amigas que me apetecía ver ahora, para tratar de reorganizar mi vida y que podían estar a la altura del carácter serio de mi hermano mayor, eran las de la universidad a las que llevaba unos quince años sin ver.

— Veré que puedo conseguir.— Le dije a mi hermano, usando la misma frase que usó conmigo y me salí de la piscina para buscar el móvil y localizar a las chicas.

Ya vería como, pero cuando se metía algo en mi cabeza, era difícil que no llegara a hacerlo realidad.

Y así fue, como nos reencontramos las cuatro, en el momento justo y necesario para vivir, la mejor parte de nuestras vidas juntas y con nuevas ilusiones, pues las que teníamos en nuestra juventud, habían fracasado estrepitosamente.

Aquella fiesta sería épica, pero lo que vino después... Eso sería extraordinario.

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