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Esposa falsa del discapacitado

Esposa falsa del discapacitado

Gi Dominguez

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Capítulo

-No... -susurra Sol con dolor, su mano se posa sobre su pecho como si buscara calmar el latido desbocado de su corazón, pero la comprensión parece escaparse de ella. -Lo lamento, Sol -la voz del hombre resuena grave. -¿Por qué no me lo dijiste? -pregunta Sol con una angustia que le oprime el pecho, y se deja caer de rodillas ante él.-¡Era tu esposa! Tenemos una hija... ¡No! -Yo... no sabía cómo hacerlo. Temía que... que no me recordaras, Sol. Y el doctor no lo recomendaba... y... -murmura con la voz quebrada, y Sol sacude la cabeza con incredulidad antes de levantarse. -No quiero... -susurra, tragando el aire con dificultad antes de reunir el valor para decirlo en voz alta. -No quiero volver a verte... nunca más. -¡Sol! ¡Por favor, Sol! -grita el hombre.

Capítulo 1 1

En medio de la plaza, Sol se encuentra paralizada al ver al hombre frente a ella. Cada fibra de su ser se estremece, y el peso de los recuerdos regresa con una fuerza abrumadora, llenándola de un miedo profundo. Sus labios se tensan bajo su mordida, intentando contener el torrente de emociones que amenaza con desbordarse. Un mareo repentino la obliga a buscar apoyo para no caer.

-No... -susurra Sol con dolor, su mano se posa sobre su pecho como si buscara calmar el latido desbocado de su corazón, pero la comprensión parece escaparse de ella.

-Lo lamento, Sol -la voz del hombre resuena grave, teñida de arrepentimiento, mientras sus ojos reflejan un remordimiento profundo.

-¿Por qué no me lo dijiste? -pregunta Sol con una angustia que le oprime el pecho, y se deja caer de rodillas ante él. Sus lágrimas amenazan con desbordarse, y él, con la mirada baja, intenta en vano secarlas. -¡Era tu esposa!

-Yo... no sabía cómo hacerlo. Temía que... que no me recordaras, Sol. Y el doctor no lo recomendaba... y... -murmura con la voz quebrada, y Sol sacude la cabeza con incredulidad antes de levantarse.

-No quiero... -susurra, tragando el aire con dificultad antes de reunir el valor para decirlo en voz alta. -No quiero volver a verte... nunca más.

-¡Sol! ¡Por favor, Sol! -grita el hombre, su voz cargada de un dolor que se remonta a un tiempo que ya no es presente, un anhelo que se desvanece entre las palabras no dichas.

Capítulo 1

Sol.

En ese pequeño lapso, pensaba que la vida consistía en matices diferentes de colores. Algunos días, veo colores muy blancos y amarillos. Pero otros; el color gris y negro abunda. Y eso es parte de la vida. Y a veces, tengo ganas de no levantarme y que se joda todo. Ni siquiera chocolate tengo... Ay chocolate.

¿Cuándo volverás a mí vida? ¿Por qué sales tan costoso?

Vuen... ¡Mierda! Casi escribo la palabra "bueno con v", sigamos con mi relato.

A veces siento, algo falta en mi mente. Una laguna en blanco, donde no puedo cruzar de una orilla a la otra. También tengo sueños. Sueños raros, recuerdos de un amor que no consigo recordar. Lo veo un sinfín de veces, como si fuera una película de blanco y negro. Y sí, con la pobreza que me cargo podría ser perfectamente así. Creo que al no tener el cable, prefiero imaginar historias.

Estoy demasiado pobre, para comprar un libro y... demasiado millonaria para imaginar miles de historias en mi mente.

Me encuentro llegando a la plaza. Es mí refugio, me encanta venir con mi perrito Roco. Al mismo, le falta una pierna. Producto de un accidente, lo atropellaron y quedó mal, tuvieron que amputarle la pierna derecha. Pero... eso no lo detiene para robarse las cosas de los demás, sí. Es un perro travieso, pero es la mejor compañía que alguien como yo, podría tener.

A lo lejos, lo veo. Al chico misterioso.

¡Está demasiado bueno!

No sé su nombre, tampoco su edad. Mi único conocimiento sobre él, su amor por los libros. Siempre llego a las ocho menos cuarto, él siempre se encuentra sentado debajo del árbol. Siento que una parte de nosotros, está conectada para llegar siempre a este sitio.

Vendría más temprano, pero trabajo. En una cafetería cerca de aquí, ofrece unas tortas fritas buenísimas. Argentina, es el país del mate, dulce de leche y el fernet.

-¡Oye! –exclamo, al sentir un golpe, pronto veo el suelo cerca de mí. La rodilla, impacta con las pequeñas piedras, causándome dolor. Hago una mueca, veo a lo lejos a un sujeto corriendo y la soga de mi cartera colgando.

-¡Mierda! –exclamo, con los ojos llorosos. Me pongo de pie, creo que me voy a desmayar. Voy cojeando, mientras Roco me mira con aburrimiento. Lo dejo ir, parece estar más interesado en orinar el pie de un árbol. Suspiro, llego justo al banco más próximo.

Soplo algo complicada la zona, al doblar la rodilla me duele. Lo que faltaba, ni curitas para curarme tengo. Así es mi nivel de pobreza, tendré que usar el papel higiénico de casa; parece más una lija que un suave papel para el trasero.

¡Lo bueno es que deja la zona bien limpia!

-Te vez pésima –comenta una voz desconocida ¿O enserio?, al girarme me encuentro con unos ojos verdes observando mi herida; tiene el ceño fruncido y los labios fruncidos.

-Oh, ¿gracias? –pregunto con una mueca, ruedo los ojos e intento ponerme de pie. –Mierda, duele –comento con una mueca y suspiro.

-Espera... -anuncia, se gira y busca algo en una mochila color negro a su lado. Vuelve al frente, y me rocía con algo. Espero el dolor, cierro los ojos pero no llega.

Luego, envuelve la herida con una venda. Hago una mueca, pero es sumamente cuidadoso. Envuelve con paciencia el área de la pierna, y estiro no me aprieta.

-Eres bueno... -confieso y el asiente –gracias... ¿siempre tienes todas estas cosas contigo?–pregunto con una ceja levantada. -Eres una farmacia con pies -mierda, quiero darme un cachetazo mental por la estupidez que acabo de decir.

-Sí, hay que estar preparado por las dudas.

-Me duele... -protesto, para que me analice. Aún siento el calor de sus manos sobre mi piel, mis mejillas se volvieron rojas.

-Te han pasado cosas peores –contesta, dejando desconcertada.

-¿Qué? ¿De qué hablas? Da igual –contesto confusa ¿Tanta cara de mala suerte tengo? Este tipo ya sabe que la desgracia me persigue "voz de Homero"–Gracias por tu ayuda.

Comento con felicidad y entusiasmo, levanto ambos pulgares, le ofrezco una gran sonrisa; me mira aterrado ¿no me lavé los dientes? Quiero ponerme de pie, hago una mueca. El chico, no se mueve. No le debe interesar mi malestar.

Me marcho, llamo a Rocco quien aparece enseguida. Y si, por suerte no le robó nada a nadie y no tenemos a una persona enojada frente a nosotros.

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